Mi Criminal

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La noche se cernía sobre la ciudad, un manto oscuro que escondía los pecados de sus habitantes. En las sombras, el crimen prosperaba, y aquellos que deberían haber sido protectores se habían convertido en depredadores. Entre los callejones y los edificios en ruinas, una figura se movía con la gracia de un depredador, su propósito claro y letal.

Riley era una Alfa, y una de las más temidas en el submundo criminal. Su reputación la precedía: una asesina despiadada que no mostraba piedad hacia aquellos que dañaban a los inocentes. Pero lo que la diferenciaba de otros asesinos era su código moral inquebrantable. Riley no mataba por placer ni por beneficio personal; ella era la mano de una justicia oscura, una que se encargaba de aquellos que habían escapado de la ley.

Sus pasos eran silenciosos mientras se adentraba en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. Los informes de secuestros y tráfico de Omegas habían llegado a sus oídos, y su objetivo de esta noche era desmantelar una de las operaciones más crueles y sádicas de las que había tenido noticia. Sus informantes le habían hablado de una Omega, Valentina, cuya desaparición reciente había alarmado a la pequeña comunidad donde vivía.

El olor a tierra mojada llenaba el aire mientras Riley se acercaba a un viejo almacén abandonado. Era un rastro sutil pero inconfundible, la esencia de Valentina. Riley ajustó sus guantes de cuero y avanzó con cautela. Los guardias eran fáciles de neutralizar; sus habilidades y entrenamiento le permitían moverse como una sombra, invisible e imparable.

Dentro del almacén, las cosas eran diferentes. Las risas crueles de los secuestradores resonaban en el aire, mezcladas con los sollozos de Valentina. Riley sintió un nudo en el estómago, una mezcla de rabia y determinación. No permitiría que esta injusticia continuara.

Sin hacer ruido, se acercó a la puerta principal, y con una fuerza explosiva, la derribó. Los secuestradores, sorprendidos, apenas tuvieron tiempo de reaccionar antes de que Riley cayera sobre ellos. Sus movimientos eran precisos y letales. Un cuchillo aquí, una bala allá, y los hombres caían como moscas.

Valentina, atada y amordazada en una esquina, observaba con los ojos muy abiertos. El terror y la esperanza luchaban en su mirada. Riley terminó con el último de los secuestradores, su rostro una máscara de calma gélida. Se giró hacia Valentina, sus ojos duros suavizándose al verla.

"¿Estás bien?", preguntó, su voz suave contrastando con la violencia que acababa de desatar. Valentina asintió, incapaz de hablar.

Con manos gentiles, Riley desató las cuerdas que mantenían prisionera a Valentina. La Omega cayó en sus brazos, su cuerpo temblando. Riley la sostuvo con firmeza, su olor a vainilla llenando el aire, una promesa de seguridad en medio del caos.

Los días que siguieron fueron difíciles para Valentina. Los recuerdos del secuestro la perseguían, y la noche traía pesadillas de las que despertaba gritando. Riley estaba siempre a su lado, una presencia calmante y constante. Habían encontrado refugio en un pequeño apartamento lejos del bullicio de la ciudad, un lugar donde Valentina pudiera sanar sin miedo.

Cada mañana, Riley le traía el desayuno a la cama, su sonrisa cálida y reconfortante. Hablaban de cosas triviales, del clima, de los libros que Valentina solía leer. Poco a poco, Valentina comenzó a abrirse, a hablar de sus miedos y sus sueños. Riley escuchaba con paciencia infinita, ofreciendo palabras de consuelo y ánimo.

Una noche, mientras estaban sentadas en el pequeño balcón del apartamento, Valentina finalmente se atrevió a preguntar lo que había estado rondando su mente.

"¿Por qué haces esto, Riley? ¿Por qué arriesgas tu vida para salvar a alguien como yo?"

Riley se quedó en silencio por un momento, mirando las estrellas. "Porque alguien tiene que hacerlo," respondió finalmente. "El mundo está lleno de injusticia, y si puedo hacer algo para cambiar eso, lo haré. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras otros sufren."

OneShots (Val X Riley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora