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Tracy

Siempre supe que él iba a destruirme.

Con mucho dolor, decido hacer silencio y mis lágrimas empapan su mano con la que me hace daño.

O no, ya ni siquiera sé quién es peligroso y quién no.

Theodore me sostiene con fuerza pero no llega a lastimarme en el sentido estricto de la palabra. El dolor deviene de mis inseguridades y de lo que he alcanzado a escuchar sobre él: no ha sido precisamente algo bueno.

Mucho menos ahora que vienen unos tipos persiguiéndolo y amenazan con matarlo. A mí, inclusive por estar con él.

-Se fueron-murmura por fin luego de un interminable minuto que esperamos entre que el tipo al otro lado deja de forcejear la manija y los pasos de gente corriendo mientras van acrecentando distancias.

Estamos solos otra vez y no sé si es bueno o malo.

Una vez que él me suelta, me aparto instintivamente y me mira con compasión. Su mirada dolida dice lo que sus palabras luego me confirman:

-No voy a hacerte daño-murmura como un cachorro herido.

-Por Dios, Theo, ¿qué está ocurriendo?-le digo con la voz quebrada.

El impulso que nace desde mi pecho es arrojarse a brazos de él y me sorprendo a mí misma acunando mi nariz en su pecho antes de plantearme lo contrario. Dejo que mi cabeza repose sobre el lobo de tinta en su cuello y sus brazos tatuados me envuelven mientras mi ansiedad busca encontrar calma.

No llego a distinguir qué provoca mi llanto ya que tampoco detecto el detonante específico del peligro.

¿Es él?

¿Son los demás?

¿En quién demonios tengo que confiar? ¿Será cierto lo que escuché por parte de Audrey y los Bad Boys? Después de todo, Theo me advirtió que estos grupos donde me he metido, van a destrozarme.

Pero una voz en mi cabeza no se calla...

El te abraza y te hace daño. Te protege y te expone. Te salva y te mata.

Sé que con el tiempo se pondrá peor pero su pecho firme, sus tatuajes y su aliento a menta es lo que necesito ahora para sentirme completa.



-Ven por acá-murmura en dirección a unos pasillos oscuros, sumidos en una negrura mortecina.

-¿Se...seguro?-inquiero.

Lo último que deseo es encontrarme con los extraños que lo estaban buscando.

-Sí, ven. Y no me sueltes-dice aferrándose a mi mano.

Es obvio que se conoce el camino de memoria: tramo que yo precisamente ni siquiera sabía que existía. Estos pasillos jamás me imaginé que trazaran caminos tan extraños en la escuela donde he cursado durante tantos años y a decir verdad, ahora mismo tampoco los puedo conocer debido a la falta de luminosidad.

Encender la luz de su celular tampoco sería una genial idea: llamador ideal de los sujetos que nos buscan.

-¿Dónde vamos?-le pregunto en un susurro.

-A los túneles.

¿Qué?

-¿Qué?



Nos metemos en una habitación apenas iluminada por una rendija y los titileos de luz que nos llegan desde el exterior, filtrándose entre las barretas de hierro. Hay sirenas de policía bramando afuera que amortiguan nuestras voces y el ruido de la puerta que cerramos con llave al entrar.

BAD BOYS #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora