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Tan cerca y tan lejos.

Centímetros nos separan pero a la vez, hay un abismo de distancia entre nosotros.

Tenemos tanto en común pero él no es capaz de verlo, ya que lo primero en saltar a la vista son nuestras diferencias.

-Habrá que compartir la cena de esta noche-dice despertando un atisbo de esperanza que se destruye en cuanto agrega-: Llévate esto. Ya no la quiero.

-No... no tienes necesidad de ser tan desagradable-le suelto, armándome de valor.

Él parece ser inmune a mis críticas y lejos de resbalarle cualquiera de mis palabras, parece ser combustible que alimenta sus ganas de molestarme:

-Si te molesta, sólo tienes que dejar de perseguirme.

-Yo no te estaba persiguiendo-me escudo y permanezco a su lado mientras sigue revisando las góndolas de alimentos congelados.

El frío de los freezers me pone las cosas mucho más difíciles debido a que mi esfuerzo por hablar de corrido y no morir en el intento, es descomunal.

-Sí que lo hacías.-Theo toma unas cajas de carne de soya y elije entre ellas.

-Nada de eso. Podrías haber comido tú una hamburguesa en una casa de comida rápida en lugar de venir a tomar el mismo recipiente que yo-le digo.

-¿Hamburguesa? Ni hablar. Soy vegetariano.

La risa llena de sarcasmo que acompaña sus palabras me hace ver que soy ridícula por ser una de las millones de personas en el mundo que aún consume carne.

Quizá una dieta a base de vegetales y alimentos sustitutos finalmente logren hacerme perder peso, pero esa idea no tiene lugar en mis pensamientos predilectos justo ahora.

-Wow, qué bien-murmuro. ¿Pero qué demonios hago dándole mis adulaciones?

-Descuida, aún como carne.

-¿Un vegetariano ser permite comer carne?

-Sí nena, y la tuya sabe bien.-Me guiña un ojo y me enrojezco de inmediato.

Sus palabras van acompañadas de un tono lleno de picardía muy distitno a los términos en los cuales terminó nuestra conversación la última vez que estuvimos juntos, en mi casa.

-Ves, te quedaste sin habla. Veo que te encantó-me sigue provocando clavado al suelo y apoyando el brazo en una de las estanterías. Lo vuelvo a tener cerca, con sus bíceps rodeándome y los ojos clavados en mí. Esto es el paraíso al cual ayer creía haber renunciado.

Pero qué estoy diciendo, ¡él es el Infierno mismo!

-Sólo me pillas desprevenida-me excuso de manera inútil-. Tus cambios de actitud me asustan.

-Es verdad, soy de terror.-Ufff, gracias por la noticia, lástima que ya lo sabía.

-Entonces, ¿te vas a quedar ahí hasta que cierren y nos dejen encerrados o me dejarás seguir haciendo mis compras?

-¿Te dejo sin espacio, nena?

Se acerca más y trato de esquivar sus ojos. Lejos de esto, me muerdo el labio y pestañeo con coquetería buscando que su respiración se agite.

He logrado mi objetivo.

Estoy segura de que su miembro viril le está apretando en los calzoncillos.

-Theo conseguiste la... oh, vaya.

Ambos damos un salto ante la voz del hombre que nos intercepta y nos ruborizamos por igual en el momento que el hombre se aparece a espaldas de Theodore conduciendo un carro de autoservice con una nena de cuatro o cinco años dentro.

-Enseguida voy-le suelta por encima de un hombro.

El recién llegado tiene pelo corto, en gran parte hay canas al igual que en su incipiente barba. Debe tener alrededor de cuarenta años ya que además del cabello con tintes blancos, hay arrugas que se marcan en las comisuras de sus ojos al tratar de esconder una sonrisa divertida.

Tiene un físico trabajado y su aspecto da la impresión de un empresario/padre/soltero que conduce a su hija por el mercado en busca de una cena improvisada de última hora.

La nena tiene un vestido color fucsia y caen con delicadeza unos risos castaños ondulados, acompañando su gesto de una risita picaresca. Sus resplandecientes ojos grises son idénticos a los de Theo.

¿Acaso ellos son...?

-No quisiera apresurarte-le explica el hombre y la nena se cubre la boca sonriendo con una de sus pequeñas manitos-, pero en cualquier momento cerrarán las cajas registradoras y hay que volver a casa o tu madre...

-¡Dije que ya voy!-ruge Theo y medio me asusto.

-Podrían continuar su plática en casa.

El chico que tengo delante a punto de perder los estribos deja escapar su suspiro de derrota, no obstante estoy segura de que no se dará por vencido hasta sacarse de encima al hombre que le insta darse prisa, acompañado de la hermosa nena.

-¿No puedes simplemente irte?-le dice y por un momento me da miedo que lo haya dicho para mí.

Pero esta vez la nena habla con una voz dulce y cantarina:

-Invida a du novia a cenar, Deo.

No es necesario un traductor para darnos cuenta de que se ha referido a mí como la «novia» de Theodore.

-¡No... No es mi novia!-le dice.

Ella suelta una nueva risita y contraataca:

-Tí que lo es.

-No, no lo es. Ahora váyanse antes de que...

-Shhh-lo mando a callar. No quisiera que suelte una grosería frente a la pequeña quien aventuro, es su hermana menor.

¿Cuántos hermanos tendrá?

-Paris tiene razón-añade el hombre-, si tu... amiga, no tiene planes, puedes hacer que se venga a cenar a casa y siguen con su conversación. Ya hay cajeras guardando sus cosas.

El cambio de acento en el nombre «Paris» hace que la palabra cambie de ser una magnífica ciudad al nombre de una pequeña adorable y vivaracha.

-¡Yaaaa, demonios, yaaaa!-dice en dirección a su familia y luego vuelve a mí-: ¡Tracy ¿quieres venir a cenar a casa hoy, mie...?!

-¡Claaaaro que no tengo planes!-digo cortándolo en seco para que no termine de soltar la palabrota.

La nena ya se ha llevado sus manitas a la boca, formando una «O» llena de asombro fingido. Estoy segura de que más de una vez ha escuchado a su hermano usar ese vocabulario tan sucio pero propio de él.

-Bueno, estaremos haciendo fila-dice el señor y avanza por nuestro lado llevando el carro con mercadería. Se detiene donde yo estoy y me dedica una sonrisa agradable-: Por cierto, Tracy, es un gusto conocerte. Mi nombre es Ian.

Antes de que Ian me estreche la mano, Theo interviene:

-¡Yaaaa! Sólo ve a hacer la fila y te acompañamos luego. ¿Vale?

El hombre me dedica una última sonrisa y sus ojos verdes brillan bajo la luz pálida del lugar. Es extraño que no sean grises como los de Theo y su hermanita.

-Trae la carne de soya, por favor-añade con prisa y siguen su camino.

A continuación, el silencio incómodo sólo nos permite percibir los «pip» de las cajas registradoras, más los murmullos de Paris e Ian alejándose de nosotros y escondiendo unas risas adorables.



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#MARATÓN #BADBOYS


BAD BOYS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora