Vuelvo a verme; el cabello quedó hecho un desastre. Lavo mis manos, respiro profundamente porque, de repente, ¡me dieron ganas de llorar! No me ha ido bien en estos días; ese maldito bastardo se atrevió a cortarme el cabello. Mientras hablo conmigo misma para darme ánimos frente al espejo, entra un hombre desconocido y pego un grito del susto.
—¡¿Pero qué hace aquí, señor?! ¿No ve que este es el baño de mujeres? —le grito, enojada y ya cansada de tantas cosas que me han pasado.
—¿Estás loca acaso? Este es el baño de los hombres, ¿no ves el urinario?
Volteo y confirmo... ¡DIOS! ¡Siempre me pasa esto! Me confundo y entro en el baño equivocado. Pido mil disculpas y salgo como alma que lleva el diablo. Busco el ascensor para subir y dar la cara en la entrevista, aunque no tengo el pastel conmigo y, ¿a quién engaño? Sé que no se va a dar.
Cuando estoy por entrar al ascensor, viene el idiota corriendo hacia mí. Me adentro y presiono para bajar, pero él corre más rápido. Sin embargo, no llega, y la puerta se cierra en su cara. Le saco la lengua y el dedo del medio. Me río como una loca desquiciada y luego me callo porque las personas que están adentro conmigo me miran con asombro y a la vez como si yo fuera un mono con dos cabezas.
Subo al piso donde está Gerencia de Recursos Humanos y ahí está Sara esperándome.
—¿Dónde te has metido? ¡Ya están esperando por ti! Tuve que decirles que tuviste un pequeño inconveniente y fuiste al baño. Entra que ya van a comenzar. Por cierto, ¿dónde está el pastel y... qué le pasó a tu cabello? ¡Te ves como desgreñada!
Paso por instinto la mano por mi cabello y, muy avergonzada por mi infortunio, le cuento lo que me pasó.
—¡Vaya! Tú estás más salada que coleto de barco.
Reímos después de su comentario para liberar tensión.
—Ni modo, ¡entraré y daré la cara! "Cuando toca, toca", dijo la loca, y se lo metió a la boca.
—Jajaja, pero qué refrán más refinado, señorita Juliana —comenta ella con lágrimas en los ojos de tanto reírse.
—Oye, pero no es literal, no me meteré nada en mi virgen boca. Es una forma de decir que afrontaré esto y daré la cara, ¡porque yo, irresponsable, jamás!
Camino hacia la oficina y, cuando voy a abrir la puerta, alguien me agarra fuerte del brazo, deteniéndome en seco. Me voltea como si yo fuera una plumita sin peso y, al ver de quién se trata, quedo helada... Hola, Diosito, soy yo de nuevo, por quinta vez el día de hoy, digo dentro de mis pensamientos.
—Necesito que hablemos —comenta, respirando profundo como si estuviera cansado de correr una maratón.
—No tengo nada que hablar contigo, idiota. Será mejor que me dejes en paz. No me vas a arruinar también las disculpas que debo dar ahora porque arruiné en tu cara mi postre de presentación para mi entrevista de trabajo.
—¿Entrevista de trabajo? Nada de eso; tú no vas a trabajar aquí.
—¿Ah, sí? ¿Y quién eres tú para decidir eso?
Mientras discutimos, aparece Sara, más blanca que un papel y con los ojos como meros huevos fritos. Me hace una señal para que me calle y luego se dirige a él.
—Eh, señor Fieri, buen día. ¿Qué se le ofrece por estos lados? ¿Viene a hablar con su padre?
¿Ya va... qué? Nooo, ya entendí que mi destino no es estar en esta empresa. ¡¿El carajo este no podría ser otra persona X, no sé, alguien que no influyera en la decisión de trabajar aquí?! Pero la vida me sorprende: cuando pensé que ya había pasado por todo en este día, resulta que es el hijo de Don Arturo Fieri, único hijo, el que va a heredar toda esta dinastía. Ya es dueño de por sí de todo esto, y además es el mejor chef, graduado con honores y con una trayectoria implacable. En mis clases era referencia fuerte de técnicas culinarias que él mismo creó; aportó al mundo gastronómico un sinfín de cosas. En conclusión... Estoy jodida.
