FIESTA DE COMPROMISO

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Me miré en el espejo del vestidor, ajustando mi uniforme de chef. Hoy era el día del compromiso de Leonardo y Mía. Intentaba mantener la compostura, pero el nudo en mi garganta no cedía. Qué ironía. Estaba aquí, decorando el pastel de su compromiso, cuando en algún momento había soñado que sería yo quien cortara ese pastel con él. Ahora, solo quería que este día acabara para terminar de sanar mis heridas.

—Luego de hacer el pastel puedes irte a casa —escuché una voz profunda detrás de mí.

Me giré y vi a Alessandro recargado en el marco de la puerta. Su mirada era más suave de lo normal, pero igual de penetrante.

—No te preocupes —respondí, tratando de ocultar la tristeza en mi voz—. Tengo trabajo que adelantar, así que me quedaré.

Alessandro me sostuvo la mirada. Desde aquella cena, algo había cambiado en la forma en que me miraba, como si entendiera mi dolor, como si reconociera en mí un reflejo de sus propios fantasmas.

—Como quieras —dijo, tras una pausa—. Solo... sé fuerte. No dejes que te vean derrumbada.

Y se fue, dejándome con un peso inexplicable en el pecho.

La celebración ya había comenzado. Desde la cocina podía escuchar las risas, las conversaciones y el bullicio de los invitados. Decidí asomarme para ver si necesitaban algo. Error. Allí estaban, Leonardo y Mía, rodeados de gente, riendo como si fueran la pareja perfecta.

Él me vio. Fue una mirada fugaz, pero suficiente para remover algo que creía enterrado. Este fue el hombre que pensé que sería mi futuro.

Sacudí la cabeza y regresé a la cocina. Ese no era mi lugar. Me refugié en los utensilios, en el trabajo que tanto amaba, intentando silenciar los recuerdos. Pero no estaba sola por mucho tiempo.

—Juliana.

Su voz era inconfundible, suave y calculada. Me giré y lo vi: Leonardo, de pie frente a mí, con esa intensidad en la mirada que alguna vez me había desarmado.

—Vi cómo me mirabas allá afuera —dijo, acercándose un paso más. Su tono era tan familiar que me estremecí, no de amor, sino de rabia contenida—. Sé que esto te afecta... nuestro pasado no puede desaparecer así de fácil.

Lo miré y no pude evitar reírme. Fue una risa amarga, llena de todo lo que ya no tenía que decirle.

—¿De verdad te crees tan importante? —dije, cruzándome de brazos—. Pensé en lo bonito que quedó el pastel, eso es todo. A diferencia de ti, al menos el pastel no me decepcionó.

Leonardo soltó una risa nerviosa, como si no esperara mi respuesta.

—Sigues siendo tan sarcástica... Eso es algo que extraño de ti.

—¿Extrañas mi sarcasmo? —pregunté, con una sonrisa irónica—. Prepárate, porque tengo más que suficiente. ¿Quieres saber qué más extrañaba cuando estaba contigo? Mi paz. Y te juro que desde que me separé de ti, la tengo a montones.

Su ceño se frunció, y dio otro paso hacia mí, demasiado cerca.

—Sabes que hubo algo fuerte entre nosotros, Juliana. Nada puede borrar eso.

Lo miré directo a los ojos, con una mezcla de desdén y diversión.

—¿Fuerte? Claro, Leonardo. Lo único fuerte entre nosotros fue mi paciencia para soportar tu ego de macho necesitado de sexo.

No tuvo tiempo de responder. La puerta de la cocina se abrió, y Alessandro apareció. Su mirada pasó de Leonardo a mí, con una mezcla de sorpresa y molestia.

—¿Todo bien aquí? —preguntó, en un tono más cortante de lo habitual.

Leonardo, fiel a su naturaleza, esbozó una sonrisa falsa.

—Solo hablábamos del pasado. Algunos recuerdos son difíciles de olvidar.

—Tal vez sea hora de que te concentres en el presente —respondió Alessandro, tajante—. Es lo único que cuenta.

Leonardo lo miró con una mezcla de irritación y desafío antes de darse la vuelta y salir de la cocina.

Cuando quedamos solos, Alessandro se volvió hacia mí. Su mirada era dura, pero había algo en ella que me costaba descifrar .

—¿Vas a seguir con esa lloradera? —espetó, con un tono entre exasperación y fastidio—. No merece tu atención.

—¿Perdón? —respondí, cruzándome de brazos—. ¿Desde cuándo te importa lo que merece o no?

Él soltó una risa seca.

—Desde que estoy pagando tu sueldo para que trabajes y no para que pierdas el tiempo. Te advertí que no quería verte hablando con él. Ya tienes tu primera amonestación.

Lo miré, incrédula. ¿Qué demonios le pasaba?

—¡No estás siendo justo!.

—Me importa una mierda, Juliana. Es mi restaurante y son mis reglas.

Dicho esto, se dio la vuelta y salió de la cocina, dejándome con una mezcla de rabia y frustración.

Lidiar con hombres y sus egos es un deporte extremo, definitivamente.

Al terminar el evento, miré a Leonardo y Mía una última vez. El dolor seguía ahí, pero esta vez era diferente. Sabía que necesitaba cerrar este ciclo y seguir adelante. Yo merezco algo mejor.

 ¿Qué tan cierto será el dicho que dice: "Un clavo saca a otro clavo"? Jajaja yo creo que si! Y en este caso QUE CLAVO!!!

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¿Qué tan cierto será el dicho que dice: "Un clavo saca a otro clavo"? Jajaja yo creo que si! Y en este caso QUE CLAVO!!!

Uds no están preparadas para lo que va acontecer entre Juliana y Alessandro pero tranquis que lo van disfrutar 🔥

Amor a la Juliana Donde viven las historias. Descúbrelo ahora