UN TRATO INJUSTO

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El aire en la oficina estaba cargado, tan denso que me costaba respirar. La mirada de Alessandro era fría, severa, y su ceño fruncido parecía estar esculpido en piedra. Laura, en cambio, se había convertido en la actriz principal de su propio drama. Su llanto falso era irritante, y yo estaba al borde de perder la paciencia.

—Quiero explicaciones —dijo Alessandro, su tono bajo pero cargado de autoridad. Sus ojos me perforaron, haciéndome sentir como una niña regañada.

Tomé aire para hablar, pero él levantó la mano, cortándome antes de emitir una sola palabra.

—Juliana, no estoy justificando ese tipo de actos. Aquí no tolero ese comportamiento de baja categoría. Esto es un restaurante de clase mundial, no un lugar para gente corriente.

"Baja categoría" y "corriente". Esas dos palabras me golpearon como un ladrillo en el pecho. Sentí que mi dignidad se desmoronaba mientras Laura seguía sollozando como si yo la hubiera dejado al borde de la muerte.

—Alessandro... —empecé a decir, pero él giró la mirada hacia Laura.

—¿Qué ocurrió exactamente? —le preguntó con calma.

Laura, con su voz temblorosa y llena de fingida inocencia, comenzó su espectáculo:

—Juliana me acusó injustamente de haberle hecho trampa en el campeonato y... me abofeteó por venganza. Yo nunca haría algo tan bajo, Alessandro, tú sabes cómo soy. Solo quiero trabajar tranquila.

Mi mandíbula se tensó mientras escuchaba su sarta de mentiras. No podía creer lo descarada que era. Me preparé para responder, pero Alessandro habló primero.

—Laura, no te hagas la víctima conmigo. Yo vi lo que hiciste. Cambiaste los ingredientes, y no lo voy a tolerar. Por eso estás amonestada con dos sanciones. Una más, y estás fuera.

Un pequeño destello de satisfacción pasó por mi mente. Al menos él reconocía lo que ella había hecho. Pero esa chispa murió al instante cuando giró hacia mí, con una mirada aún más dura.

—Y tú, Juliana, ¿qué demonios fue eso allá afuera? Golpear a una compañera de trabajo es inaceptable, sin importar la provocación. No quiero ese comportamiento aquí.

Intenté hablar, justificarme, contarle cómo Laura había cruzado una línea al insultarme. Pero Alessandro no me dejó.

—No quiero excusas. —Su voz era cortante como un cuchillo—. Esta es tu segunda amonestación. Una más, y también estarás despedida.

—¿No vas a escuchar mi versión? —le solté con una mezcla de dolor y rabia. Mis ojos se encontraron con los suyos, pero él apenas parpadeó.

—Así no se resuelven las cosas, Juliana.

—¡Pero Laura me insultó! Me faltó al respeto y—

—¡He dicho que basta! —me interrumpió, su tono final como un portazo.

Una estocada. Así se sintió. Él nunca había alzado la voz de esa manera conmigo. La humillación me quemaba por dentro, pero la peor parte no era el regaño: era que no me creyera. Ni siquiera me dio el beneficio de la duda. Mientras Laura tuvo todo el tiempo del mundo para explicar su versión con lágrimas y sollozos, yo solo recibí un muro.

Apreté los puños, decidida a no llorar frente a él. Ya era suficiente con cómo me estaba haciendo sentir. Mis ojos se desviaron al suelo, evitando su mirada. No iba a darle la satisfacción de verme destrozada.

Alessandro pareció darse cuenta de mi silencio, porque algo cambió en su expresión. Su mirada ya no era tan fría, pero el daño estaba hecho. Su autoridad era lo único que lo guiaba en ese momento, y yo no era más que una empleada a la que podía reprender.

—Ya pueden retirarse. —Su tono era seco, casi mecánico.

Laura salió primero, con una sonrisa de triunfo que me revolvió el estómago. Pasó por mi lado y susurró:

—Te lo dije. No eres más que un pasatiempo para él.

No reaccioné. No podía. Mi mente ya estaba en otro lugar, enredada en preguntas que no quería responder. ¿Y si Laura tenía razón? ¿Y si realmente yo solo era un juego para Alessandro? Una distracción momentánea, mientras ella seguía siendo su mano derecha, la constante en su vida.

Alessandro, sin embargo, no dejó que me fuera. Su voz me detuvo cuando estaba a punto de cruzar la puerta.

—Juliana, quédate un momento.

Me volví, con el corazón latiendo rápido. ¿Iba a disculparse? ¿Iba a darme la oportunidad de explicarme?

—Quiero que entiendas algo. —Su tono seguía firme, pero había algo más, una especie de vacilación—. No confunda lo profesional con lo personal. Que tengamos... algo no significa que puedas comportarte como una mujer salvaje en mi restaurante. Esto no se trata de sentimientos. Aquí, tú eres una empleada, y yo soy tu jefe.

Algo. Esa palabra golpeó más fuerte que cualquier bofetada. "Algo". ¿Eso era lo que representaba para él? Ni siquiera tuvo el valor de darle un nombre a lo nuestro.

—Y como consecuencia de tu comportamiento, no puedo premiarte con el ascenso. El puesto de chef jefe quedará en veremos, dependiendo de si puedes comportarte profesionalmente.

No pude hablar. Si lo hacía, las lágrimas que contenía saldrían como una avalancha. Así que simplemente asentí, con la garganta cerrada por la humillación. No quería que me viera llorar, no otra vez.

Cuando finalmente me dejó ir, sentí que no solo había perdido un ascenso. Había perdido algo más, algo que no podía nombrar pero que dolía en lo más profundo de mí.

Alessandro se quedó en la oficina, y por la expresión en su rostro supe que algo lo carcomía. Quizá era culpa. Pero para mí, eso ya no importaba.


😱😰😥 pobre Juliana no merecía esto 😡🤬😡

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😱😰😥 pobre Juliana no merecía esto 😡🤬😡

Me provoca mandarle una 🩴 a Alessandro a ver si se reacciona.

¿Que hubiesen hecho uds en la posición de juliana?  Los leo 👀

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