Dinamita

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Qué minúsculo momento, una fotografía, un pensamiento, un respiro, un encogimiento de pecho, mis ganas de, no sé, quizá de que siguieras aquí. 
No puedo evitar llorar porque, te echo tantísimo de menos..., fuiste tan especial, como una carta de amor sin entregar, o el último cigarro que fumas relajada porque sabes que se agotará y no habrá más hasta dentro de un poco. Contigo era distinto, tú sabías llevarme. 

Jamás me ha gustado el pelo corto, pero el tuyo era especial, y te gustaba que lo acariciara.
También te gustó estar conmigo, te gustó esperar, te gustó observar. Te gustaron mis besos y a mí me gustaste tú.
Siempre destacando, siempre reina de todo, porque podías decirlo. Realmente eres el demonio en persona. Y si alguien duda, que te miren a los ojos. 
Tengo una breve imagen de ellos, quizá los esté olvidando. Los vi negros más que de otro color. 
Sentía tu calor cuando me dormías, cuando te pedía ayuda llena de ansiedad, cuando no podía respirar. Tú calmabas esa sed. Calmabas mis ganas de una libertad deseada, de una mujer fatal, de un amor tóxico o de un amor efímero. Calmabas mis ganas, tú me amansabas. 
Me encantaría que estuvieras de vuelta en mi vida, ayudándome, cabreándote, con tus celos, tus formas de molestarme, tus formas de ser descarada que me mataban en cada centímetro de mi cuerpo. Tus formas de acariciarme... Te conocí hasta saberme hasta tus costillas de memoria, me conocías hasta saber cada pestañeo que practico por segundo. Tú sabías, no sé, eras tu.
Realmente, te echo de menos. 

Tú moriste al verme, yo morí al quererte. 

Amar es morir.


PD: Jamás te olvido, siempre estás conmigo, yo lo sé. 

Stella

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