—Entraré con ella a la entrevista. Que no molesten —dice calmado, tan calmado que asusta.
Aprovecha mi trance o shock del momento y me toma de la mano para halarme hacia la puerta. Cuando me toca, siento corriente, como si echáramos una chispa. Hay como un magnetismo que ambos sentimos porque él me mira como si yo lo hubiese electrocutado.
Pasamos a la oficina, donde ya están Don Arturo y Jacob. Ambos nos miran extrañados. Cuando voy a abrir la boca para saludar, él se adelanta y habla.
—Esta mujer no puede trabajar aquí.
¡Vaya! Eso sí que fue rápido. El muy mal parido usará toda su artillería para hacerme quedar mal. Pero no me voy a dejar humillar.
—¿Por qué razón dices algo así? —pregunta Don Arturo.
—Probé el postre que trajo para la presentación y no estaba a la altura de esta empresa.
Ya Patricia está apareciendo en mi sistema. Pero decido que sea el silencio el que tome la luz porque, si no, aquí va a correr sangre, una posible nariz fracturada y yo en la cárcel.
—Verás, padre, la encontré espiando en la zona de la cocina. Le reclamé a la señorita y esta me aventó el pastel en la cara. Aparte de la falta de profesionalismo, ese postrecito no era cosa de otro mundo.
Don Arturo está callado y no dice nada; solo me mira, evaluando mi reacción. Luego, al salir de su escrutinio, me pregunta:
—¿Por qué hiciste eso?
Ok, como sé que nada me va a salvar, aquí no me van a contratar, y más por cómo voy a responder... al diablo la ética y la diplomacia, estoy en guerra con el tipo guapo que tengo a mi lado.
—Le embarré la cara con el postre porque lo merecía, Don Arturo. ¡Su hijo no tiene nada que ver con lo educado y caballeroso que es usted!
El viejo se infla de orgullo por mi veneración, pero aquí hasta él va a llevar jarabe de lengua.
—Su hijo es la vergüenza de su familia porque no le enseñaron que a una mujer... ¡NI CON EL PÉTALO DE UNA ROSA!
A mi momento reflexivo le agregaré... ¿lágrimas? Sí, eso mismo haré.
—Su hijo me humilló por solo mirar, y usted sabe a lo que vine hoy. Me vi en la necesidad de defenderme ante su acusación y mal trato... sniff sniff...
Me sueno la nariz para que la cosa sea más dramática y hago que me limpio las lágrimas. No contaré con detalles lo que ocurrió porque estoy empezando a ver a Don Arturo preocupado por lo que estoy diciendo.
—Alessandro, ¿es verdad lo que dice esta muchacha?
—¡Claro que no! Es una exagerada.
Lo dice con tanta naturalidad y tranquilidad que el viejo relaja el rostro y vuelve a mirarme... ¿divertido ante esto?
—Siento mucho lo que sea que haya hecho mi hijo, señorita. Debo decirle que él recibió muy buena educación de niño, ya de adulto, a veces es idiota.
¡Oh! Eso no lo esperaba. Ahora el tal Alessandro me mira con cara de "eres una pajua"; está molesto, muahaha, ¡me encanta!.... Ahora esto si que se va a poner bueno.
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¿Qué pasará con nuestra necesitada de trabajo Juliana? ¿Creen que le den el trabajo? ¿Alessandro se saldrá con la suya? Pobre está más salada que coleto de barco 🙃.... El enredo lo veremos en el próximo capítulo 😂.Si estás leyendo ayúdame con tu voto y agrégame a tu biblioteca para seguir esta loca historia de amor y tensión 🌶️
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Amor a la Juliana
RomanceCuando Juliana Ferrer, una chef con un talento nato y una lengua afilada, entra a trabajar en el prestigioso restaurante de Alessandro Fieri, el chef italiano conocido por su carácter indomable y una sonrisa que derrite corazones, jamás imagina la r...