Todo se venía encima, lo peor aún quedaba por pasar. Ibas a desaparecer y yo no podía hacer nada. Ni yo ni ninguno de los presentes a diario. Difícil fue enterarme, pero más difícil fue verlo pasar día tras día. Cada vez que llegaba habías empeorado. Intenté unirnos como nunca nos habíamos unido. Tú me mandabas recados y yo con una sonrisa los hacía. Salía y fotografiaba lugares que conocías, luego iba corriendo a tu cama y te lo enseñaba, para que vieras qué bonito quedaba cualquier clima ahí. Te sentía más cerca que nunca. Tú y tu rubio, tus formas de ser tan tuya. Tus consejos, tus refranes, recuerdo cuando en navidades nos sentábamos todos en la mesa y cenábamos. Acto seguido sacabas esa botella y cantabas villancicos rasgándola. Uno de mis únicos recuerdos desde mi nacimiento hasta los 8 años o así es contigo. Recuerdo que cuando estaba en primero de párvulos venías a recogerme a la salida. Y me acuerdo cuando hacías esas comidas tan ricas que solo tú podías hacer. Yo recordaba más y más a medida que tu enfermedad avanzaba, que tú te ibas apagando. Recuerdo el último mes como si fuera ayer. Desde febrero hacia abril todo empeoró a velocidad de vértigo. Empecé a llamarte rubita..., rubita esto, rubita lo otro... Sonreías ante aquello. Dormía a tu lado y te mimaba todo lo que pude y más. Me acuerdo de aquel día, te encontrabas peor que otros atrás, o quizá igual, pero peor al fin y al cabo. Te dije al despedirme: 'rubita mía, te quiero'. Tú te incorporaste y me sonreíste y con lástima añadiste: 'una rubita blanca ya...'. 'No digas tonterías' y te abracé. Salí de la habitación y una lágrima recorría mi mejilla. Sabía qué querías decir. Blanca porque te estabas yendo, blanca porque se notaba la vejez, blanca porque te habías rendido ante aquello. Blanca porque sabías llevarlo con calma.
Pero la última semana se me repite, esos últimos días no los saco de mi cabeza. Recuerdo llegar a casa un miércoles y encontrarnos casi todos allí, al menos tus hijos sí estaban todos. Y la mayoría de los nietos también. Llegué a tu cuarto y vi que te rodeaban, te estaban echando cremita y maquillándote un poco, tú querías verte más guapa. Yo sé que querías sentirte viva por otro instante más. Sonreír ante aquello, pero me asusté al percibir que tu piel era distinta, que no podías sentarte como solías hacer, que no podías moverte ya. Me impresionó y salí corriendo, no podía soportarlo. Paralelamente a esto el abuelo estaba en el hospital, ingresado por esa operación en la que casi pierde la vida y se preocupaba más de verte a ti que de cualquier cosa. Él, al igual que todos nosotros, sabía que te quedaba poco tiempo aquí ya. A cada persona le preguntaba por ti. Por si preguntabas por él, por como estás, que porqué no sabía nada. Nosotros solo se lo ocultábamos. Porque como supiera que estabas peor y que los médicos habían dicho que dos semanas más él iría corriendo allí y en condiciones no estaba. No sería bueno para el yayo ni para ti. Recuerdo que lo segundo que hiciste al verme fue preguntarme por mi madre. Antes de irnos me dijiste 'habla con tu madre porque si vais a venir el domingo hay que echar comida' y sonreí, porque se te notaba cómo me querías abuela. Llegué a casa y fui hacia mi madre. Empecé a llorar. No podía soportar nada, le conté como te vi y hasta ella lloró. Esa misma noché empecé a buscar acerca de los síntomas de la muerte, cómo es nuestro cuerpo semanas, días, horas, minutos y segundos antes de morir. Leí algo que me llamó la atención y fue acerca de la piel. Cogía un color característico y unas texturas fuera de lo común. (INCISO: cada vez que dormía contigo o me quedaba contigo en tu cuarto -que no han sido pocas veces- sentía miedo, miedo porque no quería que te fueras. Me acuerdo una vez que nos echamos la siesta y no pude dormir porque respirabas lento y yo sentía que podía pasar cualquier cosa, no me quedé agusto hasta que me levanté y salí de ahí. Llamé a mi madre y me dijo que ella por las noches respiraba así, que a ella cada vez que dormía ahí (una o dos veces por semana siempre) no dormía por ese mismo motivo.)
El domingo de esa semana fuimos a comer y a estar, nos tocaba -jamás has sido una carga, no para nosotros, te lo juro-. Cuando llegué estabas peor que el anterior miércoles. Me senté y te observé sin gesto alguno en mi cara, me dolía tanto verte así. Por curiosidad me agaché y acaricié tus bracitos, como siempre, tus manos... Y tu piel cambiaba, no era para nada como el miércoles, estaba tan distinta... Te miré dormir y supe que te quedaba muy poca vida. Mucha menos que antes. Mis tías dijeron que iban a llamar a los médicos ese mismo día para que el lunes por la mañana estuviera ahí, pues habías empeorado mucho... No te movías abuela, solo mirabas, respirabas y hablabas. De ese domingo no tengo muchos más recuerdos, no pude estar contigo tanto tiempo como antes, me dolía tantísimo saber que te ibas a ir para siempre. Y solo podía pensar y pensar... Estaba anulada mentalmente.
El lunes fue otro día. A mi abuelo le dieron el alta -dadas las circunstancias- y ya estaba en casa. Yo tenía psicólogo por primera vez. Vine del instituto y mi madre me dijo que llamara y la cancelara, había que ir a estar contigo porque te habían dado dos o tres días más. Habían ido los médicos a tu casa y habían optado por una sedación no continua... Así tú estarías relajada y enterándote solo de pocas cosas. Mi padre salió pronto y en cuanto llegó fuimos hacia allí. Cuando llegamos estaban todos. Mis primxs, mis tíxs, nosotros, todos. Íbamos llegando poco a poco, y cuando unos se iban entraban otros. Recuerdo llegar y no querer entrar. No quería verte así. Además, justo en ese instante se te estaba acabando el sedante. Mi madre pasó a verte junto a mi padre y yo fui detrás. Mi hermana estaba en el segundo salón y la prima en el salón principal, haciendo deberes, no tenía expresión, como ninguno de los presentes allí. Solo me fijé en ellas dos porque no las había visto desde hace un tiempo respecto a esto. Al entrar vi al abuelo sentado en una silla junto tu cama. Mis tías entraron y nos pusimos al rededor de la cama,tú tenías los ojos cerrados porque no podías más con nada..., y empezaron a preguntarte: '¿a qué no sabes quién está aquí? Tu nuera, mamá'. Mi madre se limpió la lágrima y te empezó a decir cosas. Te acarició la tía el brazo y a duras penas, casi en un suspiro desgarrador, dijiste: 'déjame, no me toques'. Te tendría que doler todo. No puedo imaginarme lo duro que sería para ti estar así. Y menos vernos a nosotros así. El abuelo estaba serio y a tu lado en cada momento, no se movía de la habitación. Cuando salieron salí con ellas. Ni si quiera te había hablado, no podía, no me salía, solo podía llorar en silencio. Mi prima me miró y me dijo: '¿me acompañas dentro, por favor? Yo no la he visto así todavía, pero necesito verla'. Entramos y te pusiste a un lado y yo a otro. El abuelo había salido a no se qué, pero volvería pronto. Empecé a acariciarte el bracito, la mano... La carita, el pelo rubito. Te habían vuelto a sedar y se notaba, no sufrías conscientemente así. Te dijimos que te queremos mil veces, pero hubo una vez en la que, cuando te lo dije, te revolviste y abriste lo ojos para mirarme por un segundo. Fue la última vez que vi tus ojos, abuela. Me acuerdo de tu respiración, se oía por todo el pasillo, a veces pensaba que te ahogabas.
Huimos, nos fuimos a pasear al Soto. Empezamos a andar y a andar. Nos quedamos quietas mirando hacia el frente y empezamos a llorar. Mi prima se giró y me abrazó. Lloramos juntas por algo que no había sucedido pero que no tardaría en llegar. Nos lamentamos y apoyamos. Hubo un momento en el que me quedé a solas contigo. Ese momento fue en el que te dije que te quería, que te iba a echar de menos y que jamás iba a olvidarte porque para mí, eres la persona más grande de este mundo de locos. Te dije todo lo que me salió que sentía que tenía que decirte. Aunque a día de hoy sé que te podría haber dicho mil cosas más, pues me pasaría la vida hablándote. No recuerdo más de ese día, tengo tantas lagunas, tenía tanto miedo de perderte.
El martes fue peor. No fui al instituto. Perdí los papeles discutiendo con mi madre, estábamos muy nerviosas. De alguna forma yo sabía que quedaba menos de lo que ellos decían que quedaba. Cuando esa tarde llegamos, estabas sedada como el día anterior, pero los médicos nos habían dicho que por favor, no te habláramos, que lo oías todo, lo percibías solo. Que te mimáramos y demás, pero que no habláramos. Te vi y lo supe, no me quedaba tiempo para nada más. Creo recordar que me pasé mucho tiempo contigo, no quería separarme de ti. Tengo muchas lagunas de este día también. Solo sabía que era el último día en el que estarías así, pues lo siguiente que iban a hacer era sedarte continuamente hasta que murieras. Ese día no hacías nada. Solo respirabas, ya ni a veces estabas medio despierta. Yo me volví a fijar en tu piel en una de estas en las que estábamos a solas. Estaba tensa, blanca, y se te quedaban los brazos fríos casi todo el rato. Yo te tapaba con cuidado, pero aun ni así. Cuando esa noche nos fuimos de ahí me abracé a ti y te besé como nunca, te lloré y te dije 'te quiero, rubita blanca'. Cuando salíamos hacia el coche, llorando le dije a mi madre: 'mamá, mañana no voy a ir al instituto'. Me preguntó por qué. Yo le contesté que sabía que de esa noche no ibas a pasar. Me tomé pastillas para dormir y no podía, ni dormir ni relajarme. Eran casi las tres de la mañana y me empecé a quedar adormilada. Soñé. Soñé que tu cama estaba a mi lado, estabas tumbada y respirabas fuertísimo. Fue todo un segundo de sueño, así lo recuerdo. Y justo cuando ibas a morirte en aquél sueño, mi padre pasó a mi cuarto, despertándome: 'Vamos, vístete, la abuela a muerto'.
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BlueMoon
Poetry¿No es sabido que quienes corrompen su cuerpo están ocultándose? ¿Y quienes profanan a los vivos son tan viles como quienes profanan a los muertos? ¿Y que el cuerpo no vale menos que el alma? ¿Y si el cuerpo no fuese alma, qué es el alma?