Capítulo 50. ¿Ross Lynch?

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El ferrocarril se detuvo en la estación de la ciudad de Windsor. El hombre que conducía, ni siquiera tenía idea de lo que había pasado en su transporte. Cuando se bajó del ferrocarril para comprar algo en la estación e ir al baño, se dio cuenta de que el famoso hijo de los detectives, Ross Lynch y el famoso hijo de los Lander, Brayan, junto con otros dos, habían estado en su ferrocarril, y ahora se dirigían al hospital porque llevaban un hombre herido por lo que él apreció, gracias a un disparo en el estómago.

«¿Qué carajos? —se preguntó a sí mismo—. ¿Por qué está Ross Lynch y el difunto Brayan Lander en mi ferrocarril?».

Pero no se movió a preguntar porque su cuerpo no lo dejó, y además, sería algo estúpido hacerlo. A fin de cuentas, lo dirían después, ¿no?

Fue entonces a realizar sus tareas cotidianas: ir al baño a orinar, tomar algo y luego volvió al ferrocarril a seguir su camino.

Ross por su parte, caminaba con rapidez mientras Raúl y Brayan cargaban a Gerardo. Todos lo miraban a él con ojos de desconcierto y a Brayan como si hubieran visto a un fantasma. Salieron de la estación y tomaron un taxi al instante.

—Llévenos al hospital más cercano, por favor —pidió el detective al señor blanco que lo miraba por el espejo.

Se volvió hacia él, y aunque estuviera un hombre herido en su auto, preguntó:

—¿Ross Lynch? —su voz fue de asombro. Él asintió—. ¿Brayan Lander?

—¡Sí! ¡Ahora arranque esta chatarra y llévenos al maldito hospital! —dijo Brayan casi gritando y el taxista hizo un movimiento brusco. Se acomodó y arrancó el taxi a una velocidad bastante elevada, pero sin pasarse del límite.

Llegaron al hospital en unos doce minutos.

Ya la prensa esperaba a Ross y a Brayan en la puerta del hospital. Posiblemente alguien había seguido al taxi y había informado que iban al hospital Jesus is my person. El taxi se detuvo, pero ninguno se bajó.

—Ya todos saben que seguimos en el mundo, Brayan —dijo Ross y el castaño asintió—. Bajen ustedes, no importa si te persiguen, amigo, yo los detendré y hablaré con ellos. Me haré cargo de todo. Ustedes solo cuiden a Gerardo.

—Bien —dijeron Brayan y Raúl.

Todos se bajaron del taxi. Las personas gritaban y murmuraban el nombre de los dos amigos, y el rubio atrajo la atención de la prensa y de todos, mientras Brayan y Raúl pasaban al hospital y se perdían de la vista del detective.

«El plan está en marcha —pensó el detective—. Gerardo, no te morirás, lo sé. Ahora falta que Marcel cumpla su parte del plan y que yo cumpla la mía».

Ya era la hora de contarlo todo.

—¡ROSS LYNCH! —decía la gente.

—¡CALMA! —pidió él, lanzando un gran grito —¡POR FAVOR, CALMA!

La gente se calló.

—Estoy aquí para hablar por mí y por mi amigo —dijo Ross—. Contestaré todas sus preguntas. Para eso estoy —Parpadeó—. Pregunten todo lo que quieran.

—Bien —dijo un periodista mientras toda la gente posaba su mirada en él. Ansiosos sobre qué preguntaría y sobre qué respondería el rubio—. ¿Dónde ha estado? ¿Cómo su amigo sigue vivo después de que su padre le hizo un entierro y todo lo demás? Y, ¿Qué hace en Inglaterra?

«Muchas preguntas. Y quieren una respuesta. ¡Dios! ¿¡Por qué tenías que poner a Rubén en el camino!? Bueno, es una piedra en el camino que quité. Si ellos quieren una respuesta, la tendrán», pensó.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora