Capítulo 58. El ascensor loco.

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—¿Qué haremos, Ross? —había preguntado Stefhany cuando se habían hecho con el control absoluto del enorme barco que navegaba por el inmenso mar que no parecía tener fin alguno, pues cada vez que asomaban la cabeza, solo se veía un agua infinita.

—He pensando ir a Guatemala —informó el detective—, lo he pensando por mucho, y será lo mejor —Hizo una pausa—. Bueno, si no fuera así, no les hubiera dicho para robar este barco.

—¿Qué crees que nos espera allá? —preguntó el castaño apoyándose en la baranda mientras el viento le impactaba en el cabello y hacía que este golpeara una parte de su mejilla derecha sin fuerza alguna.

—No estoy muy seguro de eso, Brayan. En Guatemala solo hay un punto el cual visitaremos cuando lleguemos allá en aproximadamente un mes.

—¿Crees que cuándo se enteren de que la mercancía no llegó a su destino, no nos vendrán a matar? —preguntó Raúl.

—Lo dudo —respondió el detective—. Como ya había dicho, ellos solo esperan el momento final. Esperan que nosotros vayamos hacia ellos para dar inicio al fin. Están refugiados, mientras que nosotros no lo estamos. Buscamos su destrucción. Ahora, ¿entienden?

Asintieron.

—¿Qué haremos con la mercancía? —preguntó Gerardo.

—Luego de que terminemos en Guatemala, iremos al norte de México. Le venderemos la mercancía al narcotraficante que ahí opera —Hizo una pausa—. Al diablo de México.

—¿¡Qué!? —Preguntaron estupefactos. A una distancia de varios kilómetros al este, un ave aterrizó en un gran árbol e hizo un ruido seco al empezar a picotear la dura corteza del troco para hacer un nido, pues iba a depositar unos huevos.

Silencio.

Ross enarcó una ceja ante la reacción de todos.

—¿¡Estás loco, Ross!? —preguntó Raúl aún con sorpresa en su rostro.

—No, no lo estoy —Pestañó.

—¿¡Cómo qué no!? —preguntó Brayan—. Negociar con él es lo peor que alguien puede hacer. ¡Puede matarte!

—No lo hará —aseguró el detective—. Él no puede matarme, así como yo no lo puedo matar.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Stefhany desconcertada.

—Pronto lo sabrás —dijo él con misterio en su respuesta, dejándolos a todos con una intriga muy grande.

—Siento que nos estás ocultando algo, detective —dijo Brayan en el idioma de alta calidad que ni él, ni Ross, habían utilizado en semanas.

—No importa. Lo bueno es que eso no nos hará daño.

—¿Qué te hace pensar que te ayudará? Posiblemente tus padres quisieron atraparlo —dijo Raúl.

«Me lo debe», pensó.

—Sé que así será —Hizo una nueva pausa—. Guatemala está debajo de México geográficamente. Cuando lleguemos allá, debemos esconder el barco en una zona alejada. Luego, iremos a colocar los explosivos y después a con el diablo.

—¿Estás seguro, Ross? —preguntó Stefhany, insegura.

—Tan seguro como que vengaré a mis padres.

Pasó un mes.

Solo quedaban dieciocho días para la explosión de las bases de narcotráfico.

—Ross, ya hemos llegado a nuestro destino —informó el castaño llegando al dormitorio del detective quien estaba acostado en su cama mirando al techo gris que se le presentaba.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora