20: El baño, el anillo y el gato

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- ¡Inadmisible! ¡Completamente inadmisible!- gritó.

Solo eran las doce y media de la mañana, y ya me encontraba en medio de una fuerte discusión entre dos ejecutivos y su inocente ayudante, y siendo vigilada por un hombre con esmoquin y gafas de sol que escoltaba a aquel hombre gritón.

David Kelly, aparte de ser el mejor amigo de Martin, era uno de sus más preciados socios, y por lo que veía que su ayudante le hubiera dado una paliza a Martin no le hizo mucha gracia.

- P-pero señor, déjeme explicarle que...- balbuceó su ayudante, el conocido Eugine.

- ¡Cállese! ¿Acaso ve algún sentido en lo que ha hecho? ¡Ha agredido a un hombre por una asistente simplona como ella!- le dijo señalándome.

- Oye, evitemos faltar el respeto.- dije con semblante serio.

- Usted, aparte de ser el problema principal de todo esto, será mejor que no se entrometa.- amenazó.

- ¡¿Yo el problema principal?! ¡¿Pero qué tengo que ver yo aquí?!

- Mucho.- dijo Martin apoyando su mano en mi cintura.

- ¡Que no la toques! ¡¿No has aprendido, verdad?!- gritó Eugine, que estaba dispuesto a volver a golpearlo.

- Natacha, será mejor que nos vayamos.- dijo cogiéndome del brazo.

- ¡¿Qué?! ¡¿Soy la única que no está entendiendo nada?!- dije confusa.- ¡Y no voy a ir contigo a ningún lado!

- No tienes opción.- susurró.- O vienes por las buenas o por las malas, tú eliges.

- No te atrevas a amenazarme.- dije zafándome de su agarre.

- Ya la has oído Martin, ¡lárgate!- gritó, una vez más, Eugine.

- ¡Y tú cállate! ¡Ni siquiera te conozco!- le dije.

- Como vuelvas a abrir la boca Eugine...- le amenazó Martin.

- ¡Adelante, hazme lo que quieras! ¡Sé un hombre por una vez en tu vida, asqueroso More!

- ¡Se acabó!- gritó David cogiendo a Eugine de la chaqueta.- Estás despedido. John, sácalo del edificio.- le ordenó al hombre vestido con esmoquin, el cual asintió seriamente.

El guardaespaldas cogió a Eugine de la chaqueta y lo llevó por las escaleras hacia la salida del edificio, y justo tras ese numerito, se pudo palpar la incomodidad de la gente en el silencio que reinaba en la planta entera.

Decidí volver a mi escritorio y, aprovechando que Martin continuaba hablando con David con una taza de café en la mano, me levanté y miré por la ventana que daba a la calle.

Con cierta dificultad conseguí ver al guardaespaldas y a Eugine entre la multitud, parecían hablar, aunque a Eugine se le podía ver que estaba desanimado a leguas. Ambos se dieron un último apretón de manos antes de irse cada uno por su lado.

- En fin, otro día normal en la vida de una Greens.- me dije sentándome en mi escritorio.

Como cualquier día normal en la oficina, me pasé las siguientes horas revisando carpetas repletas de informes, haciendo cuentas, y verificando los contratos ya firmados para fijar las citas con Martin, sin contar los más de dos viajes que tuve que hacer a la cafetería para llevarle a Martin sus amados capuchinos.

Una vez acabadas las horas de trabajo volví a casa en el habitual taxi ya que carecía de coche. Eran, exactamente, las seis y media cuando crucé las puertas de mi apartamento, me detuve frente el calendario buscando el día de hoy.

- Maldita sea.- susurré.- Ryuk,- dije remangándome la camisa.- hoy toca baño.

El gato, que tantas veces parecía no entenderme, me miró con los ojos completamente abiertos, saltó del sofá y así... comenzó su persecución por toda la casa.

