TAM TAM DEL DESEO

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Alessandro

Había organizado un viaje para recompensar el esfuerzo del equipo. Ganar cinco estrellas Michelin no era cualquier cosa; todos lo merecían. También era una excusa perfecta para distraerme de Juliana y de la frustración que su presencia me provocaba. Desde aquella vez del marinado en la cocina, lo pensé mejor y nuevamente me había propuesto mantener la distancia. ¿Qué tan difícil podía ser?

Muy difícil.

Incluso había permitido que Laura me siguiera por el resort, aunque cada segundo a su lado fuera un suplicio. No sé a quién intentaba engañar con esa absurda tortura autoimpuesta. Y, por si fuera poco, Juliana me había visto salir de mi habitación con Laura. Capté el destello de decepción en sus ojos antes de que lo ocultara tras una máscara de indiferencia. Perfecto. Que lo sepa, pensé. Es mejor así.

Pero no fue mejor. Me sentí como un maldito imbécil. Laura solo había venido a mi habitación para que firmara un documento, pero se metió sin permiso, y tuve que salir de inmediato para evitar... complicaciones. Esa mujer sería capaz de cualquier cosa, y no estaba dispuesto a correr riesgos.

Al día siguiente, organizamos un paseo en yate por la isla. Mientras hablaba con algunos compañeros, algo captó mi atención y, al levantar la vista, la vi. Juliana. Maldición, no de nuevo...

Bajaba por las escaleras del hotel con un traje de baño fucsia que abrazaba cada curva de su cuerpo como si hubiera sido diseñado para ella. El sol se reflejaba en su piel bronceada, y cada paso que daba hacia el yate era un golpe directo a mi autocontrol. Sentí cómo el aire me abandonaba y el calor subía por mi cuerpo. Ella sabía lo que estaba haciendo, y yo no podía apartar la vista. ¡Como cosa rara!.

Intenté concentrarme en cualquier otra cosa, pero era inútil. Más aún cuando noté que otros hombres también la miraban. Cada mirada ajena era como una chispa en un incendio que ya estaba fuera de control. Parecía un bucle el efecto que causaba esta mujer sin salida.

Cuando llegamos a una playa privada, instalamos una pequeña fiesta. Todo parecía estar bajo control hasta que escuché los primeros acordes de One Dance de Drake. Juliana salió a la pista improvisada junto con otras compañeras, y cada movimiento de sus caderas era un desafío directo hacia mí.

Pero lo peor vino después. La música cambió a un ritmo venezolano lleno de tambores, vibrante y provocativo. Y Juliana... mi Juliana... se transformó en una diosa de fuego en medio de la pista.

Cada golpe de tambor parecía sincronizado con sus movimientos. Sus caderas ondulaban al ritmo de la música, y yo no podía apartar los ojos de ella. El bikini fucsia resaltaba su figura de una manera que me volvía loco. Cada giro, cada movimiento, era un recordatorio de todo lo que deseaba y de todo lo que intentaba evitar.

Vi cómo los hombres la rodeaban, sus miradas llenas de admiración y deseo. Quise arrancarlos de ahí, apartarlos, gritarles que no la tocaran. ¡Era mía! esa era la verdad.

Entonces, un hombre se acercó a ella, ofreciéndole la mano para bailar. Ella aceptó con una sonrisa... una sonrisa que no estaba dirigida hacia mí.

Fue la gota que colmó el vaso.

Antes de darme cuenta, por segunda vez fui impulsado por los celos, ya estaba cruzando la pista. Mis pasos eran firmes, y la rabia me consumía con cada metro que acortaba entre nosotros. Cuando llegué, dirigí una mirada al hombre que dejaba claro que no era bienvenido.

—Tengo que bailar con mi mujer —dije con voz firme, sin siquiera pensarlo.

Vi el asombro en los ojos de Juliana, seguido de una chispa de ira.

—¿Quién te crees que eres para decir eso? —me espetó, intentando apartarse, pero no iba a dejarla ir tan fácilmente.

La tomé del brazo y la atraje hacia mí, pegándola contra mi cuerpo. Su calor era un castigo y un placer al mismo tiempo.

—O bailas conmigo —susurré en su oído, dejando que mi aliento rozara su piel—, o te llevo en mi hombro y te saco de aquí. Tú decides.

Sus ojos ardían, reflejando rabia y deseo en igual medida.

—Eres un imbécil —murmuró, pero no se movió.

Comenzamos a bailar, y cada movimiento suyo era un castigo. Sus caderas se alejaban de mí con cada giro, pero luego volvía, más cerca, más desafiante. Sabía lo que estaba haciendo, y yo estaba al borde de perder el control.

Entonces, en el momento más inesperado, se giró y se alejó, dejándome solo en la pista de baile.

La vi irse, su cabello ondeando con el viento, y no pude evitar reírme entre dientes. Juliana estaba jugando conmigo, desafiándome.

Pero esta batalla aún no terminaba.

Sin perder tiempo, fui tras ella, sabiendo que no me detendría hasta que la tuviera, hasta que la hiciera entender que, aunque lo negara, ella también era mía. Y esta noche, ni los tambores ni su actitud altiva iban a cambiar eso.
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Dejo una foto referencia de nuestra juliana con su traje de baño enloquecedor 😍

Preparadas porque viene en el próximo capítulo un Alessandro algo diferente a lo que hemos conocido de él. 🫶

Feliz inicio de semana! Gracias por leerme

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