33: Carpe Diem

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Una menos veinte de la tarde, y los nervios seguían recorriendo mi cuerpo de arriba abajo.

- ¿Y bien?- susurró Oliver al colocarse a mi lado derecho.

- Creo que es ahora o nunca.- contesté.

Tras poco más de tres años había decidido dar el gran paso, pero tampoco podía ocultar que el simple hecho de no saber lo que podría ocurrir me alertaba, y para mal. Tras inspirar profundamente Oliver se colocó a mis espaldas y masajeó mis hombros diciendo:

- Nat, lo hemos ensayado mil veces. Va salir bien, relájate.

- ¿Eres consciente de que cuando ese reloj pase de menos cuarto, es posible de que todo cambie?- le dije.

- Lo llevo sabiendo desde hace ya bastante tiempo.- contestó colocándose a mi lado.

Ni un minuto pasó cuando nuestros demás compañeros comenzaron a abandonar la cafetería de la planta para volver a sus puestos de trabajo. Oliver y yo nos quedamos de los últimos, cuando él se sentó en su respectivo sitio, me coloqué a su lado y saqué un papel doblado del bolsillo interior de mi chaqueta.

- ¿Paso número uno?- susurró ordenando una pila de papeles.

- Presentarle mi dimisión a Martin.- contesté, leyendo el papel.

- ¿Y el segundo?

Miré el papel, le seguían casi seis pasos más, estaba todo calculado al milímetro. Extrañada, me pregunté cómo se me ocurrió escribir tantas tonterías cuando en realidad era mucho más sencillo. A la mierda lo políticamente correcto, a la mierda la empresa y a la mierda Martin. Tensando mi mandíbula y enderezándome dije:

- El segundo paso es salir de este sitio por patas y no volver en toda mi vida.- continué rompiendo la hoja en minúsculos trocitos y tirándolos a la papelera de Oli.

Se tapó la boca con la mano reprimiendo su risa ante las miles de muecas que había hecho rompiendo el papel. Pero el ambiente se rompió nada más notar la presencia de Martin, serio, pasearse frente los escritorios de trabajo, haciéndome un ademán con la cabeza para que fuera con él.

Cuanto odiaba tener que trabajar en la misma habitación en la que estaba él. Me ponía enferma.

- Natacha, necesito que acabe cuanto antes de concertar mi cita con la Junta Directiva, que me haga un horario con las entrevistas planeadas para esta semana y que llame a los clientes a los que les hemos dado el visto bueno para promocionarlos.- decía sentándose en su escritorio.

Abrió su portátil y empezó a teclear, aunque se detuvo al instante de verme parada en el umbral de la puerta, cruzada de brazos. Estaba dispuesta a irme de aquí de una vez por todas y la carita de enfado de Martin o sus súplicas no me serían un impedimento esta vez. Ya no.

- ¿A qué esperas? Tienes trabajo, Greens.- me dijo serio, cerrando el portátil.

- No.- contesté, sin moverme ni un mísero milímetro.- Dimito.

- ¿Perdona?- dijo levantándose, apoyando las manos sobre el escritorio.

- He dicho que dimito.- repetí dejando sobre su mesa la tarjeta que colgaba de mi cuello, y que me daba acceso a esta planta de trabajo.

- Natacha, más te vale que sea una broma. Ponte a trabajar ahora mismo.- ordenó.

- ¿Estás sordo o qué? ¡Dimito!- grité.- Ya estoy harta. Harta de ti, de tu asquerosa empresa y de tener que hacerte todo. Me largo, dimito, Carpe Diem, Martin. Espero que seas capaz de gestionar la empresa tú solito, sin tener a nadie que lo haga por ti.

Cómo ser la Torpe perfecta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora