- ¡Inadmisible! ¡Completamente inadmisible!- gritó.
Solo eran las doce y media de la mañana, y ya me encontraba en medio de una fuerte discusión entre dos ejecutivos y su inocente ayudante, y siendo vigilada por un hombre con esmoquin y gafas de sol que escoltaba a aquel hombre gritón.
David Kelly, aparte de ser el mejor amigo de Martin, era uno de sus más preciados socios, y por lo que veía que su ayudante le hubiera dado una paliza a Martin no le hizo mucha gracia.
- P-pero señor, déjeme explicarle que...- balbuceó su ayudante, el conocido Eugine.
- ¡Cállese! ¿Acaso ve algún sentido en lo que ha hecho? ¡Ha agredido a un hombre por una asistente simplona como ella!- le dijo señalándome.
- Oye, evitemos faltar el respeto.- dije con semblante serio.
- Usted, aparte de ser el problema principal de todo esto, será mejor que no se entrometa.- amenazó.
- ¡¿Yo el problema principal?! ¡¿Pero qué tengo que ver yo aquí?!
- Mucho.- dijo Martin apoyando su mano en mi cintura.
- ¡Que no la toques! ¡¿No has aprendido, verdad?!- gritó Eugine, que estaba dispuesto a volver a golpearlo.
- Natacha, será mejor que nos vayamos.- dijo cogiéndome del brazo.
- ¡¿Qué?! ¡¿Soy la única que no está entendiendo nada?!- dije confusa.- ¡Y no voy a ir contigo a ningún lado!
- No tienes opción.- susurró.- O vienes por las buenas o por las malas, tú eliges.
- No te atrevas a amenazarme.- dije zafándome de su agarre.
- Ya la has oído Martin, ¡lárgate!- gritó, una vez más, Eugine.
- ¡Y tú cállate! ¡Ni siquiera te conozco!- le dije.
- Como vuelvas a abrir la boca Eugine...- le amenazó Martin.
- ¡Adelante, hazme lo que quieras! ¡Sé un hombre por una vez en tu vida, asqueroso More!
- ¡Se acabó!- gritó David cogiendo a Eugine de la chaqueta.- Estás despedido. John, sácalo del edificio.- le ordenó al hombre vestido con esmoquin, el cual asintió seriamente.
El guardaespaldas cogió a Eugine de la chaqueta y lo llevó por las escaleras hacia la salida del edificio, y justo tras ese numerito, se pudo palpar la incomodidad de la gente en el silencio que reinaba en la planta entera.
Decidí volver a mi escritorio y, aprovechando que Martin continuaba hablando con David con una taza de café en la mano, me levanté y miré por la ventana que daba a la calle.
Con cierta dificultad conseguí ver al guardaespaldas y a Eugine entre la multitud, parecían hablar, aunque a Eugine se le podía ver que estaba desanimado a leguas. Ambos se dieron un último apretón de manos antes de irse cada uno por su lado.
- En fin, otro día normal en la vida de una Greens.- me dije sentándome en mi escritorio.
Como cualquier día normal en la oficina, me pasé las siguientes horas revisando carpetas repletas de informes, haciendo cuentas, y verificando los contratos ya firmados para fijar las citas con Martin, sin contar los más de dos viajes que tuve que hacer a la cafetería para llevarle a Martin sus amados capuchinos.
Una vez acabadas las horas de trabajo volví a casa en el habitual taxi ya que carecía de coche. Eran, exactamente, las seis y media cuando crucé las puertas de mi apartamento, me detuve frente el calendario buscando el día de hoy.
- Maldita sea.- susurré.- Ryuk,- dije remangándome la camisa.- hoy toca baño.
El gato, que tantas veces parecía no entenderme, me miró con los ojos completamente abiertos, saltó del sofá y así... comenzó su persecución por toda la casa.
- Ryuk, baja de ahí ahora mismo.- le ordené, a lo que el gato solo maulló.- Te has quedado atascado, ¿a que sí?- solo vi cómo se movía su larga cola de un lado a otro.- Eso te pasa por no hacer ejercicio, ¿cómo has conseguido meterte en el hueco entre la nevera y el techo? Bueno, si tú no vas al agua, el agua irá a ti.
Pensé en las consecuencias de mojar a mi gato con el agua del fregadero, pero era eso o arriesgarme a tener miles de arañazos en los brazos al intentar sacarlo.
Mientras el agua corría del grifo comencé a lavar mis manos. De repente, algo metálico chocó contra la cerámica del fregadero y calló por el desagüe.
- No... por favor no.- dije al ver mi mano.
El anillo que mi padre me regaló a los dieciséis se había escurrido de mis dedos y el agua lo había arrastrado hacia el desagüe. Con cierto valor metí mi mano y traté de cogerlo, en vano, ya que con suerte entraban dos de mis dedos. Como consecuencia, el anillo consiguió atascar el fregadero, el cual comenzó a llenarse de agua sucia.
Rápidamente salí a la terraza para buscar la maleta de herramientas que nunca había aprendido a usar, así que seguramente causaría un estropicio.
- Buenas tardes Greens.- me dijo Max.- ¿Qué haces?
- Ahora no tengo tiempo para tus odiosas tonterías.- dije cortante, levantando la maleta de herramientas.
- Venga ya, ¿qué ha pasado? A lo mejor puedo ayudar.
- Lo dudo, a menos que sepas desatascar un fregadero.- dije entre risas volviendo al interior de mi apartamento.
- Pues sí, sí que sé.
Debido a su inesperada respuesta la maleta se resbaló de mis dedos.
- Así que, será mejor que te ayude.
- Yo creo que es mejor que... ¿q-qué vas a hacer? ¡Estás loco!- dije al ver que subía al bajo muro de su terraza y se preparaba para saltar.
- No te preocupes, de joven hacía cosas más locas.
- ¡¿Y eso qué más da?! ¡Ahora estás más viejo que antes!
- Vaya, gracias por tu sinceridad. No sé si tomármelo como un insulto o reír.- dijo mirándome con una media sonrisa.
- Baja de ahí, Max, vas a hacerte daño.- le avisé.
- Impresionante, ¿acaso la dulce Nate se preocupa por mí? ¿Será verdad que las personas cambian?
- No, idiota, simplemente no quiero quedar como sospechosa de un misterioso suicidio de un lunes en pleno Agosto.
Flexionó las rodillas y saltó sin siquiera preocuparse de la altura. Se limpió las manos al caer en mi terraza y me arrebató la maleta de herramientas de las manos.
- ¿Por qué el panorama de tu casa siempre es tan extraño?
- No es extraño.
- ¿Ah, no? Tu anillo ha caído por el fregadero, has intentado recuperarlo y lo único que has conseguido ha sido atascarlo. Sin olvidarnos de que tu gato regordete está atrapado entre la nevera y el techo. Para mí es bastante extraño.
Al ver que no contestaba dejó la maleta en el suelo de la cocina entre risitas y procedió a... quitarse la camisa.
- ¿Q-qué estás haciendo?
- ¿Sabes lo que me ha costado esta camisa? No tengo ganas de mancharla de agua sucia.- dijo dejándola cobre uno de los taburetes.
- Pues entonces date prisa.- dije apartando la mirada.
- ¿Por qué? ¿Te pone nerviosa verme semidesnudo?- dijo coqueto.
- No, me pone nerviosa ver que el agua del fregadero cada vez está subiendo más, así que arréglalo de una vez.
- Está bien, tranquila Nate.- contestó agachándose bajo el fregadero a la vez que cogía una de las herramientas.- Y una cosa más, vas a tener que aprender a mentir mejor, porque desde un kilómetro puedo ver que estás completamente roja.- dijo entre risas.
- Que te centres en el maldito fregadero, Maxi.- dije seria para cambiar de tema, y sacar de mi cabeza la imagen de su torso desnudo.
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Cómo ser la Torpe perfecta.
ChickLitNatacha Greens, una mujer sencilla de veintisiete años, como todas algo alocada, enamorada de la vida y su ciudad natal, Florida. Con un apartamento de lujo, un trabajo asegurado y... ¿a quién queremos engañar? Empecemos de nuevo. Natacha Gree...