Narra Alessandro:
La observo mientras guarda en silencio los chocolates y los ingredientes en una pequeña caja. La verdad es que Juliana no tiene idea de a dónde la estoy llevando ni de lo que este lugar significa para mí, pero eso es lo que lo hace aún más especial. Me doy cuenta de que me permito bajar la guardia con ella, hay una conexión que va más allá de lo superficial, algo que ni siquiera puedo explicar.
Durante el camino, el silencio entre nosotros es cómodo, casi acogedor. Las luces de la ciudad quedan atrás, y poco a poco, el paisaje se vuelve más sereno. Nos dirigimos a mi refugio, a esa cabaña donde suelo ir para desconectar del mundo, para cocinar, para crear... para ser yo mismo. Nadie ha estado ahí conmigo. Ni siquiera Andrea. Pero con Juliana siento una libertad que no puedo ignorar, como si este lugar estuviera destinado a recibirla.
Al llegar, veo la expresión de asombro en su rostro. Sus ojos recorren cada detalle de la cabaña, y me maravillo de lo fácil que es perderme en su mirada. De repente, el lugar parece aún más hermoso, como si ella lo completara. La veo sonreír, y me doy cuenta de lo hermosa que es Juliana en realidad. No solo su apariencia, sino esa luz que tiene, esa pasión que compartimos y que me hace sentir más vivo.
—Es... impresionante —susurra, y siento una punzada de satisfacción.
Le doy espacio para explorar y la sigo en silencio mientras observa la biblioteca. La veo pasar los dedos por los lomos de los libros, y sonrío al ver esa expresión de fascinación en su rostro. Ella parece una niña en una tienda de juguetes, encantada con cada título, cada volumen.
Sin pensarlo, me acerco a ella, casi en un susurro, y le digo al oído:
—Ven, quiero mostrarte la cocina.
La invito a seguirme, y noto cómo deja el libro con una mezcla de reticencia y curiosidad. Es una delicia verla descubrir cada rincón de mi mundo. Al llegar a la cocina, su rostro se ilumina de nuevo, y sé que le gusta. Esa expresión de sorpresa y admiración me hace sentir... orgulloso. Sí, orgulloso de haber creado un lugar que ella pueda disfrutar tanto.
—Ponte cómoda, cocinaremos como yo suelo hacerlo cada vez que vengo aquí —le digo de manera misteriosa.
Ella asiente, sin preguntar, recogiendo su cabello y remangando las mangas de su camisa, pero no es eso lo que tengo en mente. Así que me acerco y, con suavidad, detengo sus manos.
—No, Juliana. Quítate la ropa —le digo con un tono que mezcla travesura y desafío.
Por un instante, veo la confusión en sus ojos. Sus mejillas se tiñen de un leve rubor, y su expresión me dice que está procesando mis palabras. Pero quiero que lo haga, que se atreva a romper las barreras, a sentir lo que yo siento cuando cocino aquí. Este lugar es mi santuario, y quiero que lo viva sin restricciones, sin las barreras que ponemos en el mundo exterior.
—Alessandro, yo... no sé si...
—Vamos, ya te he visto antes así —le digo, tratando de hacerla sentir segura.
Sé que la estoy tentando, que estoy jugando con algo peligroso, pero verla así, dudar, morderse el labio mientras decide... es algo que me resulta imposible ignorar. Finalmente, toma aire y, con una determinación que admiro, comienza a quitarse la blusa. Cada prenda que cae al suelo me llena de una sensación que no había experimentado antes, una mezcla de deseo y respeto por su valentía.
Cuando ella queda en su ropa interior, no puedo evitar recorrerla con la mirada. Cada centímetro de su piel parece llamarme, y tengo que recordarme que esto es un ejercicio de control. Tomo aire, tratando de mantener la compostura, pero sé que mi respiración se ha vuelto más profunda. Me esfuerzo en concentrarme y comienzo a desvestirme también, consciente de que ella me observa con hambre al ver que quedó solamente en mis bóxers color negro.
Finalmente, estamos los dos en la cocina, en ropa interior y rodeados de ingredientes, como si estuviéramos a punto de crear algo más que un simple plato. La tensión en el aire es palpable, pero trato de mantenerme enfocado.
Comenzamos a cocinar juntos, y aunque el contacto es mínimo, cada roce parece encender una chispa. Es imposible ignorar la atracción, el deseo latente que crece entre nosotros con cada minuto que pasa. Ella corta las verduras, concentrada, y me acerco a su espalda, sin poder resistirme.
—Estás cortando muy grueso —murmuro cerca de su oído, colocando mis manos sobre las suyas—. Los vegetales deben ser finos... a la "juliana". El contacto de nuestras pieles hace que la de ella se erice, pegó mi cuerpo al de ella, mi polla roza su espalda baja y ella se arquea restregándome su grande y firme trasero, es tan delicioso ver el efecto que causó en ella.
La miro, y ella cierra los ojos, dejándose llevar. Mi boca roza su cuello, besando suavemente cada rincón. Ella se apoya contra mí, y yo no puedo más. Mi control, esa disciplina que suelo tener, se desmorona. La giro hacia mí y nuestras miradas se encuentran. Hay deseo, sí, pero también algo más, algo profundo que me hace sentir vulnerable.
Nuestros labios se encuentran, y el beso es intenso, como si hubiera estado esperando toda una vida por este momento. La levanto y la coloco sobre la isla de la cocina. La cocina, mi refugio, se convierte en un lugar de entrega, de pasión sin barreras. Mis manos recorren su cuerpo, explorando, descubriendo. No hay palabras, solo el lenguaje de nuestras caricias, el ritmo de nuestros cuerpos.
En este instante, solo existimos nosotros, en medio de esta cabaña, rodeados del aroma de la cocina y del calor de nuestras pieles. En sus brazos, siento que he encontrado un lugar al que pertenezco, algo que va más allá de lo físico.
Los próximos dos capítulos +21 🫶❤️🔥.
Gracias por leerme y regálame un voto.
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...