Desperté al notar la mano de Ellen sobre mi rostro, debía aclarar que a pesar de su carácter tan conservador y casi femenino, roncaba como un perro y tenía un sueño muy profundo.
- Madre mía.- susurré.- Ryuk, recuérdame que compre un colchón para que duerma ahí cada vez que Ellen se quede en casa.- le susurré al gato llamando su atención.
Tras quitar su mano de mi rostro con sumo cuidado, salí del dormitorio cargando a mi dormilón gato, al cual dejé sobre el sofá para abrir el ventanal que estaba frente la cocina.
Pude ver al compañero de piso de Max sentado mirando hacia las calles centrales llenas de gente, lo que era normal un sábado por la mañana en pleno Agosto.
- Buenos días.- me dijo.
- Buenos días.- le contesté sonriente antes de volver a entrar.
- Oye, espera.
- ¿Pasa algo?- le pregunté extrañada al darme cuenta de que quería hablar conmigo.
- Sí,- dijo poniéndose en pie con ayuda de las muletas.- lo de anoche. Max y yo sabemos que lo escuchasteis, y créeme, te aconsejo que no hables del tema si te lo encuentras.
- Créeme, mi deseo es no volver a encontrármelo.- le contesté.
- En ese caso dudo que hayan problemas, ¿no?- dijo sonriendo.- Por cierto, mi nombre es Archie Madison, encuentro una falta de respeto enorme el hablar con alguien y no presentarte.
- Ya somos dos,- suspiré.- Natacha Greens, un gusto.
Me sonrió en forma de respuesta, era bastante simpático. Ante todo, la verdad por delante.
Sin embargo, algo dentro de mí me obligaba a formularle la pregunta que me llevaba rondando por la cabeza desde la noche pasada.
- Archie.- dije.
- ¿Pasa algo?- me dijo parando en seco y tratando de dar la vuelta con las muletas.
- Puede que suene algo incómodo y sé que no nos conocemos lo suficiente, pero quería saber...
- ¿Cómo quedé cojo?- me dijo, a lo cual asentí sorprendida.- No te preocupes, es solo una pregunta al fin y al cabo.- suspiró.- Fue en un accidente, Max me ayudó y llevó al hospital, fue ahí donde nos conocimos. Después, por obra del destino, coincidimos en el mismo trabajo.
- ¿En qué trabajáis?
- A Max no le gusta decirlo, de echo le encanta mantenerlo en secreto, por tanto yo tampoco lo desvelo. Adiós Natacha.
Cerré la puerta que daba al balcón tras su despedida.
- Extraño, ¿no crees, Ryuk?- le dije, a lo que el gato simplemente volvió a tumbarse en el sofá.
Preparé el desayuno tratando de despertar a Ellen por el ruido. Odiaba tener que levantarla porque era capaz de darte con la almohada buscando que la dejases dormir, así que recurría al ruido de los cacharros de la cocina para así poner la excusa de que estaba haciendo el desayuno.
- Que sepas, que ese viejo truco ya está muy visto, Nat.- me dijo cansada frotándose los ojos.
- Pero es efectivo.- contesté colocando ambas tazas sobre la mesa.
- Y bien, ¿cuál es tu plan para hoy? Porque, desgraciadamente, tengo que volver al estudio de Diseño para acabar las habitaciones.
- ¿Tan complicado es diseñar una habitación?
- Intenta tú trabajar con alguien que está obsesionado con que todas las habitaciones sean de color mango y blanco.
- Mirándolo por el lado bueno, no es como tu madre, un fiel amante del color marrón.- contesté entre risas.
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Cómo ser la Torpe perfecta.
Literatura KobiecaNatacha Greens, una mujer sencilla de veintisiete años, como todas algo alocada, enamorada de la vida y su ciudad natal, Florida. Con un apartamento de lujo, un trabajo asegurado y... ¿a quién queremos engañar? Empecemos de nuevo. Natacha Gree...