ᗴᑎTᖇᗴ ᗪOՏ ᗰᑌᑎᗪOՏ

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Riley siempre había sido una persona fascinada por la naturaleza y las historias de antaño. Su amor por los bosques la llevaba a explorar caminos menos transitados, donde podía conectar con la serenidad que solo la naturaleza podía ofrecer. En uno de esos viajes solitarios, Riley descubrió un antiguo amuleto entre las raíces de un viejo árbol. Sin saberlo, este descubrimiento cambiaría su vida de manera inesperada.

Esa noche, tras un día de caminata extenuante, Riley se recostó en su cama, el amuleto reposando en su mesita de noche. A la luz de la luna, el amuleto parecía brillar con una energía misteriosa. Riley, sumida en un sueño profundo, sintió cómo su cuerpo se llenaba de un calor intenso y una sensación de transformación la invadió.

Al despertar, Riley se encontró en un lugar desconocido. No reconocía la habitación en la que estaba ni las paredes que la rodeaban. Al mirarse en un espejo, vio con sorpresa que su cuerpo había cambiado por completo. Ahora era un perro, un hermoso border collie con un pelaje negro y blanco. Confundida y asustada, Riley buscó desesperadamente respuestas, pero nadie parecía entenderla.

Pasaron días en los que Riley deambuló por las calles, intentando encontrar una pista sobre cómo revertir su transformación. Sin embargo, todas las puertas a las que tocaba se cerraban frente a ella. Hasta que un día, mientras buscaba comida en un parque, se cruzó con Valentina, conocida como Val entre sus amigos.

Val era una joven amante de los animales y no pudo resistirse a la tristeza en los ojos del perro que tenía frente a ella. Riley, sintiendo una conexión instantánea con Val, se acercó tímidamente. Val, siempre empática con los animales, entendió que el perro necesitaba ayuda.

—Hola, amiguito. ¿Estás perdido? —preguntó Val, arrodillándose para acariciar a Riley.

Riley movió la cola y lamió la mano de Val, agradecida por su gentileza. Val sonrió y decidió llevar al perro a su casa, pensando que podría ayudar a encontrar a su dueño o, en el peor de los casos, brindarle un hogar temporal.

Val vivía en un pequeño apartamento acogedor. Lo primero que hizo fue darle a Riley un buen baño y algo de comida. Riley estaba agradecida por la bondad de Val y, aunque no podía comunicarse con palabras, intentaba mostrar su aprecio de cualquier manera posible.

Con el tiempo, Val se encariñó más y más con Riley. La conexión entre ellas creció con cada día que pasaban juntas. Riley, atrapada en el cuerpo de un perro, comenzó a desarrollar sentimientos profundos por Val. La forma en que Val la cuidaba y se preocupaba por ella hizo que Riley se enamorara cada día más.

Una noche, mientras Val y Riley estaban acurrucadas en el sofá viendo una película, Val comenzó a hablar con el perro como si pudiera entenderla.

—¿Sabes, Riley? A veces desearía tener a alguien especial en mi vida, alguien que me entendiera de verdad —dijo Val, acariciando suavemente la cabeza de Riley.

Riley deseaba poder responder, decirle que ella estaba allí, que la entendía más de lo que Val podía imaginar. En lugar de palabras, Riley lamió la mejilla de Val, intentando consolarla.

Los días pasaron, y la conexión entre Val y Riley se hizo más fuerte. Riley la acompañaba a todas partes, y Val comenzó a hablarle de sus sueños, miedos y deseos. Riley escuchaba atentamente, deseando poder hacer más.

Un día, mientras paseaban por el bosque, regresaron al lugar donde Riley había encontrado el amuleto. Riley, de alguna manera, sabía que este lugar era especial. Tiró de la correa, guiando a Val hacia el punto exacto donde todo había comenzado.

—¿Qué es esto, Riley? —preguntó Val, recogiendo el amuleto del suelo.

Val lo examinó, y al girarlo en sus manos, una luz brillante emanó del amuleto. Antes de que pudieran reaccionar, Riley sintió la misma extraña sensación que la primera vez. En un abrir y cerrar de ojos, Riley volvió a ser humana.

OneShots (Val X Riley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora