PRIMERA VEZ, SOLO TÚ

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Nos besamos hasta que los labios duelen. Él comienza a subir la sudadera hasta dejarme en mi desnudez.

—No me cansaré nunca de tus senos, son hermosos, tan deliciosos.

Me toma de las caderas en un impulso, y quedando a horcajadas encima de él, se lleva uno de mis senos a su boca. Gruñe, deleitándose. Siento cómo su desespero aumenta; busca meterlo todo en su boca, pero no cabe porque mis senos son grandes, y eso parece enloquecerlo. Yo, descaradamente, comienzo a frotarme contra él. Sus manos bajan para aferrarse a mis glúteos.

—Tu culo es mi obsesión —me dice, dándome un fuerte palmazo.

Siento electricidad. No negaré que arde, pero se siente delicioso. Dirige su mano hasta la entrada de mi centro y sonríe al sentir que ya estoy mojada de nuevo.

—Estás tan mojada, leoncita.

Cambia de posición y me coloca acostada boca arriba. Él se posiciona entre mis piernas, y me tenso al sentir su dura y gran polla en mi entrada.

—Shhh, tranquila, confía en mí.

Asiento a lo que me dice. Vuelve a besarme con una intensidad que me deshace por completo. Su lengua acaricia la mía en una danza placentera que hace desconectarme del mundo real. De un momento a otro, se separa de mis labios.

—Maldición... —lo dice en un susurro para sí mismo—. Espérame un momento, ¿sí?

Se levanta y busca rápidamente algo en una gaveta cerca de la cama. Es un condón. Bueno, el momento ha llegado; ya no hay vuelta atrás. En realidad, no quiero que haya vuelta atrás.

—Acércate —escucho decirme con su voz gutural.

Voy hasta donde está, miro cada acción. Levanta el pequeño envoltorio color plata, rompe la punta y saca el condón.

—Pónmelo.

Me pone aún más caliente que me ordene las cosas, pero en mi vida he puesto un condón.

—No sé cómo. Enséñame.

Veo en sus ojos que a él le complace mi sumisión. Lo toma y lo medio coloca en la punta de su pene.

—Bájalo con tu boca hasta el final.

Hago lo que me dice. Lo adentro en mi boca y voy bajando el condón poco a poco. Siento las venas de su polla; la textura se siente demasiado bien para ser real.

Cuando termino de colocarlo con la mano, porque no entra todo en mi boca, él está jadeando nuevamente. Me toma por los hombros y me lleva hasta sus labios para besarme. Siento que su piel está que arde. Me acuesta y se posiciona encima de mí, sigue besándome sin darme tregua alguna, como si quisiera desconectar mi mente para no pensar en lo que viene ahora.

Siento la punta en mi entrada. Comienza a mover sus caderas y empujar lentamente hacia adentro. Estoy tan mojada que facilita el trabajo que hace. De repente, empiezo a sentir una presión dolorosa y me tenso. Él para y me mira a los ojos; su respiración profunda me hace saber lo contenido que está.

—¿Estás bien? ¿Quieres que pare?

Oigo lo contenido que está y lo difícil que ha de ser para él preguntarme si quiero que pare.

—Estoy bien, quiero seguir.

Él asiente y vuelve a mis labios. Me relajo en su beso. Vuelve a menear sus caderas hacia mí. El ardor se va intensificando más. Él abandona mis labios y, mientras se mueve, me mira fijamente. Yo trato de cerrar los ojos para no pensar en el dolor.

—Mírame a los ojos —ordena.

Abro los ojos y lo miro. Siento cómo él sigue moviéndose, buscando entrar más. Joder, duele como la mierda. Lágrimas empiezan a brotar de mis ojos.

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora