No era consciente de cuánto tiempo me había quedado parada, mirándole. Debatía si era producto de mi imaginación o no, era posible que fuera como las pesadillas que había estado teniendo hasta hoy... Fuera real o no, la situación me estaba matando por dentro.
Sin darme cuenta me había alejado de la entrada unos dos pasos, más o menos, incrédula. Max miró a sus pies antes de entrar y cerrar la puerta.
- Nat ¿quién er-...?- Archie no llegó a acabar la pregunta, se quedó mirando a Max durante un par de segundos antes de dejar caer las muletas al suelo y avanzar hacia él a saltos. Les veía abrazarse tan fuerte que temía que alguno de los dos se rompiera.- Estas vivo... ¡estás vivo!- gritó, llorando en su hombro.
- Hace falta más que un montón de escombros para mandarme al otro barrio, amigo mío.- contestó dando palmadas en su espalda.
Cuando se separaron, ambos igual de emocionados, los ojos de Max se encontraron con los míos. Seguía parada como un poste, y me estaba maldiciendo a mí misma por no correr hasta él y abrazarle, pero a la vez era como si estuviera petrificada. Hizo el amago de acercarse, cuando escuchamos que la llave giraba desde el otro lado de la puerta.
Gracias al grito agudo de Ellen cuando le vio pudimos adivinar que se trataba de ella y Edward. Se lanzó a sus brazos, llenando sus mejillas de besos repetitivos, al borde del llanto. Ed estaba tan sorprendido como yo, con lágrimas corriendo por sus mejillas sin cesar. Max se acercó un par de pasos y tomó el antebrazo de su hermano.
- No vuelvas a hacer esto, ¿me oyes?- le dijo serio, a la vez que emocionado por el reencuentro.- Jamás vuelvas a intentarlo, no lo pienses siquiera.
Edward ya llevaba tiempo llorando para cuando Max le abrazó. El silencio se instaló en la sala, no había que decir nada, las propias acciones hablaban por sí solas. Un par de minutos después, cuando todos se calmaron un poco, Max volvió a quedarse mirándome, les dio a entender a los demás que era momento de irse con un simple movimiento de cabeza.
Todos, ya más sonrientes, procedieron a salir del apartamento, dejándonos solos en el incómodo silencio de la noche... y yo todavía sin saber qué decir ni qué hacer. Miré al suelo y dije lo primero que pasó por mi mente:
- Estabas muerto...- era como estuviera viviendo una tortura a la vez que un sueño, ¿pero cómo era posible?
- Nate.
- Vi la foto que mandaron, te vi caer el primero cuando todo se derrumbó... ¿cómo sé que no eres producto de mi imaginación? ¡A lo mejor me he vuelto esquizofrénica!- grité, aun llorando pero sin percatarme de ello.
- Por favor cálmate.- respondió acercándose.- Mírame Nate, mírame, respira hondo.
- Vi la foto Max... ¡estabas muerto!- dije golpeando su pecho.- ¡Estabas sangrando y pálido! ¡No estás aquí! No estás aquí... es imposible...
Llegada a ese punto simplemente me dejé llevar por todas las emociones que sentía en ese momento. Max agarró mis muñecas para que dejara de golpear su pecho y, con suavidad, colocó mis manos en su rostro. Alcé la mirada cuando hizo aquello.
- Estoy aquí, mírame, estoy aquí Nate.- susurró.- Soy real, estoy contigo.
Al igual que yo las lágrimas comenzaron a correr sin control alguno. Estaba tan dolido como yo, tan aterrado y asustado como yo lo estaba. Sus manos recorrieron lentamente mis brazos, se posaron sobre mis mejillas, secando las lágrimas que continuaban corriendo por ellas. En una fracción de segundo me aferré a su cuerpo, como si tuviera miedo de que se esfumara, abrazándole con fuerza.
- Perdóname.- susurró, besando mi cabeza.- Perdóname por favor.
- ¿Por qué me obligaste a abandonarte?- pregunté, sin separarme ni un milímetro.

ESTÁS LEYENDO
Cómo ser la Torpe perfecta.
ChickLitNatacha Greens, una mujer sencilla de veintisiete años, como todas algo alocada, enamorada de la vida y su ciudad natal, Florida. Con un apartamento de lujo, un trabajo asegurado y... ¿a quién queremos engañar? Empecemos de nuevo. Natacha Gree...