NICOLE - Capítulo 50

12 3 1
                                    

Acaricié la rosa roja entre mis dedos, una y otra vez, era como un tic, solo que ni siquiera me ayudaba a apaciguar mis nervios. Todo mi cuerpo temblaba, y cuando vi que bajaban el ataúd, me contuve para no salir corriendo tras él.

Presioné la rama de la rosa, y me pinché con la espina, de mi dedo brotaron gotas de sangre, pero no me di cuenta hasta después que echaron tierra al cuerpo ya sepultado de Rapunzel.

Me siento mareada, esto es demasiado, no puedo con esto.

Había un mar de personas en el funeral, todos amigos del señor Rafael, y por supuesto, de su esposa. Por mi parte, Ana y mi tía estaban siempre a mi costado, cuidando que no me entre la locura y quiera enterrarme con él allí mismo, frente a todos.

Las chicas también vinieron, pero trataban de darme mi espacio. No quería hablar, ni agradecer por el pésame, ni saludar a nadie.

Solo quería a Esteban, y no lo tenía.

Me acerqué lentamente al montón de tierra, dejé caer la rosa con un poco de sangre sobre él. Creo que siempre se estilaba a que la pareja de la persona fallecida le dejara una rosa roja como signo de su amor.

Y lo hice, solo que también le traje una flor blanca que arranqué del jardín secreto en la clínica, la misma que me regaló cuando comenzamos a salir.

-Espero que no te moleste que esta vez haya tomado una flor para ti. -Susurré tímidamente. -Gracias por amarme, Esteban. Gracias por hacerme saber que puedo ser amada tan intensamente.

Le di un beso a la flor antes de arrojarla junto a la otra. Guardé las manos en los bolsillos de mi abrigo, y volví a ver a mi familia y amigos. Todos estaban tristes por la muerte de Esteban, pero también preocupados por mí, mi actitud apática hacia las personas dejaba mucho que desear.

Ana se limpió sus lágrimas para no verla llorar, pero la había atrapado. Le di un beso en la cabeza, y ella me abrazó con fuerza.

-Me hubiera gustado despedirme de él, Nikki.

Acomodé sus cabellos lejos de su rostro.

-Lo sé, Anita. Pero estoy segura de que él sabe cuánto lo quieres y que lo vas a extrañar mucho.

Sus ojitos parpadearon para dejar escapar las gotas que florecían en ella.

Ana había perdido a dos personas muy importantes para ella en poco tiempo y a tan temprana edad que me preocupaba cómo le afectaría esto más adelante.

Todos se acercaron y me abrazaron, me sentí bien por un instante, hasta que recordé por qué me encontraba donde estaba.

El padre de Esteban habló frente a todos los presentes, no me tomé la molestia en escucharlo, pero mi sangre se heló cuando oí mi nombre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El padre de Esteban habló frente a todos los presentes, no me tomé la molestia en escucharlo, pero mi sangre se heló cuando oí mi nombre.

Levanté la cabeza y noté que todas las miradas estaban sobre mí, sentí unas manos detrás de mi espalda que me obligaron a caminar hacia el podio donde había un pequeño micrófono. No sé cómo llegué allí, debí decir que no me apetecía hablar, pero estaba en piloto automático.

No me sentía real. Como si todo lo que estaba viviendo, lo viera a través de una película. Y no me gustaba.

Qué película tan deprimente, joder.

Me aclaré la garganta antes de darle unos leves golpes al micrófono para comprobar si funcionaba, en realidad solo estaba alargando el momento. Cuando vi que se empezaban a impacientar porque no hablaba, abrí la boca.

-Yo....-Solté un suspiro.- No sé qué decir.

Confesé, me llevé la mano a mi frente, con cansancio. La cabeza me daba vueltas sin césar.

A lo lejos, vi cómo hombres y mujeres conversaban entre ellos, como si fuera una puta reunión de promoción. Mi mirada viajó hasta el otro extremo, personas con traje hablaban de lo que parecía ser política o negocios por el entusiasmo que brotaba de ellos.

Solo las personas que conocían a Esteban me prestaban atención, y aun no había dicho casi nada.

-¡Oigan! -Mi voz llenó y ahogó los murmullos sobre temas triviales. -Por si no lo sabían, estamos en un funeral, carajo. En el funeral de una persona que alguna vez vivió y sintió como ustedes ahora.

Las personas se sentían avergonzadas, otras estiraron sus caras más de lo que ya eran.

Que les den.

-Esteban se hubiera reído de este momento. -Ahogué una carcajada con un dolor curioso en el pecho. -No sé si lo que diga les importe, pero quiero hacerlo igual, porque mi familia y amigos me están escuchando...y sé que él también.

En los ojos de Rafael distinguir aprobación, casi un agradecimiento por hacerle frente a esos idiotas. Supongo que no lo hizo él para guardar las apariencias. Yo ya no tenía nada que perder, me importaba una mierda lo que pensaran de mí.

-Esteban, gracias por darme el mejor año de mi vida. Por creer en mí y darme fuerzas cuando me estaba rindiendo, gracias por querer a Ana y hacerte amigo de mis amigos. Gracias por tener el corazón más puro que he conocido jamás. Gracias por elegir al mío sabiendo que no lo es. Te amé antes, te amo ahora, y te amaré para siempre.

Respiré con dificultad antes de soltar lo siguiente.

-Ah, y todos los que están aquí por aburrimiento o porque no tienen nada mejor que hacer con sus miserables vidas, les doy una invitación a que puedan irse a la mismísima mierda. Gracias. Que tengan buena tarde.

Empujé el micro y emitió un sonido agudo que nos dejó sordos a todos por unos segundos. Para cuando escuché indignaciones y disfuerzos, ya me estaba yendo del cementerio.

 Para cuando escuché indignaciones y disfuerzos, ya me estaba yendo del cementerio

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


A un capítulo de terminar el libro, ¿están listos para despedirse de esta historia?

Hasta la próxima semana, estrellas lunares.

Cielo de lucesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora