LOS FANSTASMAS DE ALESSANDRO

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Luego del "desayuno" y de volver en mí tras esa nube de placer intensa en la que estaba montada, subí a la habitación, me vestí con la ropa que Alessandro había mandado a comprar y bajé las escaleras.

Cuando llegué al salón, me sorprendió no verlo allí. En la mesa, noté su iPad encendido, y antes de apartar la mirada, algo llamó mi atención. La pantalla mostraba una noticia con una foto de Alessandro junto a una mujer desconocida, acompañada de un titular impactante:

"El empresario Alessandro Fieri y Andrea Bruce dan por terminada su relación tras el accidente que cobró la vida de Rodolfo Fieri. Alessandro sigue luchando por su vida mientras Andrea se va sin decir adiós."

¿Andrea Bruce? El nombre resonó en mi mente mientras la curiosidad se apoderaba de mí. Comencé a leer el artículo, y cada palabra desvelaba un lado de Alessandro que aún desconocía. Sabía que había sufrido una tragedia, pero no hasta ese nivel... y mucho menos que esa mujer lo hubiera abandonado en el peor momento.

Intenté dejar el iPad sobre la mesa, pero un escalofrío me recorrió la espalda. Sentí la presencia de Alessandro detrás de mí.

Al girarme, me encontré con una expresión completamente distinta en su rostro. Sus ojos, antes cálidos y vulnerables, ahora estaban fríos como el acero. Antes de que pudiera decir algo, me arrebató el iPad con un movimiento rápido.

—¿Qué haces con eso? —su tono era cortante, casi glacial.

El peso de su mirada me hizo sentir como si hubiera invadido su espacio más íntimo.

—Lo siento, Alessandro. Solo... lo vi y me dio curiosidad. No tenía idea de esa parte de tu vida —intenté explicarme, esperando que entendiera.

Pero en lugar de calmarse, su rostro se endureció aún más.

—No te metas en mis cosas. Me descuido un segundo y ya estás husmeando en lo que no te concierne —espetó, cada palabra cargada de frialdad.

La ira comenzó a bullir en mi interior. Inspiré hondo, tratando de no perder la calma.

—A ver, mijito, primero que nada, bájale dos rayas al tono, ¿sí? No estoy aquí para que me hables así —respondí con firmeza, cruzándome de brazos—. Vi tu foto junto a esa chica y me dio curiosidad. No me habías hablado de ella.

—No tengo por qué hacerlo —replicó sin dudar, sus ojos clavándose en los míos.

Le lancé una mirada incrédula.

—¿Ah, no? Bueno, supongamos que no tienes por qué contarme nada, pero no necesitas hablarme como si fuera una extraña.

—Es que no soporto que seas tan curiosa. Mi vida pasada amorosa no es asunto tuyo, ¿entendido?

Sus palabras me golpearon como un puñetazo. No solo por lo que decía, sino por la dureza con que lo hacía. Por un instante, algo en su rostro pareció suavizarse, como si se diera cuenta de su error, pero ya era demasiado tarde.

—Déjalo así —dije, con la voz más calmada de lo que realmente sentía—. Después de anoche y esta mañana, después de que me confesaste todo lo que llevas dentro tras el accidente, ¿sales con este chorro de babas? No quiero excusas.

—Juliana, ya te conté una parte de lo que me duele, pero no esperes que tenga que decirte absolutamente todo. No funciona así.

—De acuerdo —respondí fríamente, dando un paso hacia atrás—. Llámale a quien sea para que venga a buscarnos. Ya no tengo nada que hacer aquí.

Él asintió, inexpresivo.

—Como quieras, Juliana.

En cuanto salió del salón, mi mente comenzó a dar vueltas. La noche anterior había sido mágica, y esta mañana aún más. Por un instante, pensé que estábamos construyendo algo real. Pero su reacción me dejaba claro que seguía atrapado en el pasado, y yo no iba a soportar eso.

Cuando llegó el yate, Alessandro parecía más calmado, pero no tenía intenciones de hablar. Nos embarcamos en un silencio tenso. Sentía sus ojos sobre mí, pero me negué a mirarlo. ¿Cómo se atrevía a reaccionar así después de todo?

Al llegar a nuestro destino, bajé rápidamente, decidida a poner distancia entre nosotros antes de que me dejara arrastrar de nuevo por su caos emocional.

—Juliana, espera —su voz resonó a mis espaldas, pero no me detuve.

Aceleré el paso, pero en un movimiento rápido me alcanzó, sujetándome del brazo. Lo miré con furia, zafándome de su agarre.

—¿Qué? ¿Tienes un ataque de bipolaridad o qué? ¿O ahora resulta que tienes la menstruación?

Por un instante, Alessandro pareció sorprendido. Una sombra de culpa cruzó su mirada.

—Juliana, hay temas que para mí aún son intocables.

Mi paciencia estaba al límite. Inspiré profundamente antes de responder.

—Pues si tu antigua relación es uno de esos temas intocables, entonces no tengo nada que hacer contigo. No voy a meterme con alguien que arrastra su pasado amoroso como una bandera roja. Ya pasé por esto antes, y no pienso repetirlo.

Sin darle tiempo a responder, me di la vuelta y comencé a caminar. Sentí su mirada clavada en mi espalda, pero no me importaba. Había sido lo suficientemente clara. Alessandro Fieri podía quedarse con sus fantasmas; yo no iba a ser uno más en su colección.
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Íbamos tan bien cierto? Hay círculos viciosos que no se dejan de la noche a la mañana 🫣🥺

Íbamos tan bien cierto? Hay círculos viciosos que no se dejan de la noche a la mañana 🫣🥺

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