Narra Alessandro:
Todavía estaba intentando recuperar el aliento, pero incluso en ese estado, no podía apartar mis ojos de ella. Juliana, con el cabello desordenado, el pecho aún subiendo y bajando de manera errática, y esa expresión de vulnerabilidad mezclada con deseo, era la imagen más hermosa y peligrosa que había visto en mi vida. Me sentí perdido, pero también completamente en mi lugar.
No pude resistirme. La atraje hacia mí, tomando su brazo con suavidad pero con firmeza, y la besé. Fue un beso intenso, crudo, cargado de todo lo que acabábamos de compartir y más. No importaba que ambos estuviéramos impregnados el uno del otro. De hecho, eso lo hacía mejor. Más nuestro.
—Me encantó demasiado comerte, leoncita —murmuré contra sus labios, con una sonrisa que sabía que la desarmaba.
Ella no respondió, solo asintió, y me di cuenta de que había algo diferente en su mirada. Bajó los ojos, como si de repente se sintiera vulnerable. Sabía lo que estaba pasando por su mente, lo veía en la forma en que evitaba mi mirada. Era la misma batalla que yo había librado desde que esto comenzó.
—No hicimos nada malo, leoncita —dije, mi voz más suave de lo habitual, queriendo tranquilizarla—. Esto es normal. Es lo que hacen dos personas adultas cuando hay una atracción muy fuerte.
Cuando levantó la vista y me miró, supe que iba a preguntarlo. Lo sentí en el aire antes de que siquiera abriera la boca.
—¿Sientes una atracción muy fuerte por mí? —preguntó, su tono más firme de lo que esperaba.
No tuve que pensar mi respuesta. Asentí sin dudar, porque no había nada más cierto en ese momento. —Desde que te vi distraída con tu camisa mojada de mi café.
Sonreí al recordar esa escena. Había algo en ella ese día, una chispa que había captado mi atención incluso antes de que mi cerebro pudiera procesarlo. Hice una pausa breve, buscando las palabras adecuadas.
—Desde que me enfrentaste. Eres tan respondona que me molesta y, al mismo tiempo, me encanta en partes iguales.
Su respuesta llegó rápido, cargada de burla. —Ah, pero tú me decías que yo era una corriente.
Reí. No pude evitarlo. Juliana tenía una forma única de llevarme al borde de la locura y, al mismo tiempo, hacerme reír como nadie más. Le regalé una de mis sonrisas más descaradas, porque sabía exactamente el efecto que tenía en ella.
—Solo estaba negándome a sentir, mi amor.
La forma en que la palabra mi amor salió de mi boca me sorprendió incluso a mí. Pero no era un error. Era exactamente lo que quería decir. La manera en que ella reaccionó, ese leve sonrojo en sus mejillas, me dejó claro que había llegado a su corazón, aunque probablemente no lo admitiría.
Antes de que pudiera decir algo más, se levantó rápidamente, balbuceando algo sobre ir al baño. Me reí para mis adentros mientras la veía desaparecer detrás de la puerta. Me quedé tumbado por un momento, reflexionando sobre lo que acabábamos de compartir. Pero la necesidad de cuidarla, de hacer algo por ella, me levantó.
Me dirigí a la cocina y armé una bandeja con algunos aperitivos y chocolates que sabía que le gustaban. Quería sorprenderla, y también, de alguna manera, demostrarle que esto era más que pasión para mí, aunque todavía no estaba listo para decírselo en voz alta.
Cuando regresé, la encontré tumbada en la cama, envuelta en mi sudadera, con una confianza descarada que me hizo sonreír. Esta mujer era todo un desafío, y yo estaba encantado de enfrentarme a ella.
—Llegaron las provisiones —anuncié, animado.
Cuando nuestros ojos se encontraron, noté algo en su mirada que me dejó sin aliento. Había algo más que deseo. Algo que me hizo sentir que estaba cayendo más rápido de lo que creía posible. Pero no podía detenerme. Colocando la bandeja en la cama, me incliné y la besé. Fue un beso lleno de promesas, uno que le decía que esto apenas estaba comenzando.
—Come, leoncita. Debo alimentarte para lo que viene.
—¿Qué? —preguntó, riendo nerviosa.
Me acerqué, mi voz baja y seria. —Aún no hemos terminado. No quedé completamente saciado de ti.
Vi cómo sus ojos se abrían y cómo su respiración se aceleraba. Me encantaba verla así, sorprendida y vulnerable, pero también dispuesta a enfrentarse a lo que viniera. Era una fuerza que no podía resistir.
—Dicen por ahí que mujer que come, mujer que no... —intentó bromear, pero la interrumpí con una sonrisa.
—Shhh, aquí no aplica eso. —Mi tono era firme, pero cargado de humor. —Come porque vas a necesitar más energía.
La vi obedecer, y no pude evitar reír internamente. Esta mujer podía ser indomable, pero conmigo, siempre encontraba una manera de ceder. Cuando terminó, me tumbé junto a ella, tirándola hacia mi pecho. Tomé el control remoto y presioné un botón. La pantalla comenzó a descender del techo, y su expresión de sorpresa fue todo lo que necesitaba para saber que la tenía exactamente donde quería.
—¿Quieres ver una película? —pregunté, fingiendo normalidad.
—Hay una serie que me gustaría ver. Bridgerton. —Su tono era casual, pero yo ya podía imaginarme lo que se avecinaba.
Cuando la serie comenzó y apareció esa escena inicial tan intensa, no pude contener una sonrisa.
—Ya veo —murmuré, divertido.
—¿Qué? —preguntó, curiosa y nerviosa.
—Eres traviesa. Te gusta tentarme.
Antes de que pudiera responder, me incliné sobre ella, atrapando sus labios en un beso lento, uno que contenía toda la pasión que había estado tratando de controlar. Sus labios eran mi debilidad, y con cada segundo que pasaba, era más difícil resistirme.
—Juliana, amor, no quiero presionarte a nada que no quieras —susurré contra sus labios, mi voz ronca por el deseo—. Pero muero por estar dentro de ti, por sentirte completamente. No haremos nada si no estás lista.
Ella me miró, sus ojos llenos de confianza y deseo. —También quiero tenerte de esa manera, Alessandro. Podemos intentarlo.
Mi corazón se detuvo un momento antes de que volviera a latir con fuerza. —¿Estás segura, mi amor?
—Hazme completamente tuya, Alessandro.
Esas palabras fueron mi perdición. En ese momento, todo lo demás dejó de importar. Ella era mi mundo, y esa noche, no iba a dejar nada sin demostrar.
Ya ellos están reconociendo internamente que están sintiendo más allá de lo carnal... ¿serán capas de reconocerlo en voz alta?
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...