LA VENGANZA TIENE SABOR A PASTEL MONT BLANC

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Narra Alessandro Fieri

Entro a la empresa, tomo el ascensor y recuerdo el acontecimiento de ayer. ¡Vaya, mujer más loca con la que me tropecé, y qué temperamento! En su momento me sorprendió lo enojona y altanera. Menos mal mi secretaria tenía un repuesto de ropa y pude cambiarme en la oficina. Yo sabía que no tenía que enojarme, pero como soy yo, obviamente iba a hacerlo.

Me encanta hacer sentir miedo en las personas; hacerlas sentir eso me alimenta el ego. Sí, seré malévolo para muchos, pero me gusta el poder y ejercerlo en los demás. Esa mujer insolente, muy valiente en hablarme así... Tenía prisa, así que se salvó. ¿Me pregunto si trabajará aquí?... Me río internamente al recordar lo roja que se puso cuando le pregunté si la mojaba. ¡Lo hice con doble sentido! No sé por qué se lo dije; no era el momento para algo así, solo salió de mí de manera espontánea, cosa que me preocupa, no suelo hacer eso en plena discusión con una simple mortal. Ojona y chaparra, es medio bonita, pero no una cosa del otro mundo; está como desalineada. Mis gustos son de mujeres refinadas, altas, ojos más pequeños, rubias, perfiladas, más elegantes. Ella... Ella se ve muy corriente, tiene una voz dulzona muy fastidiosa y huele a coco con vainilla, ¿a quién se le ocurre oler así? ¡Bah! Mejor me concentro en mis asuntos y dejo de pensar en ese momento tan irrelevante.

Llego a mi oficina; son las 7:30 a.m. Llegué muy temprano y hay un motivo de peso: necesito un chef para mi restaurante, sí, mi propio restaurante. Llevo los negocios con mi padre; estudié finanzas para esto, pero también soy chef graduado con honores. Tengo un restaurante propio porque quiero formar mi propio imperio, no quiero vivir a la sombra de mi padre.

Muchas veces resuelvo en la cocina, aunque por motivos personales ya no cocino a nivel profesional. Necesito un chef especializado, no solo en comidas saladas sino también dulces, con conocimientos en repostería francesa de manera urgente. ¡Tengo un evento dentro de una semana y no logro encontrar a alguien con ese perfil! Por esa razón vine temprano; quiero hablar con el chef jefe de aquí y preguntarle si él podría estar disponible para ese día o si conoce a alguien.

Tomo el desayuno que me trae mi secretaria y, al terminar, bajo de manera rápida para no perder más tiempo.

Llego a la cocina y veo a todos trabajar bajo tensión y presión. Así debe ser en el mundo de la cocina, según mi padre. Yo, en ese aspecto, soy más flexible. De lunes a jueves soy un maldito, y los viernes soy el mejor jefe del mundo porque mis empleados tienen un tiempo después de cerrar para divertirse y comer lo que quieran. Ya después de ahí, vuelvo a ser el jefe amargado y exigente. Así me funciona y todo marcha bien hasta ahora.

—¡Thomas! Buen día.
—Buen día, Alessandro, ¿qué se te ofrece por estas horas de la mañana? —El viejo me mira como sabiendo que necesito un favor... Desgraciado, sabe que en verdad estoy urgido. Fuera del restaurante somos amigos, por eso la confianza y la naturalidad con la que me trata.
—Ya que no respondes mis mensajes ni llamadas, tuve que venir hasta aquí a estas horas de la mañana, pero iré al grano. ¿Podrás ayudarme para la otra semana? Necesito a alguien que sepa de repostería francesa. ¡Tengo una petición muy importante, no puedo fallar!
—No podré ayudarte, lo siento. Y antes de que preguntes, aquí nadie sabe; solo yo sé de repostería francesa, y no, no sé de nadie que sepa. Tal vez deberías hablar con tu papá; él puede ayudarte —comenta el viejo.
—Sabes que no quiero deber favores a mi padre, tampoco es que a él le interese lo que estoy haciendo por mi lado. Mientras no falle en sus negocios, todo en calma con él.
—Ustedes son verdes y se entienden —comenta después de limpiarse la frente con un paño por la humedad que le ha ocasionado estar en la cocina.
—Déjame llamar a un amigo a ver si conoce a alguien. Puedes volver en unos 30 minutos para darte la respuesta.
—Vale, pero no demores mucho, necesito resolver rápido.

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora