𝗟𝘂𝗻𝗮 𝘆 𝗦𝗮𝗻𝗴𝗿𝗲

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Valentina, una vampira de siglos, caminaba por el bosque envuelto en la neblina de la medianoche. Sus sentidos eran agudos, captando cada sonido, cada aroma. La paz del bosque siempre había sido su refugio, pero esa noche, algo diferente llamó su atención. Un susurro de movimiento, un crujido de ramas. Un hombre lobo.

Valentina no pudo evitar una sonrisa sardónica. Los hombres lobo eran criaturas torpes y salvajes en su opinión, lejos de la elegancia y el control de los vampiros. Se dirigió hacia el sonido, segura de que podría manejar cualquier situación que se presentara.


Riley, en su forma de lobo, olfateó el aire. Sabía que no debía estar en el territorio de los vampiros, pero algo lo había atraído a ese bosque. Sus orejas se movieron hacia adelante cuando captó el aroma de Valentina, una mezcla de flores y algo indefinible que lo hizo sentir curioso y cauteloso al mismo tiempo.

Cuando Valentina apareció entre los árboles, Riley se detuvo en seco. Sus ojos ambarinos se encontraron con los suyos, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Valentina fue la primera en romper el silencio.

—¿Qué hace una criatura como tú en mi territorio? —dijo con una voz fría y autoritaria.

Riley se transformó lentamente, sus huesos crujieron y su pelaje retrocedió para revelar a un joven de aspecto desaliñado pero de mirada resuelta.

—No busco problemas —respondió Riley—. Solo estaba… explorando.


Valentina rió, un sonido melodioso, pero lleno de desprecio.

—Explorando, ¿eh? —dijo—. Los lobos nunca saben dónde meterse. ¿Sabes lo que hacemos con los intrusos?

Riley levantó las manos en señal de rendición.

—Solo estoy pasando. No quiero pelea.

Valentina se acercó, sus ojos brillando con un interés mal disimulado. Había algo en la torpeza de Riley que la intrigaba, aunque no lo admitiría.

—Entonces sigue tu camino, lobo —dijo, aunque algo en su tono sugería que no quería que se fuera tan rápido.

A pesar de sus diferencias, Riley y Valentina comenzaron a encontrarse con más frecuencia. Riley, siempre torpe y curioso, no podía evitar sentirse atraído por la vampira, a pesar de su actitud fría. Valentina, por su parte, encontraba la compañía de Riley extrañamente reconfortante. Su torpeza y sinceridad eran un soplo de aire fresco en su vida inmortal y calculadora.

En una noche particularmente clara, mientras caminaban juntos por el bosque, Riley tropezó y cayó al suelo, levantando una nube de hojas. Valentina soltó una carcajada, una risa genuina y libre que hacía siglos no experimentaba.

—Eres increíblemente torpe, ¿lo sabías? —dijo entre risas, ayudándolo a levantarse.

Riley sonrió, su expresión cálida y abierta.

—Supongo que es parte de mi encanto.


Con el tiempo, Valentina comenzó a ver a Riley bajo una luz diferente. Su torpeza se volvió entrañable, y su bondad desinteresada contrastaba con la frialdad del mundo vampírico. Un día, mientras caminaban junto a un río, Riley intentó atrapar un pez con las manos, solo para terminar empapado y sin pez alguno. Valentina rió de nuevo, pero esta vez, había un tono de afecto en su voz.

—Eres un desastre, Riley —dijo, sacudiendo la cabeza—. Pero un desastre adorable.

Riley se encogió de hombros, chorreando agua.

—Todo sea por hacerte sonreír.

Una noche, mientras descansaban en un claro iluminado por la luna, Valentina miró a Riley, sintiendo una extraña calidez en su pecho. Era una sensación que no había experimentado en siglos, algo que no podía ignorar más.

—Riley —dijo en voz baja, su mirada fija en la luna—, he estado pensando… Eres diferente a cualquier hombre lobo que haya conocido.

Riley, sorprendido por la seriedad en su voz, se volvió hacia ella.

—¿En serio? ¿Y eso es algo bueno?

Valentina asintió lentamente.

—Sí, lo es. No sé cómo, pero has conseguido algo que nadie más ha podido. Me has hecho sentir… viva de nuevo.


Riley se acercó a ella, su corazón latiendo con fuerza.

—Val, yo… también siento algo por ti. No sé si es posible, considerando lo que somos, pero no puedo evitarlo.

Valentina sonrió, una sonrisa sincera y llena de emoción.

—Quizás nuestras diferencias no importen tanto después de todo. Quizás, solo quizás, podamos encontrar una manera de estar juntos.

Riley tomó su mano, sintiendo la fría suavidad de su piel.

—Me encantaría intentarlo.

A partir de esa noche, Riley y Valentina comenzaron a explorar sus sentimientos el uno por el otro. Había desafíos, por supuesto. Las diferencias entre sus especies eran significativas, pero su amor creció a medida que aprendían a confiar y apoyarse mutuamente.

Valentina, la vampira antigua y sabia, encontró alegría en la simpleza y torpeza de Riley. Y Riley, el hombre lobo impulsivo y apasionado, halló consuelo en la calma y la profundidad de Valentina.

Juntos, se enfrentaron al mundo, demostrando que el amor puede florecer en los lugares más inesperados. Valentina dejó de tratar mal a Riley, y en su lugar, comenzó a protegerlo y cuidarlo, como él lo hacía con ella.


Su relación no fue fácil. Tuvieron que enfrentarse a prejuicios de ambos lados. Los vampiros veían a Riley con desdén, mientras que los hombres lobo desconfiaban de Valentina. Pero cada desafío los unió más. Riley aprendió a ser más cuidadoso y Valentina a ser más abierta.

Un día, mientras caminaban por el bosque, se encontraron con un grupo de vampiros hostiles. Riley se puso delante de Valentina, preparado para protegerla a toda costa.

—No la tocarán —gruñó, su voz llena de determinación.

Valentina, conmovida por su valentía, se situó a su lado.

—Y nadie te hará daño a ti, Riley. Estamos juntos en esto.


Con el tiempo, su amor se convirtió en una leyenda. La historia de la vampira y el hombre lobo que desafiaron las normas de sus mundos para estar juntos. Riley y Valentina demostraron que el amor verdadero puede superar cualquier obstáculo, y su historia inspiró a otros a seguir sus corazones, sin importar las diferencias.

En su aniversario, mientras observaban la luna llena juntos, Valentina se inclinó hacia Riley y susurró:

—Gracias por hacerme creer en el amor de nuevo.

Riley la abrazó, su amor por ella tan profundo como el primer día.

—Gracias a ti, Val. Eres mi todo.

Y así, la vampira y el hombre lobo vivieron felices, demostrando que el amor, en su forma más pura, es eterno y sin fronteras.

OneShots (Val X Riley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora