ℙ𝕠𝕣 𝕝𝕒𝕤 𝕕𝕠𝕤

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Desde que eran niñas, Riley y Valentina fueron inseparables. Se conocieron en la escuela primaria y, desde el primer día, se convirtieron en las mejores amigas. Pero su relación era más que una simple amistad; era un vínculo profundo que iba más allá de lo que cualquier persona a su alrededor podía entender.

Sin embargo, sus familias no aprobaban su relación. Ambas provenían de familias conservadoras que no entendían ni aceptaban el amor entre dos personas del mismo sexo. Riley y Valentina soportaron años de miradas de desaprobación, comentarios hirientes y constantes intentos de separarlas. Pero su amor era fuerte, y se prometieron a sí mismas que, cuando cumplieran 18 años, serían libres de estar juntas sin restricciones.

Finalmente, llegó el día. Riley y Valentina cumplieron 18 años con solo unos meses de diferencia. La libertad que habían anhelado estaba a su alcance. Valentina, con su cabello oscuro y sus ojos llenos de determinación, le sonrió a Riley una mañana mientras caminaban por el parque.

—Hemos esperado tanto tiempo para esto, Riley. —dijo Valentina, tomando la mano de su amiga—. Al fin podemos estar juntas sin que nadie nos lo impida.

Riley asintió, su corazón lleno de alegría y esperanza. Sabía que esa noche sería especial. Había planeado declararse oficialmente a Valentina, pedirle que fuera su novia. Tenía todo listo: una cena a la luz de las velas, un collar con un pequeño colgante en forma de corazón y las palabras que había practicado tantas veces en su cabeza.

Esa noche, mientras Riley preparaba la cena en su pequeño apartamento, su teléfono sonó. Contestó con una sonrisa, esperando escuchar la voz de Valentina al otro lado de la línea. Pero la voz que escuchó no era la de su amada, sino la de un oficial de policía.

—¿Es usted Riley Parker? —preguntó la voz, solemne y grave.

Riley sintió un nudo en el estómago.

—Sí, soy yo. ¿Qué ocurre?

—Lo siento mucho, señorita Parker. Valentina fue víctima de un intento de robo. Nos entristece informar que ha fallecido.

El mundo de Riley se desmoronó en ese instante. Cayó al suelo, el teléfono resbalando de sus manos. Un grito de dolor y desesperación salió de su garganta mientras su corazón se rompía en mil pedazos. La noticia era demasiado horrible para ser real.

Los días y semanas que siguieron fueron un borrón de dolor y confusión para Riley. Apenas podía comer o dormir. Cada rincón de su apartamento le recordaba a Valentina, y el vacío que dejó su partida era insoportable.

Sufrió ataques de pánico y episodios de llanto incontrolable. La tristeza y la desesperación la envolvieron, llevándola a un abismo del que no sabía si podría escapar. Sus amigos y familiares intentaron consolarla, pero nada parecía aliviar su sufrimiento.

Pasaron meses antes de que Riley se sintiera capaz de visitar la tumba de Valentina. Una fría mañana de noviembre, decidió que era el momento. Llevaba un ramo de rosas, las flores favoritas de Valentina, y caminó lentamente hasta el cementerio.

Al llegar a la tumba, se arrodilló y colocó las flores con cuidado. Las lágrimas rodaron por sus mejillas mientras le hablaba a la lápida, como si Valentina pudiera escucharla.

—Val… te extraño tanto. —susurró Riley, su voz quebrada—. No sé cómo seguir sin ti.

Mientras se sentaba junto a la tumba, recordando los momentos felices que compartieron, algo dentro de Riley comenzó a cambiar. Recordó la promesa que se habían hecho de vivir sus vidas plenamente, sin importar lo que ocurriera.

—Val, tú siempre querías que fuera feliz. —dijo Riley, limpiándose las lágrimas—. No puedo dejar que esta tristeza me consuma. Tengo que vivir por las dos.

OneShots (Val X Riley) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora