Hoy, ¿no?

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Me gustaría, sinceramente, que tu llegada no fuese caótica. 
Podrías llegar, mirarme y sonreír. 
Abrazarme, olerte, darte un beso y volver a casa. 
Que dejes la mochila, me cojas del pelo y echemos el polvo que tanto deseamos porque claro, llevamos mucho sin vernos.
Y después, pues, no sé, nos quedamos tumbadas y me acaricias hasta que mi madre llegue. 
Vestirnos rápido e irnos a la putísima calle a pasar frío pero da igual, que nos calentamos. 
Y todas esas cosas que hacían que me muriese por ti. Todas esas cosas que me molestan -que amo- de ti. 
Total, hoy va a ser raro. Llegarás, me abrazarás, sonreirás -tú siempre sonríes, pese lo que pese- e iremos a casa. Llegares, hablaremos de tonterías, te contaré cosas, y después, a la calle. 
Las cosas cambian, por desgracia, aunque mi deseo y mi querer por ti no evoluciona, quizá aún va a más. 

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