Capítulo 9. No quiero que te vuelvas a ir.

337 34 12
                                    

"El claro azul del cielo cambió a un rojo intenso cuando la volvió a ver".

Identidad.

En el firmamento, el sol brillaba algo más intenso de lo que solía hacerlo. Si Brayan Lander hubiera prestado atención a esto, habría jurado que su amigo estaba muerto. «Un día parecido a este, en donde estoy más brillante que nunca, él morirá, morirá bajo mis mantos de calor, y yo lo abrazaré», había dicho la voz del sol una vez en la cabeza del castaño.

¿Qué había sido de la vida del mejor amigo de Ross Lynch? Bueno, había podido sobrevivir un mes sin saber de él, aunque la primera semana fue muy difícil, sobre todo el día que su amigo, "el rubio" (como era apodado en la universidad), había desaparecido.

Cuando bajó a darles la noticia a sus padres fue terrible. Primero pensó en como decírselos, meditó en sus adentros y se le ocurrió la forma: la única forma en cómo hablar.

Brayandijo su madre viéndolo bajar de las escaleras—. Te has levantado un tanto temprano, ¿no?preguntó.

Puede serdijo acercándose a ella y dándole un cariñoso beso en la mejilla y un apretón de manos a su padre que estaba en el sofá.

¿Y Ross? ¿Sigue durmiendo?preguntó José mirando a su hijo.

Mamá, papá... Ross... se ha ido dijo y un nudo en la garganta pareció atravesarle las cuerdas vocales. Sintió la vaga necesidad de sollozar, de que las lágrimas bañaran sus mejillas, pero no, nada salió de sus ojos. Miró entonces a sus padres quienes lo veían con ojos como plato.

Su padre apagó de inmediato el televisor, y se levantó de manera brusca, como si hubiera recibido un gran susto. Su madre, que tenía una taza de café, la dejó caer al suelo y un gran ruido estalló al romperse. Un incómodo momento se posó en el ambiente.

¿Qué?preguntó Marta Lander. No fue con sorpresa ni exaltación, más bien fue con profunda tristeza.

Pensó en decir: «Ya lo sabía. Él me lo dijo ayer y no comenté nada porque pensé que se arrepentiría, pero no fue así».

Desperté esta mañana y solo había una nota de él diciendo que se iba para protegernos, que él sabía que el incendio de su casa no fue accidental, así como la muerte de sus padres. Prefirió irse, y tal vez morir, a cargar con nuestra muerte en su consciencia.

Y esa había sido toda la conversación que habían tenido. Ross prometió cumplir su promesa, pero un mes había pasado y Brayan no tenía noticias de él. ¿A dónde había ido? ¿Cómo había huido en medio de la noche? ¿Había logrado convertirse en detective? Y lo más importante: ¿Seguía vivo? ¿O él sol había cumplido su promesa y lo había abrazado?

Borró todas esas preguntas de su mente. Ross hizo una promesa y la cumpliría (o eso esperaba él). Mientras tanto, esperaría, solo eso le tocaba hacer. El mes que ya había pasado como una estrella fugaz, fue normal para él, por lo menos no había sufrido atentados. La cuestión era: ¿Los habría sufrido su amigo? Esperaba que no.

«¿Dónde estás, Ross? ¿Estás vivo? ­—Se preguntó para sí mismo. El aire de la primavera hiendose ya le llegaba a su cuerpo y hasta los traspasaba. Los Ángeles estaba caluroso hoy—, quiero verte, espero y se cumpla pronto la promesa que me hiciste».

Millones de kilómetros hacia el este, en una gran mansión (si es que así se le podía llamar) que quedaba en lo profundo del bosque, a dieciocho kilómetros antes de la Costa, dos chicos (que se conocían desde hace ya un tiempo) hablaban de nuevo después de unas cuantas semanas.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora