Ambos soltamos un grito agudo casi al mismo tiempo, cerré la puerta de un portazo, y traté de calmar dos cosas, mi respiración y las dichosas hormonas. Escuché los susurros de Max tras la puerta, tratando de calmarse, respirando hondo, aunque creo, que de poco le servía.
- ¿Por qué a mí, Jesús?- dije mirando hacia el techo.
- No he visto nada.- escuché que decía Max.
- ¿Qué te hice, Santísima Virgen para merecer esto?
- ¿Tuvo que ser ella? ¿No pudo pasar con Beyoncé?
- ¿Me disteis el don de la torpeza y el desastre? Sino, mi vida no tiene una explicación lógica.
- No te la imagines, no te la imagines...- se repetía en voz baja.
- ¿Pasaré a la historia como: Santa Natacha de los torpes?
- ¡He dicho que no te la imagines! ¡Su cuerpo no!
- ¡Mi cuerpo es perfecto!- dije.
- Lo siento, no soy fan de los cuerpos con cardenales y moratones.
Me sorprendí ante ese comentario tan cruel, detallista y... desgraciadamente, realista.
¿Para qué negar la verdad?
Una risita se escuchó tras la puerta, hasta aquí llegamos, el volcán de mis peores emociones explotará en... tres... dos... uno...
- ¡Serás...! ¡Dios!
- ¿Soy qué? Venga dilo, señorita.
- Ojalá te secuestraran, te torturaran, y me mandaran fotos para subirlas al Facebook.
- Solo conseguirías que los psicópatas y sádicos te pidieran solicitudes de amistad.- contestó mientras reía.
- ¡Te odio!
- Perdona, pero yo no me he exhibido frente un desconocido. Ni tampoco me he caído por un sendero, ni le he pagado a una prostituta para que se librara de alguien que solo quería hablar, ni tampoco...
- ¡Cállate!- dije interrumpiéndolo.
Resoplé molesta, este chico lograba ponerme de los nervios.
- ¿Qué haces aquí, Max?- escuché que dijo Ellen al otro lado de la puerta.
- ¡Ellen!- grité.- Menos mal que apareces.
- Había venido para...- comenzó Max.
- Para nada,- interrumpí.- solo se ha equivocado de habitación. Ya te puedes largar, Maxi.
- ¡"Maxi" solo me llama mi hermano!- contestó.
Escuché sus pasos por el pasillo, alejándose, a la vez que Ellen metía la tarjeta en el lector de la puerta y al empujarla casi me tiraba al suelo.
- No seas tan bruta.- dije una vez que la puerta estuvo cerrada.
- ¿Qué haces en ropa interior? ¿Por qué Max había venido...? Oh, no, dime que no es lo que pienso. Dime que no estás pensando lo mismo que yo.
- Esto... dime en qué estás pensando para así pensar en lo que debería estar pensando desde un principio.
- ¿Te ha visto desnuda?- preguntó sorprendida.
- Yo no diría desnuda, como mucho en ropa interior. Y creo que no pudo ver mucho en los cuatro segundos que tardé para cerrar la puerta.
- ¡Un hombre en cuatro segundos puede ver mucho! ¡Imagínate que llega a tener rayos X! ¡Te habría visto desnuda!
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Cómo ser la Torpe perfecta.
ChickLitNatacha Greens, una mujer sencilla de veintisiete años, como todas algo alocada, enamorada de la vida y su ciudad natal, Florida. Con un apartamento de lujo, un trabajo asegurado y... ¿a quién queremos engañar? Empecemos de nuevo. Natacha Gree...