Camino hacia el restaurante donde he quedado con mi padre y Daniel. Todo parece estar en calma, incluso dentro de mí. Hace tiempo que no sentía esta paz, este equilibrio.
Al llegar, los veo ya sentados en una mesa junto a la ventana. Mi padre está gesticulando con entusiasmo, probablemente contándole a Daniel alguna anécdota de sus días en el teatro. Ambos se ríen, y mi corazón se llena de calidez al verlos así.
- ¡Llegas justo a tiempo! -exclama mi padre cuando me acerco.
- ¿De verdad? Pensé que llegaba un poco tarde- bromeo mientras me inclino para besarle la mejilla.
-No importa -responde Daniel, levantándose para acercar mi silla al sentarme. Su gesto siempre tan atento me arranca una sonrisa-. Todo es más bonito cuando llegas.
-Por favor, miraos. Sois tan bonitos cuando estáis así de felices. Aunque siento envidia, mi hija te quiere más a ti Daniel- bromea mi padre.
Mi padre se lanza a contar historias de las noches de estreno y de los actores que nunca llegaban a tiempo. Daniel, siempre curioso, le hace preguntas aunque nunca le interesó el mundo del teatro o el cine, y yo los escucho, dejando que sus voces llenen el espacio.
La comida llega, y el aroma del plato de arroz que pedí me envuelve. Estoy disfrutando el momento, observándolos interactuar, cuando mi padre, con una sonrisa traviesa, cambia de tema.
-Bueno, Irina, ¿cuándo vais a darme una buena noticia?
Me detengo con el tenedor a medio camino. Sé a qué se refiere. Daniel también lo sabe porque lo siento tensarse a mi lado.
-Papá, ya tienes suficiente emoción con el teatro. No necesitas más -respondo, intentando quitarle importancia.
Pero él no se deja engañar.
-Tonterías. Uno siempre puede con más emoción. Estoy deseando ir de boda.
Daniel interviene con calma, tomándome de la mano bajo la mesa.
-Todo a su tiempo. Yo estoy feliz con lo que tenemos ahora, y creo que Irina también. Aunque nos casaremos, para eso se lo pedí.
Miro a Daniel, agradecida por sus palabras. Porque es cierto. Estoy feliz. Después de todo lo que hemos pasado, lo que he pasado, por fin siento que estoy en el lugar correcto.
Mi padre parece satisfecho con la respuesta y cambia de tema, esta vez hablando de que ya tienen la fecha del estreno. Mientras lo escucho, no puedo evitar pensar en lo mucho que lo quiero, en lo agradecida que estoy de tenerlo en mi vida. Y luego miro a Daniel, y siento lo mismo.
Cuando la cena termina, salimos los tres del restaurante. Mi padre se despide primero, abrazándome con fuerza.
-Me alegra verte tan bien, cielo. De verdad.
-Gracias, papá. Te quiero muchísimo.
-Y tú- añade, dirigiéndose a Daniel-, sigue cuidándola y seguir queriéndoos así siempre.
-Siempre- responde Daniel con una sonrisa que me derrite.
Caminamos juntos de regreso a casa, con su brazo rodeándome los hombros. Mientras avanzamos, pienso en lo mucho que ha cambiado todo en las últimas semanas. Y por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy exactamente donde debo estar.
Daniel se va a dormir en cuanto llegamos. Está agotado del trabajo y de la larga cena con mi padre, pero yo no puedo siquiera pensar en acostarme. Algo no está bien.
Sigo sintiéndome mal, con náuseas persistentes que van y vienen. Intento convencerme de que es solo el cansancio o el estrés acumulado, pero no logro tranquilizarme. Me siento en el sofá del salón, abrazando un cojín, mientras la luz tenue de la lámpara de mesa proyecta sombras suaves en las paredes.
El silencio de la casa, normalmente reconfortante, esta vez me pesa. A ratos voy al baño, incapaz de controlar las náuseas. Mis manos tiemblan mientras intento enjuagarme la cara con agua fría, pero no parece ayudar.
Cuando regreso al salón, tomo mi teléfono para distraerme. Navego por las redes sin mucho interés, hasta que noto que tengo un mensaje nuevo.
Es de Enzo.
Pensaba que había bloqueado su número, pero no es así.
Mi corazón se detiene por un segundo. Dudo antes de abrirlo, sabiendo que cualquier cosa de él podría removerme por dentro. Finalmente, deslizo el dedo y leo.
Solo hay un enlace. Es una canción.
"Arcade de Duncan Laurence."
La conocía, claro. La letra empieza a sonar en mi cabeza incluso antes de reproducirla. Con los dedos temblorosos, hago clic en el enlace y dejo que la música llene el salón.
"Loving you is a losing game..."
Mis ojos se llenan de lágrimas al escuchar la primera línea. Esa canción... es demasiado. Cada palabra parece escrita para nosotros, para lo que vivimos, para lo que dejamos atrás. Recuerdo que la vez que nos despedimos en el aeropuerto también me mandó una canción. Siempre he pensado que esa es su forma de despedirse de mí.
Me hundo en el sofá, abrazándome las rodillas mientras las lágrimas empiezan a caer sin control. No debería haber abierto el mensaje. No debería haber escuchado la canción. Pero lo hice, porque parte de mí no puede soltarle del todo.
Cierro los ojos y respiro hondo, intentando calmarme. Pero en mi mente solo puedo pensar en él, en la forma en que me miraba, en cómo me hizo sentir viva y perdida al mismo tiempo.
Daniel está en el piso de arriba, durmiendo, confiando en mí, creyendo en nosotros. Y aquí estoy, llorando por alguien que no debería significar nada más para mí.
Cuando la canción termina, el silencio vuelve a llenar la habitación, más pesado que antes. Miro el teléfono, dudando si responder. Mis dedos se mueven instintivamente hacia el teclado, pero me detengo.
-No- murmuro en voz baja, apagando la pantalla.
Me limpio las lágrimas mientras vuelvo a bloquear su número, decidiendo que no puedo dejar que este mensaje desmorone todo lo que he reconstruido. Pero, aun así, la melodía persiste en mi cabeza, como un eco que se niega a desaparecer.
Y mientras vuelvo al baño por cuarta vez esta noche, incapaz de quitarme la canción de la mente, me pregunto si algún día podré realmente cerrar esa puerta.
¿Siempre será así? ¿Enzo jamás me dejará? ¿Yo jamás podré olvidarle?
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La Saga Destino: Perderme.
RomanceSegundo libro de la saga destino. Cinco años han pasado desde que Irina tomó una de las decisiones más difíciles de su vida, abandonar a Enzo. Dicen que dejar ir a quien amas es una forma cobarde de amar, pero ella sabía que debía dejarle ir para q...