- Ryuk, baja de ahí ahora mismo.- le ordené, a lo que el gato solo maulló.- Te has quedado atascado, ¿a que sí?- solo vi cómo se movía su larga cola de un lado a otro.- Eso te pasa por no hacer ejercicio, ¿cómo has conseguido meterte en el hueco entre la nevera y el techo? Bueno, si tú no vas al agua, el agua irá a ti.

Pensé en las consecuencias de mojar a mi gato con el agua del fregadero, pero era eso o arriesgarme a tener miles de arañazos en los brazos al intentar sacarlo.

Mientras el agua corría del grifo comencé a lavar mis manos. De repente, algo metálico chocó contra la cerámica del fregadero y calló por el desagüe.

- No... por favor no.- dije al ver mi mano.

El anillo que mi padre me regaló a los dieciséis se había escurrido de mis dedos y el agua lo había arrastrado hacia el desagüe. Con cierto valor metí mi mano y traté de cogerlo, en vano, ya que con suerte entraban dos de mis dedos. Como consecuencia, el anillo consiguió atascar el fregadero, el cual comenzó a llenarse de agua sucia.

Rápidamente salí a la terraza para buscar la maleta de herramientas que nunca había aprendido a usar, así que seguramente causaría un estropicio.

- Buenas tardes Greens.- me dijo Max.- ¿Qué haces?

- Ahora no tengo tiempo para tus odiosas tonterías.- dije cortante, levantando la maleta de herramientas.

- Venga ya, ¿qué ha pasado? A lo mejor puedo ayudar.

- Lo dudo, a menos que sepas desatascar un fregadero.- dije entre risas volviendo al interior de mi apartamento.

- Pues sí, sí que sé.

Debido a su inesperada respuesta la maleta se resbaló de mis dedos.

- Así que, será mejor que te ayude.

- Yo creo que es mejor que... ¿q-qué vas a hacer? ¡Estás loco!- dije al ver que subía al bajo muro de su terraza y se preparaba para saltar.

- No te preocupes, de joven hacía cosas más locas.

- ¡¿Y eso qué más da?! ¡Ahora estás más viejo que antes!

- Vaya, gracias por tu sinceridad. No sé si tomármelo como un insulto o reír.- dijo mirándome con una media sonrisa.

- Baja de ahí, Max, vas a hacerte daño.- le avisé.

- Impresionante, ¿acaso la dulce Nate se preocupa por mí? ¿Será verdad que las personas cambian?

- No, idiota, simplemente no quiero quedar como sospechosa de un misterioso suicidio de un lunes en pleno Agosto.

Flexionó las rodillas y saltó sin siquiera preocuparse de la altura. Se limpió las manos al caer en mi terraza y me arrebató la maleta de herramientas de las manos.

- ¿Por qué el panorama de tu casa siempre es tan extraño?

- No es extraño.

- ¿Ah, no? Tu anillo ha caído por el fregadero, has intentado recuperarlo y lo único que has conseguido ha sido atascarlo. Sin olvidarnos de que tu gato regordete está atrapado entre la nevera y el techo. Para mí es bastante extraño.

Al ver que no contestaba dejó la maleta en el suelo de la cocina entre risitas y procedió a... quitarse la camisa.

- ¿Q-qué estás haciendo?

- ¿Sabes lo que me ha costado esta camisa? No tengo ganas de mancharla de agua sucia.- dijo dejándola cobre uno de los taburetes.

- Pues entonces date prisa.- dije apartando la mirada.

- ¿Por qué? ¿Te pone nerviosa verme semidesnudo?- dijo coqueto.

- No, me pone nerviosa ver que el agua del fregadero cada vez está subiendo más, así que arréglalo de una vez.

- Está bien, tranquila Nate.- contestó agachándose bajo el fregadero a la vez que cogía una de las herramientas.- Y una cosa más, vas a tener que aprender a mentir mejor, porque desde un kilómetro puedo ver que estás completamente roja.- dijo entre risas.

- Que te centres en el maldito fregadero, Maxi.- dije seria para cambiar de tema, y sacar de mi cabeza la imagen de su torso desnudo.

Cómo ser la Torpe perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora