El cielo, oscuro y gris, se asomaba por el amanecer del nuevo día. No había sol, pero si nubes. Alejandro Fernández ya estaba en el aeropuerto junto con su esposa y su gran aliado. Nadie veía lo que estaba ocurriendo (o lo que iba a ocurrir en todo caso). Habían pasado ya dos semanas desde que los Lynch se habían ido a España a cumplir su misión, y Mark sabía que no volvería a estar con su hijo. Lo sabía muy bien.
El avión que usarían los Lynch estaba frente a sus ojos. Se cercioraron de que no hubiera nadie y siguieron avanzando. Las dos semanas transcurridas, habían estado siguiéndole los talones a Mark y Stormie, y descubrieron que el avión que estaba frente a sus ojos pertenecía a la Airline States, el cual habían alquilado por diez mil dólares.
—¿Listos? —preguntó Alejandro. Veía el avión y quería hacer lo que iba a hacer ya, de nueva vez, y salir de eso, pero, también quería irse y no hacer nada. Dejar eso así y entregarse, sin embargo, no había vuelta atrás.
—Sí —respondieron los dos detrás de él. Alejandro hizo señas y todos empezaron a moverse con rapidez. Eran las cinco y cincuenta y uno de la mañana. Dentro de unos minutos todos vendrían. Claro, se habían metido en el aeropuerto gracias a la seguridad (a la cual sobornaron con muy buen dinero) que les avisaría si algo inesperado ocurría.
El avión los esperaba y llegaron a él. Medía unos cuatro metros y medio de alto y posiblemente diez de ancho. Buscaron con velocidad el motor y lo encontraron. Con unas escaleras (que le habían prestado las personas del aeropuerto), subieron y abrieron la tapa. Rubén pasó a Alejandro los explosivos y éste los colocó muy cerca de los cables que estaban conectados al motor, que a su vez, estaba cerca del ala izquierda; bajó de las escaleras.
Angélica subió y programó todos los explosivos. Los colocó en hora indefinida y luego bajó cerrando la tapa. Subió después al avión y dejó una carta a los Lynch que solo les quedaba menos de una hora de vida. Se fueron entonces.
Los Lynch llegaron al aeropuerto y fueron directamente al avión. Mark temblaba, pero disimulaba muy bien, podrían haberse bajado, pero no tenía caso hacerlo, morirían igual. Se subieron y se sentaron. El catire (que ya no era tan catire porque los cabellos ya estaban grises) le tomaba fuertemente la mano a su esposa quien lo miraba confundida y desconcertada.
—¿Sucede algo, Mark? —preguntó ella con curiosidad.
Él se dio cuenta en ese momento que ella nunca tendría su intuición, y era cierto, nunca la tendría porque el tiempo era corto y ya era la hora de partir de este mundo estaba llegando.
—No, solo estoy ansioso por ver a Ross de nuevo. Lo extraño —contestó él, y siempre lo extrañaría. Ella no sabía cuánto le costaba dejarlo solo.
—Pareces nervioso.
«Y lo estoy, estoy nervioso por la muerte», pensó.
—No, solo es ansiedad —dijo y la miró a los ojos directamente—. Sabes que te amo, ¿verdad? —preguntó colocando una débil sonrisa en su rostro.
Ella sonrió también.
—Claro que lo sé. ¿Por qué lo preguntas? —Él se encogió de hombros.
—Solo te amo —La besó. La besó como si fuera primera la vez que lo hiciera—. ¿Me amas tú?
—Claro que te amo —respondió y el copiloto Bruce Méndez (un español) entró en el avión y los saludó. Se sentó en la cabina y encendió el avión que empezó a despegar tres minutos después y luego se colocó en el aire.
ESTÁS LEYENDO
Identidad Ross Lynch [TERMINADA]
FanfictionSinopsis: La vida puede dar un giro de 360 grados. Puede cambiar tu rumbo de un momento a otro. Puede darte una cachetada para hacerte despertar y forzarte a ver lo que es la realidad; eso fue lo que le pasó al protagonista de nuestra historia: Ross...