Me vestí con lo primero que pude. Salí de mi cuarto y fui al cuarto de mis padres, donde estaba mi madre vistiéndose. '¿La abuela ha muerto ya?' pregunté. 'Sí'. '¿Ya?' Dije entre llanto, asimilando las cosas, pues antes era como que mi mente no percibía la noticia. Fui al salón, donde estaba mi padre fumando y le abracé. Empezó a llorar. Le dije que lo sentía tantísimo. Se levantó y salió. Me tomé otra pastilla para los nervios. No podía parar de temblar, de llorar. Eran las 3:20 a.m y estábamos en el coche, yendo hacia vuestra casa. Cuando llegamos al barrio, aparcamos y nos dirigíamos hacia tu casa, no quería. No podía. Se me había caído todo encima. No quería verte ahí. No sabía qué iba a pasar. Cómo iban a estar. Cómo ibas a estar. Llamamos al telefonillo y abrieron. Al entrar dentro empezamos a oír gritos, llantos, lamentos. Al subir y abrir, estaban abrazados todos los hermanos menos mi padre. Acabábamos de llegar, obvio. Empezaron los abrazos y más lloros, todos teníamos caras largas, ninguno nos creíamos nada. Al parecer, mi tía mayor (la que se ha comido todo lo gordo de esto) estaba intentando dormir a tu lado. Dice que sintió una paz inmensa, que sintió una cosa en el pecho enorme que no sabría ni explicar y que, acto seguido, dejaste de respirar. Dice que bajó abajo, a la casa de mi tía pequeña (pues es un piso de dos plantas, en cada planta, una vivienda) y que se lo dijo. Subieron las dos y efectivamente, habías muerto. Llamaron al tanatorio y a la notaría. No tardarían en llegar, estaban preparando todo. Verles así me afectaba, pero lo que más me afectó fue ver así al abuelo. No podía, él menos. No paraba de llorar, de pedirle a Dios, preguntándole por qué no se lo había llevado a él, que no hacía falta, y la había dejado ella aquí, que nos unía a todos. Mi corazón no estaba, había desaparecido. No podía sentir, no se me conectaba la mente. Cuando pasé al cuarto y te vi, con la piel pálida, como si estuviera muerta, tan fría como estabas, tan tiesa, tan... Muerta, se me hundió todo y sabía que no iba a salir jamás. Me arrodillé y me abracé a tu brazo frío. Lo besaba, lo acariciaba, te lloraba, te rogaba. No me podía separar. No quería. Mi abuelo me veía y lloraba más, y yo era consciente, pero mi cuerpo, mi alma y mi mente no se podían separar de ella. No podía creerlo. No estabas más.
Me empezó a dar un ataque de ansiedad y mi prima Laura y mi madre me recogieron del suelo, sacándome fuera, al balcón. Empecé a llorar y a gritar, no podía más, no podía respirar, me pesaba el cuerpo y sentía que no existía más. Cuando me relajé y me fumé un cigarro, volví a pasar. Me senté en la cama que hay al lado, junto a mi abuelo. Él no podía parar de llorar. Eran las 4 o 5 de la mañana y sentía que la pesadilla solo acababa de empezar. Te volví a besar, a abrazar, a acariciar. Estabas muerta. Pero por ejemplo, nunca olió mal. El primero olor que percibí al pasar al pasillo fue agradable, olía como a rosas recién cortadas. Y cuando entré en tu cuarto más de lo mismo. Por una parte yo sentía paz, sentía que estabas aquí aún. Pero por la otra necesitaba irme yo para que volvieras tú. Dicen que lo peor de morir no es irte, sino lo que dejas atrás.
Me duele tanto recordar todo esto que no he podido dejar de llorar en todo lo escrito. Después de todo esto vinieron dos días interminables de tanatorio, de entierro, de pésames y abrazos innecesarios. Vino oscuridad. Después de todo esto vino abismo. Después de todo esto vino lo peor. Vino el mal. He cambiado, soy un poco más yo y más madura desde que no estás; sé que estás, te siento. Sé que me guías, que me cuidas y proteges, te siento. Nadie imagina como te echo de menos. Cómo me haces falta. Cómo me duele saber, cómo me duele recordar, cómo me ha dolido todo. No he necesitado ni necesito apoyo, quiero llevarlo yo sola. Tampoco nadie ha estado.
Abuela, a ti, que eres quien nos ha dado luz durante toda nuestras vidas. A ti, que nos has unido y has sacado una familia adelante -junto al abuelo-. A ti que eras, eres y serás eterna. A ti, te escribo a ti, porque no podía aguantar nada más dentro. A veces necesito recordarlo de pleno para darme de bruces con la realidad. A veces necesito acordarme para ser consciente de que no estás porque, a día de hoy, no he asimilado nada. Te rezo cada noche, te hablo cada noche, te pienso cada instante. Jamás te irás de mí, de nosotros.A tu casa he vuelto a entrar tres o cuatro veces. No puedo ir. Todo está apagado sin ti. Todo es distinto sin ti.
Gracias por haber sido y ser. Eres el motivo por el cual pienso luchar en todos mis sueños, en todas mis metas. Y solo espero que algún día puedas sentirte tan orgullosa como yo me siento de ti, aunque eso sea imposible.
Te quiero, rubita blanca. Siempre dentro.

ESTÁS LEYENDO
BlueMoon
Poetry¿No es sabido que quienes corrompen su cuerpo están ocultándose? ¿Y quienes profanan a los vivos son tan viles como quienes profanan a los muertos? ¿Y que el cuerpo no vale menos que el alma? ¿Y si el cuerpo no fuese alma, qué es el alma?