23: Cobardes y orgullosos

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Quedaba una hora para que el parque de atracciones cerrase, y Max y yo estábamos esperando en la cola de una de las atracciones a las que evitaba subirme. ¿Cómo consiguió Max convencerme para subir? Ni si quiera yo lo sé.

- Deja de mirar el reloj, olvídate del tiempo.- me dijo llamando mi atención.- Lo controlas demasiado.

- No es cierto, siempre miro el reloj cuando estoy nerviosa o...

- ¿Nerviosa? ¿Acaso dices que mi presencia te pone nerviosa?- interrumpió con una media sonrisa.

- ... O preocupada, no me has dejado acabar la frase, así que no.

- Y, ¿a qué viene esa preocupación?

- Odio las mansiones encantadas. Soy una cobarde para estas cosas, y no me avergüenzo de decirlo. ¿Por qué has querido venir a esta atracción?

- Pues, la última vez que entré en una fue con mi hermano e íbamos con mi padre, tenía unos quince años por lo que no me acuerdo de si me gustó o no, así que quiero probarla.

- Te maldigo a ti y tu curiosidad, Maximus Fletcher.- dije, provocando una carcajada por su parte.

Quedaba poco para que llegase nuestro turno, al parecer se hacían grupos de quince personas y entraban todas a la vez, por lo que aceleraba el paso de la gente.

- Anímense, anímense y entren.- nos dijo un hombre de piel pálida, que estaba vestido de negro y tenía ojos penetrantes.- No sean cobardes, no lo sean si no quieren acabar como él.- dijo señalando con sus amarillentas uñas a un esqueleto que colgaba de una de las ventanas, afortunadamente era de plástico.

Otro hombre de un aspecto más normal nos agrupó con otras trece personas y nos dieron vía libre para entrar.

- Escuchen, una vez la puerta se cierre solo tienen que seguir las flechas del suelo, si alguien no es capaz de soportar la presión puede salir por una puerta de emergencia que se encuentra a medio camino.- nos indicó el instructor.- Disfruten del terror en su máximo esplendor.- añadió sonriendo mientras cerraba la puerta de un sonoro portazo.

Una tenebrosa y aguda risa resonó entre las paredes del pasillo donde nos encontrábamos. Todos estábamos apegados al estar tan asustados, incluso Max, que se encontraba tras de mí.

- Y... ¿ahora qué?- escuché que dijo una chica.

- Sigamos las flechas ¿no?- contestó su acompañante.

- Pues yo no iré delante.- contestó otro chico.

- Yo tampoco.- contestó otro chico.

Comenzaron una leve discusión para decidir quién iría encabezando al grupo. Debido a que estábamos encerrados y las paredes estaban hechas de madera, dentro de la mansión hacía calor. Me quité la sudadera y la até en mi cintura para no tener que llevarla en mano, de repente se hizo el silencio, y noté la mirada de todos sobre mí.

- Hay alguien detrás de mí, ¿a que sí?- dije algo asustada.

- No, pero serás tú la que encabece el grupo.- aseguró un chico que llevaba gafas.

- ¿Yo? ¿Por qué yo?- contesté con los ojos completamente abiertos.

- La respuesta está en tu ropa, pero no te preocupes, iremos detrás de ti y no te dejaremos sola en ningún momento.- contestó el chico mientras me llevaba delante del grupo.

Miré mi camiseta, extrañada, en ese momento entendí el porqué de esa repentina elección. Debido a las luces ultravioletas, mi camiseta blanca parecía fluorescente, por lo que iluminaba el pasillo de la mansión. Básicamente me querían de linterna.

Cómo ser la Torpe perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora