- Natacha, levanta.- escuché que dijo Ellen mientras me movía levemente.
- No...- dije sin abrir los ojos.
- Venga, Nat, debemos ir de compras.
- Razón de más para no levantarme.
- Bien, te avisé.
Escuché sus pasos por la habitación del hotel, de repente un líquido frío se derramó sobre mí. Me levanté de la cama pegando un brinco, miré fijamente a Ellen tras quitarle la botella de agua de las manos.
- Corre.- fue lo último que dije antes de empezar a perseguirla.
Recorrimos toda la habitación, ella abrió la puerta y empezó a correr por el pasillo, yo sin pensarlo, (como siempre) corrí tras ella como una perfecta idiota.
- ¡Ellen! ¡De esta no te escapas!- grité.
- ¡Pues por ahora sigo seca!
Seguimos corriendo por todo el pasillo hasta que un hombre vestido de traje se colocó frente a Ellen, serio, seguramente enfadado por algo. Miré hacia atrás, y pude confirmar que no había mojado el pasillo.
- Señoritas, ni se corre, ni se grita por los pasillos. A ver si mostramos más respeto o un mínimo de educación.- dijo serio y casi enfadado.
Digamos que nuestra persecución cambió a ser andando a paso rápido y a maldecir en susurros.
- ¡Voy a derramarte la maldita botella en medio de la muchedumbre!- susurré.
- ¡No vas pillarme viva!- contestó susurrando.- Ni corriendo me pillabas, ¿crees que vas a pillarme andando?- dijo riendo.
- ¡Eres como un mueble que se pone en medio del camino del dedo chico del pie! ¡Un estorbo!- dije sorprendida.
- ¿No te bastaba con decirme directamente que era un estorbo?
- ¡A la mierda!- dije mientras empezaba a correr otra vez.
Ella giró a la derecha, justo a las escaleras. Bajamos corriendo dos pisos, era un milagro que no hubiera besado el suelo. De repente, a la salida de las escaleras, se paró en seco y se tapó la boca con ambas manos. Básicamente me paré a su lado, sorprendida y avergonzada. Me miré a mí misma, iba descalza y con el maldito pijama y los benditos pantaloncitos de rayitas rojas.
Para colmo estaba Edward, su hermanito innombrable, y miles de personas más que no conocía. Max me vio, y al segundo, empezó a andar hacia mí.
- Joder.- susurré.- Será pesado el tío este. Ellen, la tarjeta.- dije tirando de su camiseta.- Gracias.- dije una vez que la tenía en mis manos.
El ascensor estaba justo al lado de las escaleras, caminé rápidamente hacia él y pulsé desesperadamente el botón mientras escuchaba cómo Max decía mi nombre. Creo que iba a hacerle un agujero a la placa del ascensor de tanto pulsar el botón.
Al fin las puertas se abrieron, corrí adentro y empleé la misma técnica con el botón de la segunda planta. Cada vez más cerca, lo veía más cerca, hasta que las puertas empezaron a cerrarse, é aquí mi milagro del día, pero duró poco. Empezó a correr, y justo cuando faltaban casi centímetros para que las puertas se cerrasen, él pasó.
- Ha estado cerca.- dijo aliviado.
- ¿Por qué?- susurré.
Mantuvimos el silencio, algo extraño la verdad, si había corrido tanto para entrar en el ascensor algo me querría decir ¿no?
Recordé lo que ocurrió la pasada noche, él seguía con las bromas aunque sabía que me estaba enfadando. Sonreí con malicia, y como venganza le derramé la botella de agua, me miró serio, y eso era muy mala señal.
- Prepárate, Nate.- soltó mostrando una sonrisa malévola.
Al abrirse las puertas, empecé a correr como nunca, me faltaba pasillo para correr, la verdad. Paré en seco frente mi puerta y metí la tarjeta lo más rápido que pude. Abrí la puerta, y en ese mismo momento, él me agarró de la cintura.
- Tú ya no te escapas.- dijo sin soltarme.
- ¡Déjame! ¿Qué te pasa conmigo?- dije desesperada.
- Que me encanta molestarte, pero se me olvidaba, tengo que reservar bromas para la boda.- dijo soltándome.
- ¿Boda? ¿Qué boda?
- A la que os ha invitado mi hermano, yo también estaré, y en tu misma mesa.- dijo sonriendo.
- Venga ya.- dije chocando mi cabeza contra la puerta.
- ¡No hagas eso! ¡Que si no te quedarán menos neuronas de las que todavía te quedan!
- Ahí te has pasado.- dije mirándolo fijamente.- Al menos yo no voy detrás de una misma tía solo para divertirme porque mi vida es demasiado aburrida.
- Oh, ahí has sido directa... torpe.- dijo serio.
- ¿Qué me has llamado?- dije acercándome a él.
- Torpe.
- ¿Cómo? Repítelo.
- Torpe.- me dijo cerca del oído.- Aparte de sorda.
- Se acabó, esto... es la guerra, Maxicito.- dije cerrando la puerta.- Por cierto,- dije volviendo a abrirla.- yo no soy torpe, solo sé cuándo el suelo necesita un abrazo.
Dicho eso último cerré la puerta, dejándole con la palabra en la boca. Me quité la camiseta dentro del baño y toqué mi empapado y pegajoso pelo, era asqueroso. Parecía que no me había duchado por días, creo que ni h&s puede hacer milagros con esto.
Eran las seis y media de la tarde, estaba a punto de morir sobre la cama del hotel por culpa del calor, para colmo, Ellen me obligó a levantarme y vestirme para ir de compras.
Maldita boda de gente que no conozco.
A los pocos minutos de salir del hotel, ya nos encontrábamos recorriendo una de las muchas tiendas que estaban dentro del centro comercial. Solo deseaba que no me encontrara con nadie y, al menos, tener una tarde tranquila.
- ¿Qué te parece este vestido?- dijo mientras me mostraba un vestido corto de color rosa chillón.- Llamarías mucho la atención.
- Si, eso no te lo niego. Al menos si me pierdo por la noche sería fácil encontrarme, ¿es fluorescente?- dije entre risas.
- Deja de bromear por unos momentos, esto es serio.
- Ya te he dicho que no voy a llevar ningún maldito vestido.
- Mira,- dijo buscando entre la ropa.- ¿qué te parece?- pregunto mientras me mostraba un mono con la parte superior blanca de tirantes con la espalda al descubierto y el pantalón negro.
- ¿Has visto? Ha sido fácil.- contesté.- ¿Podemos irnos?
- No, de eso nada. ¿En serio creías que solo sería la ropa? Por favor, Nat, parece que no me conoces.- contestó entre pequeñas risas.
- Bien, escribiré el testamento, porque a este paso, moriré aquí mismo.
- Qué graciosa eres.- dijo sarcástica.- ¿Y a quién le cederías tus pertenencias, listilla?
- Al único ser en este mundo que me ha sabido comprenderme.
- ¿A mí?- dijo sonriente mientras caminaba hacia la caja.
- No, a mi gato.- contesté.
- Eres increíble.- dijo entre risas mientras la seguía hasta la caja.
- Lo sé.
La gente nos miraba mientras decíamos tales tonterías, pero éramos nosotras, siempre hacíamos estas cosas en público. Quien quisiera mirarnos que nos mirara, el que no, que no lo hiciera.
El lema, era simple.
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Pido perdón si el capítulo no es muy... interesante o no es tan bueno como los otros. Pero oye, el siguiente vendrá bastante cargadito... ¡no os preocupéis!
Y ya saben, rezad por Natacha.
Rebel_Song
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Cómo ser la Torpe perfecta.
ChickLitNatacha Greens, una mujer sencilla de veintisiete años, como todas algo alocada, enamorada de la vida y su ciudad natal, Florida. Con un apartamento de lujo, un trabajo asegurado y... ¿a quién queremos engañar? Empecemos de nuevo. Natacha Gree...