(Capítulo narrado por Enzo)
Estoy en casa, rodeado de las voces de Mike y Aby, pero apenas puedo prestar atención a lo que dicen. Su risa llena la sala, y los vasos de vino tintinean sobre la mesa, pero yo sigo atrapado en mi propia cabeza. La casa está demasiado llena de recuerdos, demasiado vacía sin ella.
-Enzo, ¿me estás escuchando? -pregunta Aby, mirándome con esa mezcla de preocupación y paciencia que siempre tiene conmigo.
- ¿Qué? -parpadeo, tratando de devolverme al presente.
-He dicho que deberías venir con nosotros a la playa este fin de semana. Te vendría bien despejarte un poco.
Mike asiente mientras sirve más vino en su copa.
-Sí, hermano, llevas semanas encerrado en esta cueva. Tienes que salir, respirar aire fresco. ¿Cuánto ha pasado ya? Tres o cuatro semanas... Irina no va a volver y cuando antes lo asumas, antes volverás a ser feliz.
-No necesito la playa. Necesito desaparecer- respondo, con una risa amarga que se pierde en mi copa de vino.
- ¿ Cómo que desaparecer? ¿Qué cojones estás diciendo? -Aby me observa con los ojos entrecerrados-. ¿Estás hablando en serio?
Por supuesto que hablo en serio. Más de lo que me gustaría admitir. Estoy perdido sin Irina, no quiero seguir en esta ciudad y quizás nunca debería haber vuelto. Esta casa, esta ciudad, cada rincón de la noche, me recuerda a lo felices que un día fuimos.
-Madrid me está ahogando. Todo aquí me recuerda a ella, a lo que fuimos y a lo que nunca seremos. -Apoyo los codos en la mesa, mirando fijamente el mantel como si tuviera todas las respuestas-. No puedo seguir así.
Mike suspira y deja su copa sobre la mesa.
-Entonces vete. No como una huida, sino como un nuevo comienzo. Nadie te está atando aquí, nosotros te apoyaremos e iremos a verte siempre que nos dejes.
- ¿Y qué pasa con el trabajo y con la casa? -pregunta Aby, siempre siendo la más madura del grupo.
-El trabajo puede esperar. La casa... -me quedo en silencio por un momento, observando el cuadro en la pared, uno que ella eligió hace años-. La casa hace tiempo que dejé de sentirla como mi hogar.
Aby se levanta y se sienta a mi lado, colocando una mano en mi brazo.
-Enzo, sé que esto duele. Pero no puedes dejar que te consuma. No puedes perder tu vida por ella...
- ¿Y cómo no hacerlo? -mi voz es más baja ahora, casi un susurro-. La amo. ¿Tú podrías vivir sabiendo que Mike ama a otra persona y que ha elegido a alguien que no eres tú?
Ella no responde de inmediato. En cambio, mira a Mike, buscando apoyo. Él se encoge de hombros y luego se dirige a mí con la franqueza que siempre le he agradecido.
-Entonces aprende a vivir sin ella, Enzo. No digo que sea fácil, pero quedarse aquí, revolcándote en lo que podría haber sido, no te está ayudando. Si necesitas irte, hazlo.
Sus palabras son duras, pero necesarias.
- ¿Y a dónde irías? -pregunta Aby, con un tono más suave.
-No lo sé. Tal vez al sur. O incluso fuera de España.
- ¿Francia? -sugiere Mike.
-O Italia. Francia me recuerda demasiadas cosas, cosas de las que estoy escapando- digo pensando en la idea de perderme en las calles de Roma o en algún pequeño pueblo de la Toscana me suena tentadora. Italia siempre ha tenido algo que me llama: su caos tranquilo, su belleza sin esfuerzo. Podría caminar por calles que nunca antes había pisado, aprender un idioma que no hablo, empezar de nuevo.
Aby sonríe suavemente, como si pudiera leer mis pensamientos.
-Italia sería perfecto para ti, Enzo. Podrías dedicarte a lo que quisieras, perderte en las colinas, encontrar algo nuevo.
-O a alguien nuevo- añade Mike, con una media sonrisa.
Frunzo el ceño, pero no porque esté en desacuerdo. La idea de conocer a alguien más debería ser esperanzadora, pero ahora mismo me resulta imposible imaginarme queriendo a alguien que no sea Irina.
-No se trata de encontrar a alguien más- digo finalmente-. Se trata de encontrarme a mí.
-Creo que iré a Cádiz, el sur siempre me ha gustado y quizás sea un buen comienzo- digo pensando en la idea de vivir cerca del mar, en una casa de madera.
El silencio que sigue no es incómodo, sino lleno de comprensión. Ambos saben que esto no es una decisión impulsiva.
Aby vuelve a colocar su mano sobre mi brazo.
-Entonces ve. Si eso es lo que necesitas para seguir adelante, hazlo. Nosotros estaremos aquí cuando vuelvas.
Mike asiente, levantando su copa.
-Por tu nueva vida y un buen comienzo, hermano.
Yo también levanto mi copa, aunque no estoy seguro de si estoy brindando por un comienzo o por un final.
Esa noche, después de que Mike y Aby se van, empiezo a planear mi escape. Saco una vieja libreta y empiezo a hacer una lista.
• Alquilar la casa.
• Hablar con el director de la película.
• Buscar un lugar en Cádiz.Cada idea que escribo parece un paso más lejos de Irina, pero también un paso más cerca de poder respirar otra vez. Me detengo un momento, mirando alrededor de mi salón. Todo aquí tiene su huella: la noches cenando, las películas que vimos, incluso el aroma que dejó en el aire.
Dejo caer el bolígrafo y me paso las manos por el cabello, dejando escapar un suspiro tembloroso.
- ¿Cómo se supone que voy a olvidarla?- murmuro al vacío.
Por supuesto, no hay respuesta.
A la mañana siguiente, me despierto temprano, decidido. Enciendo la cafetera mientras reviso mi correo. Entre los mensajes de trabajo y las ofertas de publicidad hay uno de un contacto que mencionó Mike: un pequeño terreno en Rota, Cádiz.
Miro las fotos adjuntas. No es gran cosa, pero lo suficiente como para empezar de cero y construir mi propia casa.
Cierro el portátil y me digo a mí mismo que esto es lo correcto. No puedo quedarme atrapado en Madrid, atrapado en un amor que ya no me pertenece.
Mientras el café gotea, miro por la ventana. El cielo está despejado, como si el universo estuviera diciéndome que es hora de empezar de nuevo.
Rota me espera.

ESTÁS LEYENDO
La Saga Destino: Perderme.
RomanceSegundo libro de la saga destino. Cinco años han pasado desde que Irina tomó una de las decisiones más difíciles de su vida, abandonar a Enzo. Dicen que dejar ir a quien amas es una forma cobarde de amar, pero ella sabía que debía dejarle ir para q...