UN MAL DÍA PARA IMPRESIONAR

39 5 0
                                    


La alarma sonó a las 5:30 a.m. Me desperté con una mezcla de emoción y nervios. Hoy era mi primera entrevista de trabajo, y la palabra "puntualidad" iba a ser mi mantra. Tras un baño exprés y un desfile frente al espejo, me decidí por unos vaqueros oscuros, una camisa blanca y una chaqueta de traje que me quedaba un poco grande, pero me tapaba el trasero. Mamá siempre decía que mis curvas eran "bendiciones", pero yo las veía más como distracciones innecesarias.

Para las 7:30 a.m., estaba lista y bajé a desayunar con mis compañeras de casa.

—¡Buenos días, la futura chef estrella! —dijo Janna, siempre con su energía.

Desayuné rápido, me despedí con un beso al aire y emprendí mi travesía. Tren, bus, y ¡listo! Llegué al edificio. Eran las 10:00 a.m. en punto. Perfecta como un reloj suizo.

Diez minutos después, mi puntualidad parecía ser inútil. La recepcionista me informó que mi entrevista se aplazaría hasta las 12:00. "¡Genial!", pensé. Lo peor no era la espera, sino mi estómago rugiendo como un motor viejo.

—¿Hay un restaurante cerca? —pregunté con mi mejor sonrisa falsa.

—Sí, justo al frente —respondió ella, como si nada.

Al salir, tomé el ascensor y, distraída revisando el celular, choqué de lleno con alguien. Un segundo después, sentí algo caliente empapándome la ropa.

—¡No, nooo! —grité, mientras miraba mi camisa cubierta de café.

Cuando levanté la vista, mis ojos se encontraron con un hombre alto, de traje impecable y mirada asesina. Era como si Brad Pitt y Satanás se hubieran fusionado.

—¿Estás ciega? —dijo, con el ceño tan fruncido que parecía permanente—. Si no puedes caminar como la gente, mejor quédate en tu casa.

¿Perdón? ¡¿Qué?! Este tipo estaba loco. ¿Quién se cree?

—¡Al diablo con las disculpas! Usted también venía distraído, y yo también terminé empapada. No tiene derecho a hablarme así.

Él levantó una ceja, su ceño se relajó ligeramente y, con un tono que me dio escalofríos, dijo:

—¿La mojé?

Mi cara ardió de inmediato.

—¡Con el café! —respondí, tratando de sonar firme, pero claramente nerviosa.

Él suspiró con exasperación, se sacudió la chaqueta y murmuró algo ininteligible antes de irse como si nada. Yo, mientras tanto, me quedé congelada, rodeada por las miradas de curiosos que habían presenciado mi humillación.

Entré al baño y me vi en el espejo: desastre total. Mi chaqueta estaba salpicada, y mi camisa blanca era historia. Salí y me encontré de nuevo con la recepcionista, quien al verme abrió los ojos como platos.

—¿Qué te pasó? —preguntó, claramente divertida.

Le conté mi odisea, y ella, con una sonrisa traviesa, sacó una blusa de encaje negro de su bolso.

—Es para salir a bailar los viernes, pero puedes usarla.

¿Blusa? Eso no era una blusa. Era un corsé que gritaba "discoteca". Pero en este punto, cualquier cosa era mejor que mi camisa arruinada.

—Gracias... creo —dije, mientras tomaba la prenda y corría al baño.

Me lo puse bajo la chaqueta, pero, honestamente, parecía más lista para una cita que para una entrevista. Me miré al espejo, respiré hondo y pensé: "Es esto o nada".

Salí y la recepcionista me sonrió, triunfante.

—Ya te están esperando.

Tragué saliva. ¿Me están? ¿Varias personas? Entré en la oficina, y para mi sorpresa....

 ¿Me están? ¿Varias personas? Entré en la oficina, y para mi sorpresa

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.

😎 comencemos con esta magnífica historia
🔥🔥🔥

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora