Eran las siete y veinticinco. Estaba sentada en uno de los bancos del parque, bajo la fresca sombra de un árbol de gruesas ramas. Pude ver a Joshua a lo lejos, acercándose mientras mostraba su habitual sonrisa.
- ¿Paseamos?- preguntó cuándo estuvo frente a mí.
- No se me ha ocurrido otra idea mejor.- contesté.
- Bueno, cuéntame qué te ocurre.
- Muchas cosas, la verdad. Es un completo agobio. El sábado me mudé a otro apartamento, y es perfecto. Espacioso, hogareño y fácil de limpiar.
- ¿Pero...?
- Max vive en el edificio de al lado, y su balcón está al lado del mío.
- Espera, ¿Max es el chico que te buscaba cuando nos conocimos?
- Sí, y como habrás podido notar es muy pesado. Para colmo me han rebajado de puesto, de secretaria paso a asistente. Mi lugar de trabajo está en el despacho de mi jefe, hombre que está obsesionado conmigo y es tan pesado como Max. Así que estoy soportándolo a él durante todo el día y cuando llego a casa, le toca a Maxi. Comprenderás ahora porqué estoy tan decaída, estresada y... con ganas de tirar todo al suelo.
- Es fácil de comprender, tu jefe obsesivo te trata como a su criada y después tienes al otro idiota esperándote en el balcón.
- Y... ¿cuál es tu consejo?
- No soy bueno dando consejos, pero puedo decirte tu problema.
- ¿Cuál es?
- Chica, necesitas un tío.- dijo tras un leve suspiro.
- ¡¿Qué?!
- Lo que oyes, necesitas un hombre que te quiera.
- No, no lo necesito.
- Sí, sí lo necesitas Natacha. ¿Cuánto hace de tu último noviazgo?
- Unos dos años y medio.
- Llevas dos años sin sentirte querida, o especial.
- Eso no es verdad, mi madre y Ellen me quieren mucho.
- No hablo de ese tipo de cariño.
- Sí, ya sé a lo que te refieres. Al precioso amor entre personas que se desean y complementan.- dije poniendo voz burlona.- Nunca he dependido de un hombre, Joshua, y no empezaré a hacerlo ahora.
- No hablo de que dependas de alguien o no, hablo de empezar una relación, de tener a alguien que te vea de manera diferente a cómo te ven los demás. Que te suelen ver como... alguien torpe, desastroso, que tiene un gato que le odia, que su vida amorosa es inexistente, que odia su trabajo, que su jefe lo trata como a un sirviente...- dijo enumerando con los dedos.
- Lo he pillado.- le interrumpí.
- Podrías registrarte en una web para solteros desesperados.
- No estoy desesperada.
- Eso es lo que tú crees. O, tal vez intentarlo con tu jefe.
- Eso sí que es una locura.
- ¿Por qué?
- Es un pesado, es egoísta, materialista, completamente insoportable y actúa como un niño de cinco años cuando no obtiene lo que quiere. Me hizo su asistente porque el día anterior rechacé su propuesta de matrimonio, la cual se la había planteado hasta a la pobre limpiadora. Y no te preocupes, porque su obsesión ha llegado a tal punto que hará cualquier cosa para que me case con él, aunque sea a la fuerza.
- Entonces será mejor descartarlo.- dijo sonriendo.
- Déjalo Joshua.- contesté sentándome en uno de los bancos.- Tener o no una pareja no cambiará que siga trabajando para mi odioso y obsesivo jefe.
- Pues deja el trabajo.
- ¿Crees que no lo he intentado? Siempre que dimito Martin lo rechaza poniéndome la excusa de que si seguimos perdiendo personal la empresa se irá a pique. Aunque es mentira, porque la gente sobra por todos lados. Aparte, ¿qué haría hasta encontrar un trabajo interesante y decente? ¿Depender de Ellen, o que mi madre me pagara todo? No, no me gusta que la gente se vea obligada a darme dinero porque no soy capaz de soportar mi trabajo.
- En ese caso, actúa indiferente.
- ¿Qué actúe indiferente? ¿Ese es tu gran consejo?
- Ya te he dicho que soy muy malo dando consejos, pero sí, ese es. Si Martin o como se llame te dice algo inapropiado tú pasas de él o le respondes de manera cortante.
- Pero eso no parará sus juegos.
- Pero te mantendrás firme.- contestó serio.- De esa manera te tienes que mostrar ante él, mandándole indirectas muy directas de que te está molestando y no aguantas más. Es solo una hipótesis.- contestó incorporándose.- ¿Las ocho y cuarto ya?- soltó mirándose el reloj que llevaba en la muñeca.- ¡Cómo se pasa el tiempo! Tengo que irme al trabajo. Pon en práctica lo que te he dicho y ya verás cómo Martin capta que no está consiguiendo nada, a parte de tu más profundo desprecio y odio.
- Bien, ya te llamaré para contarte más cosas.
- Más te vale, sabes que me encanta escuchar tus peculiares problemas.- contestó sonriendo.
Hacía ya media hora que había vuelto a mi apartamento. Ryuk, como siempre, estaba tumbado en el sofá, dormido. Me acerqué en silencio, dejé la chaqueta sobre el sofá y me senté a su lado para acariciarle entre sus peludas y puntiagudas orejas.
- ¿Qué tal, compañero? Supongo que aburrido, ¿no?
Debido a mis caricias volvió a cerrar los ojos entre profundos y sonoros ronroneos. Le besé la nariz y fui directa a la cocina.
Parecía la típica mujer veinteañera amargada por sus problemas de primer mundo. Era de locos, y también la mayor tontería por la que me había cabreado en mi vida.
Pero seguía en mis trece, sabía a la perfección cuando necesitaba o no la compañía masculina, y el hecho de que estuviera algo agobiada o estresada por el trabajo no era uno de esos importantes indicios que me decían si lo necesitaba o no.
- No necesito a un hombre, no necesito a nadie. Por favor, sé valerme por mí misma.- dije antes de beber del vaso de agua que me había servido.
En ese momento, mientras bebía, me llegó un mensaje de Oliver. Pensé que serían nuevos cotilleos de la empresa, pero al leerlo escupí de inmediato el agua que apenas había llegado a beber.
- Ryuk,- solté llamando la atención del gato.- dime que sabes bailes de salón.
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Cómo ser la Torpe perfecta.
Chick-LitNatacha Greens, una mujer sencilla de veintisiete años, como todas algo alocada, enamorada de la vida y su ciudad natal, Florida. Con un apartamento de lujo, un trabajo asegurado y... ¿a quién queremos engañar? Empecemos de nuevo. Natacha Gree...