𝙼𝚒 𝚕𝚒𝚗𝚍𝚊 𝚐𝚎𝚗𝚒𝚘

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Valentina Ortiz era una arqueóloga de renombre, conocida por sus descubrimientos revolucionarios y su pasión incansable por desenterrar los secretos del pasado. Había dedicado su vida a explorar civilizaciones antiguas, buscando artefactos que contaran historias olvidadas. Esta vez, una leyenda sobre un poderoso brazalete de oro la había llevado a las profundidades de una cueva en el desierto.

El calor era sofocante y la arena se colaba por todas partes, pero Valentina y su equipo estaban determinados. Durante semanas, habían excavado incansablemente, enfrentando peligros y desafíos. Finalmente, después de días de trabajo arduo, Valentina sintió que estaban cerca de algo grande. Con sus herramientas en mano y el corazón latiendo con fuerza, continuó cavando.

Finalmente, sus esfuerzos dieron fruto. Valentina encontró una pieza dorada enterrada bajo metros de tierra y roca. Era un brazalete intrincadamente tallado, con inscripciones en una lengua antigua que Valentina apenas podía descifrar. Con mucho cuidado, levantó el brazalete y sintió una energía extraña recorrer su cuerpo. Sabía que había encontrado algo extraordinario.

Llevó el brazalete a su tienda de campaña para estudiarlo más de cerca. A medida que las horas pasaban, Valentina se sumergió en los antiguos textos que había recopilado a lo largo de los años, tratando de entender el significado de las inscripciones. Finalmente, pronunció en voz alta las palabras grabadas en el brazalete.

De repente, una brillante luz dorada llenó la tienda, y una figura comenzó a materializarse ante sus ojos. Era una joven mujer, con una presencia etérea y una belleza deslumbrante. Valentina retrocedió un paso, sorprendida.

—¿Quién eres? —preguntó Valentina, su voz temblando ligeramente.

La figura flotante sonrió con dulzura.

—Soy Riley, un genio atrapado en este brazalete por siglos. Has roto el sello y me has liberado.

Valentina se quedó sin palabras por un momento, tratando de asimilar lo que estaba viendo y escuchando. Un genio, aquí, en su tienda de campaña. No era posible, y, sin embargo, allí estaba Riley.

—¿Qué sucede ahora? —preguntó finalmente Valentina—. ¿Tienes que concederme deseos?

Riley asintió, aunque su expresión se oscureció un poco.

—Sí, debo servir a quien me libere. Sin embargo, mis poderes están limitados por las emociones y deseos de mi maestro. No puedo ser usada para el mal ni para propósitos egoístas.

Valentina miró a Riley con curiosidad.

—No tengo intención de ser una tirana ni de abusar de tu poder. Solo quiero entender más sobre ti y este brazalete.

Riley sonrió, aliviada.

—Me alegra escuchar eso. He conocido muchos maestros a lo largo de los siglos, y no todos tenían buenas intenciones. Quizás contigo, mi destino pueda ser diferente.

A medida que los días se convertían en semanas, Valentina y Riley comenzaron a pasar más tiempo juntas. Riley le contaba historias de civilizaciones antiguas, secretos olvidados y la verdadera naturaleza de su existencia. Valentina, a su vez, compartía con Riley sus propios sueños y aspiraciones, así como los desafíos y peligros que había enfrentado en sus expediciones.

Riley le explicó cómo había sido atrapada en el brazalete por un hechicero celoso hace siglos. Su libertad estaba condicionada a servir a su maestro, pero sus emociones y deseos propios limitaban sus poderes. Riley había visto a muchos maestros corromperse por el poder, y temía volver a pasar por eso. Pero con Valentina, sentía algo diferente. Había una bondad y una sinceridad en ella que Riley no había encontrado en siglos.

OneShots (Val X Riley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora