Narra Juliana Ferrer:
Tomé los ingredientes y empecé a trabajar. Preparé el flan como siempre, perfectamente equilibrado, con el toque justo de tamarindo y chile serrano. Pero luego, saqué un pequeño frasco de chile habanero. Oh, sí. Esto será especial. Lo añadí con tanta generosidad que me sorprendía que la mezcla no echara humo. Me reí sola mientras batía la mezcla hasta que empecé a toser como si me hubiese tragado una mosca por el olor picoso del polvo picante. ¿Demasiado? Quizás. ¿Merecido? Absolutamente.
Decoré el flan con un esmero que habría hecho llorar a cualquier chef de tres estrellas Michelin. Lo coloqué en una caja impecable, escribí "Bon appétit" en una nota y, para no dejar cabos sueltos, preparé una segunda caja con el flan correcto. La excusa perfecta: "¡Oh, lo siento! Fue un error. La secretaria tomó el postre equivocado."
Cuando entregué la caja a la secretaria, salí rápidamente. No iba a quedarme para ver la explosión. Pero mientras caminaba por el pasillo, podía imaginar a Alessandro, abriendo la caja, pensando que era un gesto amable. Muhahaha, bastardo, vamos a ver si le quedan ganas de seguir sonriendo coquetamente después de que sus labios queden como jitomates, ashhh siento que lo odio.
_________________________________
Narra Alessandro Fieri:
Desde mi escritorio, observé la caja con una mezcla de curiosidad y algo que no me atrevía a admitir: emoción. El lazo cuidadosamente colocado y la etiqueta con su caligrafía me desarmaron de inmediato. "Juliana..." murmuré, acariciando el borde de la caja como si fuera un objeto preciado. Era tan propio de ella, ese detalle cuidado, esa perfección en cada cosa que hacía.
No podía evitar sonreír. Claro, no frente a nadie. Esa sonrisa era mía y solo mía, porque admitir que Juliana seguía rondando mi mente, incluso cuando intentaba mantenerla a distancia, sería un error monumental. Tal vez esto era un gesto de reconciliación, o tal vez solo estaba cumpliendo con el trabajo. Aun así, el hecho de que hubiera hecho algo para mí me hizo sentir... bien. Demasiado bien, diría yo.
Abrí la caja, y allí estaba: un flan que parecía una obra de arte. Perfectamente decorado, con un equilibrio de colores y detalles que hablaban de su talento y su dedicación. Me quedé mirándolo unos segundos, como si al contemplarlo pudiera descifrar qué estaba pasando por su cabeza. "Siempre tan detallista," pensé, con un calor extraño en el pecho.
Tomé la cuchara y hundí el borde en la suavidad del postre. Cuando la llevé a mi boca, el primer sabor me envolvió. Dulce, pero no empalagoso, con la acidez justa del tamarindo y el picante sutil del chile. Cerré los ojos para disfrutarlo mejor. "Delicioso," pensé, saboreando con calma. Ella siempre lograba sorprenderme.
Y luego, llegó el golpe.
Primero fue como un cosquilleo, una ligera punzada que me hizo fruncir el ceño. Pero en un instante, la dulzura dio paso al caos. Una ola de calor abrasador me invadió la boca, la lengua, la garganta. Solté la cuchara como si quemara y me puse de pie de golpe. "¿Qué... qué demonios es esto?".
El calor seguía aumentando. Cada segundo que pasaba era como si el fuego en mi boca se expandiera. Sentí las lágrimas correr por mis mejillas y mi respiración volverse errática. Busqué desesperado algo que apagara la llama infernal. Mis pasos tambaleantes me llevaron al baño, donde abrí la llave del grifo y metí la cabeza bajo el agua helada. Pero no funcionaba. ¡No funcionaba!
"¿Qué rayos le puso a esto?" jadeé, mirando mi reflejo en el espejo. Mis ojos estaban rojos, mi rostro empapado, y el calor no disminuía. Con la voz ronca y desesperada, grité: "¡LECHE! ¡AZÚCAR! ¡ALGO!". Mi orgullo quedó enterrado bajo el ardor insoportable.
Apoyado en el lavabo, con los labios hinchados como si me hubieran picado diez abejas y los ojos rojos de tanto llorar, intentaba recuperar algo de dignidad. El ardor aún estaba ahí, latente, pero ya no sabía si era culpa del habanero o de la humillación. Me sequé la cara con torpeza, pero cada movimiento me recordaba que esto, todo esto, había sido una venganza de Juliana.
"Maldita sea, Juliana," murmuré, intentando hablar con la lengua aún entumecida. Era evidente que esto no había sido un error. Nadie usa habanero por accidente. Sabía cómo funcionaba su mente; la conocía demasiado bien como para creer que esto había sido casualidad. Este postre no era un simple flan, era un mensaje. Un mensaje claro y ardiente.
Respiré hondo, intentando calmarme, pero la rabia y la vergüenza se mezclaban en mi pecho. Quería buscarla, plantarme frente a ella y gritarle lo que pensaba. Quería que me explicara por qué demonios pensaba que esto era una buena idea. Quería... verla.
Y ahí estaba el problema. Verla significaba recordar todo lo que había estado evitando. Recordar la noche en la cocina, sus besos, su cuerpo, la forma como gemía, el brillo en sus ojos, la manera en que me miró como si el mundo se detuviera. Recordar que me sentí vivo con ella. Demasiado vivo.
Sacudí la cabeza. No podía permitirlo. No podía caer en esa tentación otra vez. Había sido un error involucrarme, dejarme llevar, porque lo que sentía por ella era peligroso. No solo para mí, sino para ambos. Mantener la distancia era lo mejor... aunque doliera.
Me enderecé, aún tambaleante, y tomé una decisión: no iba a reclamarle nada. No le iba a dar la satisfacción de verme afectado, de saber que había logrado que yo reaccionara. Esto lo iba a dejar pasar, como si no hubiera sucedido. Aunque quisiera buscarla, enfrentarla, aunque una parte de mí deseara verla incluso si era para discutir, no lo haría.
"No voy a caer," me dije en voz baja, como si intentar convencerme fuera suficiente. Dejaría pasar lo del flan. Fingiría que no me había afectado. Y la evitaría, como había estado haciendo hasta ahora. Tal vez, con el tiempo, ella también se cansaría de buscarme. Tal vez con el tiempo... me cansaría yo de necesitarla. Tal vez.
Con los labios aún hinchados y el corazón latiendo más rápido de lo que debería, me giré hacia mi escritorio, vi la caja vacía, y no pude evitar una última sonrisa irónica. Juliana Ferrer, siempre tan brillante, siempre tan... peligrosa, ni imaginaba que esto solo era la punta del iceberg para lo que ella haría después...
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
Esto apenas comienza Juliana está desatada muhahahahah 😈🔥🌶️.¿Que creen que sucederá?
Si has llegado a este capítulo GRACIAS ❤️🩹🥹 podrías antes de irte pincharle a la estrellita. Y meterme en un huequito de tu biblioteca para seguir la historia.
Gracias JennyferOrganista y Vianccar por apoyar mi historia son un sol nunca se apaguen. 🫶
ESTÁS LEYENDO
Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...