9: Joshua John Jones

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Ellen cerró la puerta tras de sí mientras dejaba escapar un profundo suspiro.

- De verdad, te confirmo que solo a ti te ocurre este tipo de cosas.- dijo.

- Oye, todos alguna vez nos hemos quedado afuera de nuestra propia casa.- contesté.

- Sí, es verdad. Pero nadie se ha quedado afuera con una persona que supuestamente odia a muerte porque su gato le ha quitado las llaves de repuesto. Eso es lo que no le pasa a nadie, y no hace falta que me lo digas, habrán sido unos quince minutos eternos para ti.- contestó mientras cogía las llaves de repuesto del suelo.

- En fin, creo que me iré a dar una vuelta por el parque, ya sabes, para liberar todo el estrés de mi cuerpo y que así mañana no sea un día tan horrible.

- Vamos, ¡mañana es viernes! ¡Último día de la semana!

- ¡Sí, y lo empiezo viendo a Martin! ¡Amo tener que ser la mujer más gafe de la historia!- dije subiendo las escaleras hacia mi habitación para cambiarme de ropa.

Tras salir, comencé a caminar por las calles de la ciudad, sin pensar en nada, así lograba olvidarme del odioso, egoísta e insoportable Martin.

Sin saber cómo, acabe caminando por el sendero de uno de los parques de la preciosa Florida. Viendo a mí alrededor a gente intentando tocar a los patos del lago, otras ahuyentando las palomas, paseando a sus perros o andando con los carritos de bebés.

Decidí sentarme en uno de los bancos que había cerca de mí, apreciando las vistas del atardecer de un jueves cualquiera. Miré a ambos lados, primero al izquierdo, sonreí al ver a un niño de casi tres añitos jugar con un Golden Retriever de color blanco, aunque la sonrisa se desvaneció nada más mirar al otro lado.

- ¡¿Pero este tío me ha colocado un GPS o qué?!- susurré al ver a Max andando con su apreciado hermanito Edward, y cómo no, con la camarita de vídeo en la mano.- Esto es increíble.

- ¿Natacha?- gesticuló Edward al verme mientras Max grababa lo que estaba a su alrededor.

- ¡Que no me vea! ¡Que no me vea! ¡Entretenlo!- gesticulé, desesperada.

- ¿Cómo?- contestó encogiéndose de hombros.

- ¡Y yo que sé! ¡Es tu hermano, no el mío!

Edward pasó su brazo derecho por los hombros de su hermano y comenzó a hablarle de un tema que desconocía y que tampoco quería saber.

Pude darme cuenta de que detrás de mí había una columna de espesos arbustos verdes. Rápidamente, al ver que Max se giraba, me tiré hacia ellos. Me sorprendí al ver que había vuelto a caer sobre un chico de pelo moreno y ojos verdosos que, casualmente, estaba tumbado aquí tan tranquilo.

- ¿Pero qué? ¿Quién...?- dijo.

- Calla.- susurré tapando su boca con mi mano.- No te preocupes, ya tengo experiencia en este tipo de situaciones.

Miré por encima de los arbustos, Max se acercaba, y estaba demasiado cerca de mi famoso escondite. Cogí al chico por los hombros y lo coloqué rápidamente encima de mí.

- ¿Pero qué haces?- dijo él apoyando su peso en sus brazos, evitando así el aplastarme cruelmente.

- Por favor, no hagas ruido.- susurré.- Quédate así, no quiero que me vean.

- ¿Pero qué haces Max?- escuché que dijo Edward.

- Te juro que la he visto.- respondió él.

- Venga ya, estás loco, necesitas horas de descanso, el trabajo te está matando.

Cómo ser la Torpe perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora