POSTRE AFRODISÍACO INUSUAL

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Era domingo en la noche, y el restaurante estaba sumido en un silencio casi sacro. Todos se habían ido, y yo aprovechaba la soledad para practicar una receta que Leonardo y Mía querían para su boda: un postre francés famoso por su toque afrodisíaco. La elección era inusual, pero en el fondo, era perfecta para ellos. Y yo, como siempre, quería que cada detalle fuera impecable, incluso si preparar este postre me recordaba lo absurdo de mi posición.

La melodía suave de PLAZA-Personal, llenaba la cocina. Movía las caderas al ritmo de la música mientras mezclaba los ingredientes. La dulzura del aroma en el aire era casi embriagadora. Giré, balanceé mis caderas, dejándome llevar, tarareando la canción con una sonrisa en los labios. Durante esos minutos, me olvidé de todo. No había Leonardo, ni Mía, ni siquiera Alessandro. Solo estaba yo, la música y la magia de la cocina.

Hasta que lo escuché.

El sonido sutil de la puerta al abrirse me hizo detenerme en seco. Mi cuerpo se tensó al sentir una presencia. Me giré y lo vi, apoyado en el marco de la puerta. Alessandro.

La sorpresa de verlo allí, tras varios días sin saber de él, me dejó momentáneamente sin palabras. Sus ojos color miel, siempre tan directos, estaban más oscuros, recorriendo la cocina hasta posarse en mí. Sentí el calor subiendo a mis mejillas al recordar cómo me movía segundos atrás.

—¿Alessandro? Pensé que seguías de viaje —dije, tratando de sonar tranquila mientras mi corazón martillaba en mi pecho.

—Llegué hace un rato —respondió, su voz baja y firme, pero con un deje que no supe descifrar—. No esperaba encontrarte aquí... otra vez sola. Y así.

Su tono era un reproche disfrazado. Esa última palabra quedó flotando en el aire, cargada de molestia.

—Sí, sola. Estoy trabajando —respondí, volviendo la mirada a la mezcla, aunque mis manos temblaban ligeramente.

Pero no era fácil ignorarlo. Su presencia llenaba el espacio, y sus ojos... Sentí cómo seguían fijos en mí, como si intentaran atravesar cada capa que me esforzaba en mantener.

—¿Así trabajas también cuando estás sola con Leonardo?

Levanté la cabeza rápidamente, incrédula. ¿De verdad tenía que sacar ese tema ahora?

—¿Sigues con lo mismo? —mi voz salió cargada de frustración—. Te lo dije ya, Alessandro, eso no es asunto tuyo.

—Lo que me molesta, Juliana, es que te pongas en esa situación —dijo, acercándose un paso más. Su tono era firme, pero había algo detrás de esas palabras. Algo que parecía contener más de lo que quería admitir—. Sabes que él sigue interesado en ti, y tú... sigues dejando la puerta entreabierta.

La intensidad de su mirada era casi abrumadora, pero no iba a dejarme intimidar.

—¿Te importa en realidad o solo estás jugando a ser el jefe controlador? —le espeté, tratando de mantener el control—. Si me quieres aquí, es para trabajar, no para que me critiques por cosas que no son de tu incumbencia.

La tensión entre nosotros era casi tangible. Alessandro me miraba como si intentara descifrar algo, pero yo no iba a ceder. Regresé a la preparación del postre, ignorando deliberadamente su presencia.

—Ya que estás aquí, ¿podrías al menos dejarme trabajar?

No obtuve respuesta inmediata. Pensé que se iría, pero en lugar de eso, lo escuché moverse. Sentí su calor antes de verlo a mi lado.

—Déjame ayudarte. Si esto es para la boda, quiero que salga perfecto —dijo, tomando una cuchara y probando la mezcla para luego fruncir el ceño.

—Juliana, ¿cuánto de este ingrediente usaste?—, señala la bolsa que contendía el ingrediente afrodisíaco.

Lo miré, intentando mantener la compostura.

—¿De verdad es necesario mirarme así? Sí, el postre tiene un toque de más... afrodisíaco. Me di cuenta al probarlo también.

Ohhh no, esto no es bueno. Pensé.

Me dio el infarto 😱🔥🌶️

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Me dio el infarto 😱🔥🌶️

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