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Todas las mañanas, mamá prepara el desayuno al ritmo de Slash.

Ella es una mujer cuyo estilo resulta una mezcla entre adolescente revolucionaria de los '90 y madre sobreprotectora de su única hija: Yo. Tiene su motivo para serlo: siempre ha forjado un pensamiento liberal para mi vida pero cuidándome la... castidad.

Ocurre que se quedó embarazada de mí cuando tenía 18 años y el tipo que debería ser mi padre la abandonó.

Nos abandonó.

Y fue mi abuelo quien se hizo cargo de representar una figura paterna al menos hasta que cumplí los 12 años. Mi abuela Jenny también hizo lo suyo, claro.

Viví mi infancia en casa de los padres de mi madre, las dos juntas bajo la tutela de ellos mientras mamá estudiaba Ciencias Contables y hoy se dedica a ser una administrativa de grandes ejecutivos en la ciudad. Pero fueron muchos años de vivir con lo justo y necesario, con una economía que nos hizo sufrir y recién cuando cumplí los 12, pudimos comprar la casa donde vivimos actualmente.

No es muy grande ni es el mejor vecindario pero sí el lugar donde conocí a primer y actual mejor amiga: Charlotte.

-Buenos días, linda-me saluda mientras gira en la sartén unas masas. Hay miel, harina, aceite y platos en la encimera-. ¿Tienes sed?

Correspondo a su saludo y niego:

-Para nada.

-¿Te duele la cabeza?-me pregunta.

-Algo. Es normal luego de haber dormido menos de cuatro horas.

Aunque otro motivo es que me la he pasado soñando con chicos, tatuajes y humo.

Un momento... Cierto que eso no fue un sueño.

-Entonces no tienes resaca; estoy orgullosa de ti-afirma y me dedica una sonrisa en su delicado rostro pálido en medio de una maraña de cabellos negros.

Acto seguido me sirve unos deliciosos waffles con un aroma exquisito.

Pero mis caderas envían una señal de alarma a mi cabeza: «¿Estás loca? ¿Así quieres bajar de peso? A este ritmo, nunca lograrás ser una invitada decente en una fiesta.»

Hago el plato a un lado.

-Hoy no estoy muy hambrienta-miento-. Creo que sólo tomaré una manzana.

Ella frunce el entrecejo.

No está de acuerdo con lo que digo pero es muy fácil obligar a comer a tu hija cuando tu vida ya está hecha, tienes pareja y una cintura ideal.

Perdón mamá, pero no puedo.

Richard es su novio.

El gran intento que no salió infructuoso luego de seis sujetos que pasaron por la vida de mamá después de mi padre y ninguno valió la pena hasta que su director de tesis, cuatro años mayor que ella, decidió invitarla a cenar. Él no tiene hijos, están juntos hace más de una década y ambas cosas me gustan.

Van a casarse la próxima primavera pero nunca le diré "papá".

El Volvo de Richard estaciona al frente de nuestro patio delantero.

Es domingo y suelen tener días de campo. Yo, por tanto, hace tiempo que dejé de acompañarlos en tales recreaciones.

-Que te diviertas-le digo a mi madre mostrándole una sonrisa y mi app de wattpad en la tablet anuncia que Rosas para Jude, mi novela favorita, ha sido actualizada.

Ella me besa en la frente mientras estoy tirada en el sofá con el dispositivo a punto de leer el nuevo capítulo mientras escucho música por los auriculares.

-No te quedes leyendo y estudia. Los exámenes finales están cerca-me recuerda mamá antes de cerrar la puerta y suelto un suspiro.

En ese momento llega un mensaje de Lottie a mi tablet y se me caen los cables de las orejas.

«¡Buenos días, Tray! Hemos sido agregadas a un Grupo Secreto en facebook, ¡mira!

Xx, Lot.»

Me sobresalto y antes de leer el texto, entro con prisa a la red social donde entre pocas notificaciones (no es novedad), encuentro la que más me exaspera:

Charlie Walk te ha agregado a Glorious.

El corazón se me sube a la garganta.

Sobre todo porque llevo un triángulo invertido dibujado con fibrón negro en mi antebrazo.

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#MALOS #DEQUELADOESTAS

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BAD BOYS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora