Capítulo 62. La revelación.

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Había transcurrido ya una semana desde que Ross junto con su viejo amigo, Anthony, habían ido a visitar a los narcotraficantes para intercambiar hombres y armas por droga. Todo había resultado bien, los tratos se habían hecho, y hoy era el día de la entrega y el intercambio. Solo quedaban diez días para la explosión de las bases y debían cerrar el negocio cuanto antes, porque no quedaba mucho.

Pero eso no era lo que tenía atormentado al detective. Esa no era la cuestión que lo había estado atosigando todas las noches desde que llegó a la casa de Anthony. Sentía un presentimiento muy malo. ¿Se acercaba una pesadilla? Podía oler que sí, y era una inesperada.

El día final se estaba acercando, y extrañamente tenía miedo. ¿Por qué? Él no lo sabía, era algo confuso que corría en su interior. Sabía que el día en que todo explotara, era un día importante, y no solo por ese acontecimiento que rondaba en su cabeza, sino por otros dos que merodeaban en su mente y corazón.

Pero aún no era hora de ponerse a pensar en eso. No aún, pronto... era lo más probable.

El detective llegaba con Anthony a la casa de este último. Llegaban de hacer el último negocio con el narcotraficante del sur de Argentina. La mercancía sería entregada hoy por la noche y se habían ido a un restaurante a comer unas cosas tradicionales de Argentina.

Los demás los esperaban en la sala, y cuando los vieron con esas fachas, se preocuparon. Era algo normal, pues Ross y Anthony tenían la cara negra por el humo del incendio. Vaya, ese incendio tan estúpido que había ocurrido por solo querer hacerse el héroe...

—¡Ross! ¡Amor! ¿Qué te pasó? —preguntó con exaltación Stefhany. Estos últimos días había empezado a llamar a Ross por cariño "amor", "bebé", "cariño" y otros tipos de sobrenombres que a él le gustaban.

—Hey, yo también existo —dijo Anthony con un reproche divertido al ver que Stefhany lo había ignorado y solo se había preocupado por el detective.

Ella sintió que el narcotraficante estaba bebiendo pues el olor era grande.

—Ah, sí. Tienes razón, Anthony. Lo siento. Ahora dígannos, ¿Qué mierdas les sucedió? —preguntó.

—Hablen ahora —dijo Brayan trayendo toallas mojadas para quitar la negrura del rostro de ambos.

El frío de Argentina era insoportable. La temperatura de la ciudad de El Turbio oscilaba entre los dos y tres grados centígrados. Había un poco de nieve en esa mañana que estaba empezando, por eso los dos hombres se fueron a un restaurante de la ciudad para ver que podían tomar que les quitara un poco el frío del cuerpo. Además, tenían hambre, y ¿Por qué no disfrutar de las deliciosas comidas tradicionales de Argentina? Se preguntaron ellos y dieron con la conclusión de que podían hacerlo.

Caminaron por la calle de la ciudad. Hacía ya varios kilómetros que la casa del capo Pedro Guzmán había quedado atrás y ya la veían como un recuerdo lejano, quedado en el olvido.

Llegaron al restaurante Luz de la Plata y entraron sin darle mucha importancia a la facha del lugar. Ahí el ambiente era bastante cálido y acogedor. No habían muchas personas debido a que apenas eran las siete y ocho de la mañana, pero el lugar estaba en cierto modo "lleno".

Se sentaron en una mesa y pidieron el menú. Cuando ya estuvieron de acuerdo sobre qué pedirían, llamaron a una de las meseras y ordenaron.

Para no aburrirse, empezaron a hablar sobre cosas del pasado. Tiempos que no volverán, pero que ellos querían recordar. Momentos inolvidables y recuerdos muy hermosos y alegres. ¿Cómo se habían conocido ese par? Los difuntos padres de Anthony eran dueños de una empresa de decoración. A la señora Stormie Lynch le gustaba mucho el trabajo que hacían los padres de Anthony, y así, enlazaron una buena amistad. Luego, Anthony conoció a Ross y a Brayan, y fueron muy buenos amigos, hasta que ocurrió lo que ustedes muy bien saben: Los padres de Anthony Mendes se volvieron narcotraficantes y acabaron en la muerte.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora