La situación no mejoró durante los días siguientes. Laura parecía empeñada en demostrar que yo no encajaba. Me corregía cada vez que tenía oportunidad y hacía comentarios en voz baja que Alessandro ignoraba... o tal vez simplemente no notaba. Sin embargo, yo no iba a dejar que ella me intimidara. Sabía que, de alguna forma, me veía como una amenaza, y mi pregunta era: ¿por qué?
Era hermosa, sí, físicamente hablando, pero como persona era otra historia. Siempre intentaba llamar la atención de Alessandro más allá de lo profesional, y este la ignoraba olímpicamente en ese ámbito. Noté que era muy buena en su trabajo; de hecho, Alessandro confiaba en ella para muchos pedidos importantes. Reconocía su talento en la cocina.
Yo esperaba que su intensidad hacia mí disminuyera con el tiempo, pero parecía no tener fin. Me incomodaba tanto que había momentos en los que me provocaba darle un sartenazo y ver si se olvidaba de mí. Pero si lo hacía, quedaría sin empleo... y muy posiblemente detenida por intento de homicidio frustrado.
Llegó el viernes por la noche, y como cada semana, el restaurante cerró temprano. Los empleados comenzaron a relajarse. La música llenó el aire, y todos se transformaron de chefs concentrados a bailarines improvisados, celebrando el final de una semana agotadora. Alessandro siempre insistía en estas pequeñas fiestas, y esta vez parecía que todos estaban más animados que nunca.
En algún punto de la noche, alguien propuso que cada empleado mostrara su "talento secreto" para bailar. Uno a uno, subieron a la pequeña tarima improvisada. Cuando llegó mi turno, noté que Laura me observaba con una sonrisa desafiante, como si esperara que me avergonzara.
—De ninguna manera, pelos de elote —pensé.
Subí a la tarima con una sonrisa, respiré hondo y decidí mostrarles un lado que no conocían de mí.
La música comenzó a sonar, un ritmo sensual que me llevó a moverme de una manera que nunca me había atrevido a mostrar en este entorno. Empecé a bailar, moviéndome al ritmo de la música, y de repente, mi imaginación se desató.
Visualicé cada movimiento con una intensidad que casi me hizo creer que estaba sucediendo en realidad.
En mi mente, me bajaba de la tarima, caminando con seguridad hacia Alessandro, sintiendo la mirada de todos en mí. A medida que avanzaba, mis caderas se movían al ritmo de la música, cada paso lento y deliberado. Cuando llegué a donde él estaba sentado, vi su expresión: una mezcla de sorpresa e intensidad que me hizo sonreír.
Sin pensarlo, me senté en sus piernas y comencé a moverme sensualmente, sintiendo su respiración acelerar y el calor de sus manos en mi cintura.
Era perfecto. Yo, en control; Alessandro, rendido ante mis movimientos. La música, nuestros cuerpos, la electricidad en el aire...
Hasta que la realidad me dio un golpe de frente.
De un momento a otro, la imagen de mi fantasía se esfumó, y me encontré de vuelta en la tarima, mirando a todos los empleados del restaurante mientras me movía de manera... absolutamente ridícula. Estaba imitando, sin darme cuenta, el famoso "paso del caballo" y, para rematar, levantaba los dedos índices hacia arriba como si fuera la reina de algún baile de secundaria.
Sentí el calor subir a mis mejillas al darme cuenta de cómo debía de verme realmente. Alessandro me miraba con una expresión que, lejos de ser de admiración, era de burla contenida. Él, junto con los demás, estaba al borde de la risa; algunos ya no podían contenerse y soltaban carcajadas. Incluso Laura, que hasta ahora me había observado con desdén, parecía no poder evitar reírse.
—¡Muy bien, Juliana! —gritó alguien desde el fondo, aplaudiendo entre risas.
Bajé de la tarima avergonzada, pero no pude evitar sonreír también. Sabía que, de alguna forma, había logrado relajar el ambiente, aunque no de la manera que había imaginado.
Mientras me acercaba a Alessandro, que ya no podía contener la risa, no pude evitar pensar en lo que habría sido si mis fantasías se hubieran hecho realidad. Luego caí en cuenta de algo: era la primera vez que lo veía reír desde que lo conocí. A decir verdad, no se veía nada mal. Por el contrario, esa risa lo hacía lucir más jovial y... guapo.
—Bonito talento, Juliana —me dijo Alessandro, aún con una sonrisa divertida.
—Gracias. Solo fue una probadita —respondí, guiñándole un ojo, intentando mantener la compostura, aunque sabía que él había visto algo más en mi expresión.
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.Uhhh pobre Juli ella queriendo dar todo en la pista (porque puede... Spoiler) pero la vergüenza se la comió... sin embargo me atrevo a apostar plata que no tengo que Alessandro no quedó atrás imaginándose cosas también.
Prendiendo los hornos porque los enemigos culinarios comenzarán a calentar sus sartenes y algo más 😎
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...