TRAUMA

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Después de que Alessandro me confesara lo que llevaba guardado por tanto tiempo, el silencio en la sala se volvió profundo, pero no incómodo. Podía sentir el peso de sus palabras y el alivio que le había traído compartirlas. Nos quedamos así, sin decir mucho, hasta que él se recompuso y se sentó a mi lado, regalándome una sonrisa más tranquila.

—Tengo que hacer una llamada a mi sobrina. Lo hago todos los días —explicó con un tono suave, casi protector.

Me contó que la pequeña sufría crisis de llanto y que su voz era lo único que lograba calmarla, ya que, al parecer, él y su hermano tenían un tono de voz muy similar.

Asentí, dejándolo ir. Mientras salía, me quedé en la sala, inmersa en mis pensamientos, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Alessandro no era el hombre frío y distante que siempre mostraba ser; había tanto dolor en él que ahora veía su dureza desde otra perspectiva. Quizás, después de todo, estábamos más conectados de lo que pensaba.

Regresó al cabo de unos minutos. Cuando nuestras miradas se encontraron, algo en su expresión me hizo sentir segura, como si no hubiera nada más en el mundo que él quisiera ver. El silencio entre nosotros no era incómodo, sino cargado de algo indescriptible. Fue entonces cuando un gruñido inesperado rompió el momento: mi estómago.

El hambre me traicionaba en el peor momento posible.

Me sonrojé al instante. Alessandro esbozó una sonrisa que mezclaba ternura y diversión.

—Parece que alguien tiene hambre —comentó, alzando una ceja.

—Quizá un poco —murmuré, sintiéndome ridícula.

—Ven, te prepararé algo. ¿Quieres acompañarme a la cocina o prefieres esperar aquí? —preguntó, aún sonriendo.

—Te acompaño —respondí sin dudar.

Lo seguí hasta la cocina, pero al entrar, me quedé sin palabras. Era un espacio majestuoso, moderno, con cada detalle diseñado para alguien que amaba cocinar. Mis ojos recorrieron los acabados brillantes y la amplitud del lugar, incapaces de ocultar mi asombro. Alessandro notó mi reacción y soltó una risa divertida.

—¿Te gustaría cocinar conmigo? —preguntó en un tono que hizo que mi corazón diera un pequeño brinco—. Podemos preparar algo para el almuerzo, la cena... y tal vez el desayuno del día siguiente.

Sus últimas palabras me tensaron. Lo miré con una mezcla de sorpresa y desafío.

—¿Desayuno? —repetí, arqueando una ceja.

Una sonrisa traviesa se asomó en su rostro.

—Tranquila, es broma... aunque, si quieres, no lo es —añadió con picardía.

No pude evitar reír. Su broma rompió la tensión del momento, y esa risa compartida creó un puente entre nosotros. Nos pusimos manos a la obra, y para mi sorpresa, todo fluyó con una facilidad inesperada. Nos movíamos en perfecta sincronía, compartiendo utensilios y completando los pasos de la receta como si hubiéramos cocinado juntos toda la vida. Cada vez que nuestras manos se rozaban o nuestras miradas se encontraban, sentía una electricidad en el aire que era imposible ignorar.

Cuando terminamos, nos sentamos a comer. Cada vez que levantaba la vista, Alessandro estaba ahí, mirándome con una intensidad que me dejaba sin aliento. Era como si sus ojos pudieran ver más allá de lo superficial, explorando partes de mí que ni yo misma conocía.

Después de la comida, él llevó los platos a la cocina. Al regresar, traía en las manos un pequeño postre de chocolate que parecía haber sido preparado con un esmero especial.

—Vamos a la sala —dijo, y lo seguí.

Nos sentamos en el sofá, pero esta vez él se acercó más de lo necesario, invadiendo deliberadamente mi espacio personal. La cercanía me ponía nerviosa, pero no quería apartarme.

—Abre la boca —dijo de repente, con un tono entre pícaro y encantador.

La sorpresa me hizo obedecer. Él acercó una cucharita con un poco de la crema de chocolate, y el sabor dulce y amargo se deshizo en mi boca. No pude evitar disfrutarlo lentamente, mientras mantenía su mirada fija en la mía.

—Aquí quedó más crema —susurró con voz grave, señalando un pequeño rastro en la cuchara.

—Quiero más —respondí, quizá con más intención de la que pretendía.

Su sonrisa se volvió oscura, cargada de una promesa tácita. Alessandro tomó la cucharita, pero esta vez, su dedo índice terminó intencionalmente manchado de chocolate.

—Creo que me he ensuciado... —dijo, sosteniendo mi mirada con una intensidad que hizo que mi pulso se disparara—. ¿Puedes limpiarme?

Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Sin pensarlo demasiado, me incliné hacia su dedo y deslicé mi lengua sobre el chocolate, limpiándolo lentamente. La tensión era palpable; cada segundo parecía una provocación, una danza silenciosa hacia algo inevitable. Cuando estaba frente Alessandro, ni yo me reconocía, sentía un fuego inexplicable muy difícil de contener.

Antes de que pudiera reaccionar, Alessandro tomó mi nuca con intensidad y me besó. Fue un beso lleno de todo lo que habíamos contenido hasta ahora: deseo, emoción, vulnerabilidad. Mis manos se aferraron a su camisa mientras sus labios descendían por mi cuello, dejando una corriente eléctrica en cada caricia.

—Ya no aguanto más, Juliana... necesito hacerte mía —susurró, su voz ronca y cargada de deseo.

Mi corazón latía con fuerza, y aunque mi cuerpo lo deseaba, algo en mi mente encendió una alarma.

Me aparté bruscamente, sintiéndome culpable y abrumada. Alessandro me miró con una mezcla de preocupación y deseo reprimido.

—¿Estás bien? —preguntó, su voz suave pero firme.

Negué con la cabeza, incapaz de sostener su mirada. Una parte de mí quería correr, pero la otra sabía que era momento de enfrentar lo que llevaba tanto tiempo enterrado.

Esta noche alessandro había confiado en mí, entonces yo también lo haría, confiaría en él. Le contaría lo que llevo desde hace mucho tiempo guardado. Esta noche desnudaría mi alma ante sus ojos.
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Holissss!!! Vamos conociendo más a fondo a nuestros personajes principales, valdrá la pena esta conversación para que ambos en especial Juliana de rienda suelta a su pasión contenida por Alessandro. Hoy doble actualización. ❤️‍🩹

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora