CELOS

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Juliana

La atmósfera en el salón era eléctrica, llena de aromas intensos y el murmullo constante de chefs, asistentes y jueces que pasaban de una estación a otra. Cada cocinero tenía su propio espacio para mostrar su talento, y sabía que esta era mi oportunidad para destacar.

En mi estación, comencé a preparar el plato que me había llevado hasta aquí: La Cochinita Pibil. Mientras organizaba los ingredientes, sentí la mirada de Alessandro desde el fondo del salón. Podía notar cómo sus ojos seguían cada uno de mis movimientos, pero traté de mantenerme enfocada en mi trabajo. No iba a dejar que me desconcentrara, aunque su presencia siempre tuviera ese efecto en mí.

Tomé la carne y empecé a marinarla con achiote y jugo de naranja agria, los ingredientes que le daban ese sabor característico a la cochinita. "El achiote," pensé mientras mezclaba los ingredientes, "es el alma del plato, con su color vibrante y su sabor terroso. La naranja agria no solo lo complementa, sino que ablanda la carne, haciéndola irresistible." Me aseguré de que cada fibra estuviera impregnada de la marinada antes de envolverla en hojas de plátano, que conservarían su jugosidad y le aportarían un toque ahumado.

Metí la cochinita en el horno, sabiendo que el tiempo y la paciencia eran esenciales para alcanzar la perfección. Mientras esperaba, preparé las guarniciones: cebolla morada marinada en limón y habanero, y tortillas hechas a mano. Cada elemento debía ser impecable para resaltar el plato principal.

Después de un par de horas, el momento llegó. Con cuidado, saqué la carne del horno y la desmenucé, dejando que su textura suave y su color vibrante brillaran. Coloqué cada porción en el plato, acompañada de las guarniciones y una salsa picante que daba el toque final. Observé mi creación, satisfecha, antes de llevarla al jurado.

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Alessandro

La presentación final era impecable. La carne se veía jugosa, acompañada de cebolla morada y tortillas frescas. Desde el primer bocado de los jueces, supe que Juliana había ganado. Vi cómo sus rostros se iluminaban con cada mordida, y una parte de mí se llenó de orgullo. Nadie podía superarla.

Pero mi satisfacción no duró mucho. Mientras observaba, algo desvió mi atención. Uno de los jueces, un hombre alto, de cabello negro y ojos azules, se acercó a Juliana con una expresión demasiado amigable para mi gusto. Su sonrisa fácil y el modo en que le hablaba encendieron una alarma en mi interior. ¿Quién demonios era este tipo?

Lo vi estrecharle la mano y, para mi desgracia, ella le devolvió la sonrisa. Sentí una punzada en el pecho que se transformó rápidamente en una ola de celos. Intenté aparentar calma, pero no podía apartar la vista de ellos. Así que me acerqué un poco más para oír lo que le decía.

—Definitivamente tienes talento. Aunado a tu belleza, eres increíble —dijo él, y su tono despreocupado solo avivó mi furia.

¿Belleza? ¿En serio?  No era tonto, sabía lo que intentaba. Y no iba a quedarme de brazos cruzados viendo cómo otro hombre intentaba acercarse a mí Juliana. Antes de darme cuenta, ya estaba de pie junto a ellos, con una expresión que probablemente no era la más amistosa. Sí, me desconozco, jamás me vi en la necesidad de tener que marcar territorio como un macho alfa, siempre pensé que no sufría de celos. Pero que equivocado estaba.

—Juliana, parece que has captado la atención de muchos —dije, manteniendo mi tono tranquilo, aunque mis puños estaban tensos. Mis ojos se clavaron en los de Mike, desafiándolo silenciosamente—. Pero no olvides que todavía estamos en competencia.

Ella levantó la mirada hacia mí, sus ojos mostraban una mezcla de sorpresa e incomodidad. Intentó calmar la tensión, pero yo no podía. El simple hecho de verlo tan cerca de ella era intolerable.

Mike sonrió, extendiendo su mano hacia mí como si no notara la tensión en el ambiente.

—Un gusto, Alessandro. Eres afortunado de tener una chef como Juliana en tu equipo. Su habilidad y... encanto son excepcionales.

¿Encanto? El control que intentaba mantener casi se rompió. Apreté su mano con más fuerza de la necesaria, manteniendo una sonrisa que seguramente no parecía tan amistosa.

—Sí, Juliana es excepcional. Nadie podría negarlo —respondí, sin soltar su mano de inmediato—. Aunque espero que todos podamos enfocarnos en la habilidad culinaria, no en... otros aspectos.

Mike soltó una risa, aparentemente relajado, pero había algo en sus ojos que no me gustó. Juliana, por su parte, parecía a punto de intervenir, pero antes de que pudiera hacerlo, se anunciaron los resultados.

Nuestro restaurante había ganado.

Vi el reconocimiento en los ojos de los jueces y sentí una oleada de orgullo por Juliana, estoy sería un gran avance para ella en su carrera así como el de mi restaurante. En realidad me importaba más ella y su trayectoria.

Pero ese triunfo no apagaba lo que sentía: una necesidad profunda de dejarle claro a Juliana, y a todos los que estaban en esa sala, que ella era mía.

Pero ese triunfo no apagaba lo que sentía: una necesidad profunda de dejarle claro a Juliana, y a todos los que estaban en esa sala, que ella era mía

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Doble actualización

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Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora