—Huyo porque me aterra que me lastimes, Alessandro. Esto que ambos estamos teniendo ha sido muy explosivo, muy intenso. Yo he sido sincera contigo desde el día uno, pero siento que no es recíproco.
Él me miró con curiosidad y sorpresa.
—¿Por qué dices que no es recíproco?
—Porque no sé de ti lo que quisiera saber. Por momentos no sé qué paso dar contigo sin que pise una bomba que explote en mi cara, como ocurrió en la casa de la playa. —Hice una pausa, sintiendo que mis palabras comenzaban a tambalear—. Puedo entender que tengas barreras forjadas por lo que te pasó, entiendo que quieras privacidad en tus heridas —continué, mirándolo con seriedad—. Pero creo que si he compartido mis traumas y mi cuerpo contigo, por lo menos me gustaría saber a qué atenerme más adelante. No quiero dar pasos en falso para que después tú me mandes al caño y luego pidas perdón. Es un ciclo vicioso y muy tóxico. No quiero pasar por eso.
Él suspiró fuerte, como buscando fuerza para hablar.
—Lo que leíste... en parte es verdad. Andrea era mi prometida, la mujer con la que pensé que formaría una familia. Para aquel entonces, la consideraba la mujer de mi vida.
Sentí algo en mi pecho al escuchar esas palabras. Tal vez me sentí identificada con su dolor... al fin y al cabo, yo también sentí lo mismo con Leonardo.
—Pero no fue así —continuó Alessandro, su voz cargada de una melancolía que me rompió por dentro—. Ella simplemente se fue cuando pasó lo del accidente. Mientras yo luchaba por mi vida, ella se esfumó, nadie supo de ella. Intenté buscarla porque necesitaba una explicación, necesitaba respuestas, pero eso nunca pasó. Fue como si la tierra se la hubiese tragado. —Su mirada se perdió en un punto fijo, como recordando esos momentos—. Su familia no dijo nada; ellos luego también desaparecieron.
—Lamento que hayas pasado por eso, Alessandro —dije con sinceridad, porque nadie merece ser abandonado sin explicación alguna.
Él me miró con ojos abrillantados, casi al borde del llanto.
—Eso ya no importa... aunque debo confesarte que aún me pregunto por qué se fue.
Mi cuerpo se tensó al escuchar eso.
—¿Tú aún sientes algo por ella? —Las palabras salieron de mis labios antes de que pudiera detenerlas.
Él guardó silencio un momento.
—Ha pasado mucho tiempo, Juliana. Eso quedó en el pasado. Solo queda la curiosidad... y, no te mentiré, algo de resentimiento.
En mi mente procesé lo que acababa de decirme. Eran sentimientos al fin y al cabo, y no lo culpaba. Fue alguien importante para él. Pero igual siento que no había respondido mi pregunta del todo.
—Hey, no pienses nada más allá de lo que te he dicho. Te he confesado esto porque siento haber sido injusto contigo ese día. Llevo años llevando a cabo ciertas prácticas para auto castigarme... —bajó la mirada, avergonzado—. Me avergüenza reconocerlo. Pero es algo que no puedo dejar de hacer de la noche a la mañana. Ese día... sentí culpa de sentirme bien y leí las noticias del accidente... y también de cuando Andrea desapareció.
Hizo una pausa y me miró fijamente.
—Lamento haberte tratado de esa forma. No lo merecías, y menos después de lo que hicimos juntos la noche anterior... y después, en la mañana, en mi comedor.
Mi corazón latía con fuerza mientras lo escuchaba.
—Déjame enmendar mi terrible error... esta noche y... todas las que sean posibles.
Su voz era un susurro cargado de promesas, y en ese instante, sentí que las palabras me abandonaban. Solo pude mirarlo, con el corazón acelerado y la mente llena de emociones que no podía ordenar. Y sin pensarlo, llevé mis dedos al borde de su camisa, sin estar segura de qué hacía. Alessandro se acercó de nuevo, esta vez sin contenerse. Sus labios se fundieron con los míos, y el mundo desapareció.
Cada beso suyo era como el chocolate que había preparado: cálido, intenso y lleno de matices. Y yo, perdida en esa cocina en mitad de la noche, me dejé llevar, saboreando cada instante, cada caricia, cada susurro.
No sabría decir cuánto tiempo pasó. Solo recuerdo que, al abrir los ojos, el ramo de rosas estaba sobre el mesón, y el aroma del chocolate y de las flores llenaba la cocina. Alessandro me sonreía con esa mirada de triunfo y complicidad que solo él sabía tener.
—Así que... ¿compartimos el chocolate? —preguntó, sin dejar de sonreír—. Quiero llevarte a un lugar especial para mí. Déjame esta noche reparar el daño que te hice.
Algo dentro de mi se emocionó ante tal propuesta. Sabía que mi cuerpo traicionero necesitaba de él y todo lo que me ofrecía. Así que una vez más confíe... una vez más me iría con él. No sabía si era correcto pero decidí dejarme llevar por lo que el corazón mandaba, aunque mi mente indicaba un "no te entregues por completo" hice caso omiso, dejándome llevar por lo que realmente quería.
Gracias por leer, regálame un voto eso me anima a seguir escribiendo esta deliciosa historia
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...