NICOLE - Capítulo 49

8 2 2
                                    

Este capítulo va dedicado a todas las personas que padecen cualquier tipo de cáncer, y también para los que han perdido a un ser querido en manos de esta enfermedad. 

Ojalá un día puedan encontrar la paz mirando las estrellas.


Cuando vi al señor Rafael salir de la habitación, supe que era mi turno. No me dijo nada, ni yo, pero su rostro reflejaba cuán destruido estaba, parecía que había visto un fantasma.

Lo miré irse al elevador sin titubear.

Algo de admirar por supuesto, porque yo siempre titubeaba al tomar decisiones.

Respiré hondo antes de abrir la puerta, y encontrarme con él nuevamente. Sus ojos verdes me envolvieron con sorpresa, mi corazón se aceleró como el primer día, aún me seguía poniendo nerviosa.

Me senté en la cama, mientras tocaba su cabello a un lado.

-¿Todo bien con tu papá?

Tragó saliva antes de responder.

-Creo que estamos en una tregua...me pidió perdón por todo.

Parpadeé, perpleja.

-Pero no pude perdonarlo, no podía, y si lo hacía, no iba a ser del todo sincero. Me siento culpable.

-No, no te sientas así. -Me acerqué más a él. -Es completamente normal que te cueste perdonar después de todo lo que has vivido.

Se quedó callado y cuando vi el terror en sus ojos, entré en alerta.

-Tengo miedo de morirme antes de poder perdonarlo.

Los ojos se me llenaron de lágrimas, y lo acurruque entre mis brazos, luego me recosté en su pecho. Lloraba silenciosamente porque no quería arruinar nuestro momento juntos, tal vez de los últimos que tendríamos.

-¿Sabes que también me da miedo? El no poder amarte para el resto de vida que te queda.

Apreté un puño en su bata de hospital. Lo miré desde abajo, con miedo, porque me asustaba la conversación que estábamos teniendo.

-Lo sé, pero aún cuando tu corazón dejé de latir, tu amor seguirá intacto. No solo para mí, sino para todas las personas a las que influiste en tu vida.

Asintió con la cabeza con los labios fruncidos, se acercó a mí y besó mi frente delicadamente. Sus pulgares se movían alrededor de mis mejillas.

-Vas a estar bien, Nicole. -En la última palabra se quebró.- Te estaré cuidando en nuestro Cielo de Luces.

Me mordí la lengua para no soltar un sollozo, me recosté sobre su pecho y sentí el latido de su corazón, ya no latía como antes, con furor, gracia o con las ganas inmensas que tenía por comerse el mundo, ahora solo quedaban las sobras de todo lo que alguna vez quiso y sintió. Latía desproporcionado, casi inaudible a mi oído, con cansancio y pesadez que solo la vida podía te podía conceder.

-Tengo sueño, Nicole.

Sé a lo que se refería, sé lo que vendría después.

-Duerme, cierra tus ojos y descansa, yo estaré aquí cuando despiertes.

-¿No te vas a ir?

Yo no seré el que se vaya...

Negué con la cabeza.

-Me quedaré a tu lado, pase lo que pase, te lo prometo.

Tiró de mí con suavidad, me miró intensamente mientras sus manos se adueñaron de mis hombros, creí que lloraría o gritaría, pero no, lo que hizo me dejó sin aliento. Me besó como nunca antes lo había hecho, sintiendo mi lengua, mi tacto sobre él; mis cabellos se volvieron presos de sus dedos. No sabía que un beso podía ser tan delicado y apasionado a la vez.

Cielo de lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora