Capítulo 24. ¿Quién es Rubén?

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En la casa de los Fernández, la noche hacía que la gran mansión tuviera una sombra muy amplia y oscura. Parecía que en ella, una serie de demonios fueran a aparecer de repente. Los sirvientes ya dormían en sus lujosas habitaciones, sí, tenían habitaciones amplias, cómodas y espléndidas. Alejandro ya había mandado a su trabajador más fiel y de entera confianza a realizar el trabajo pedido.

Vigila al Lynch junior—le había dicho—. Creo que pronto habrá una discusión entre él y sus padres por motivos de mi hija. No preguntes como lo sé porque no lo sé, solo es intuición —Hizo una pausa—. Vigila la casa —dijo. Rubén ya llevaba unas cuantas horas fuera. Tal vez dos o tres.

¿Debo hacer algo? —había preguntado.

Sí. Solo debes vigilarlo, y sí aparece alguien que estorba, dale un buen tiro en la cabeza —le había indicado.

Como usted ordene.

Ahora solo esperaba a que su hombre llegara. Sabía que hoy pasarían cosas, así como también sabía que en las próximas semanas a Mark y a Stormie le llegaría su hora. Lió un cigarrillo que sacó de su bolsillo y empezó a aspirar la droga. Por algún motivo estaba frustrado y eso lo tranquilizó, claro, solo de momento.

Javiera ya había hecho su maleta. También había hecho la carta que le enviaría a Ross mañana. Entre llantos e ideas, terminó el escrito y lo guardó en su biblioteca. Acostada en su cama, pensó en Ross. Posiblemente no lo volvería a ver, o si el destino era bueno con ella y con él, se reencontrarían (como pasaría tiempo después). Esperaba que si eso llegara a suceder, Ross aún sintiera lo mismo por ella y volvieran a estar juntos. Lo esperaba con el alma.

Se bañó y se sentía fresca y limpia, pero a la vez sucia. Sucia por traicionar a Ross. ¿Por qué lo traicionaba? Porque en vez de luchar por su amor, solo confió en su padre sin preguntar y se iría así nada más. Se iría a un país muy lejano, lejos del rubio, lejos de su verdadero y único amor; se durmió al fin sin sueños.

Mientras tanto, Rubén había estado parado en la casa de los Lynch tres horas seguidas. Muy cerca de ellos, pero a la vez muy lejos. Vio como el rubio salía de su casa luego de una gran discusión con sus padres y se montaba en su auto. Luego, cuando Ross había arrancado, él lo siguió y llegó al hotel. Esperó un poco, y Ross volvió a salir, esta vez a pie, empezó a perseguir a su víctima. Caminó a una panadería y esperó a que el rubio saliera. Luego volvió a seguirlo hasta que un hombre alto, negro y con cara de pocos amigos hizo que se detuviera y que él no pudiera terminar su objetivo. Se acercó lo más que pudo para escuchar de qué hablaban, estaba interesado. Así como Ross estaba interesado por saber quién lo había encontrado.

—¿A qué te refieres? —preguntó el rubio con curiosidad, pero a la vez asustado. Añadió—: ¿Quién eres?

—Me llamo Alfredo Dean —Sacó su billetera y mostró su identificación—. Soy agente de la FBI —dijo en susurro.

—¿Y qué hace un agente de la FBI buscándome a mí? —preguntó ahora con interés.

—¿Podemos hablar en otro sitio? —preguntó él.

—Claro. ¿A dónde quiere ir?

—Se queda usted en un hotel, ¿verdad? —Él asintió—. Vayamos al parque que está detrás del hotel, ahí hablaremos.

—Muy bien. Vamos entonces —dijo Ross y empezaron a caminar. Rubén los seguía de muy cerca, pero con cuidado de no ser visto. Conocía bien a la persona que acompañaba al rubio. Un estorbo, eso era él.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora