Capítulo 30. Richard Rabbit.

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Maratón 3/5:

Llegaron a un hotel que estaba a ciento ocho metros del centro. No era primera vez que Ross veía ese lujoso hotel, que antes no lo era tanto. De niño vino y el hotel Es la cuestión no tenía tantas estrellas como las tenía hoy en día. También lo había visto en su sueño en donde recordó que en unas horas, su vida acabaría. ¿Acabaría en verdad? Él creía que sí, y lo más extraño es que no temía a la muerte, no le temía... o por lo menos, no de momento.

Entraron en el ahora lujoso hotel, y una chica le guiñó el ojo a Richard/Ross. Javiera/Maia lo notó y tomó la mano de su esposo para que se viera que eran una pareja, una linda pareja. Se acercaron a ella, era obligatorio hacerlo ya que era la recepcionista.

—¡Hey! ¡Hola, tíos! —saludó alegremente estrechando la mano de las dos personas que tenía enfrente.

—¡Hola! —saludaron ellos con el mismo tono alegre de la chica—. Soy Richard y ella es mi recién esposa Maia. Gusto en conocerla, oh, excelente señorita —habló Richard en el idioma de alta calidad, pero intentando no perder el acento español que estaba haciendo y que muy bien le salía—. Hemos venido de luna de miel a este fastuoso paisaje que se nos presenta acá en Madrid. Queremos disfrutaros todo el tiempo que estemos aquí.

—¡Por supuesto! ¡Para nuestro hotel es un gusto que se hospeden aquí! —dijo ella amistosamente—. ¿Desean la suite? ¿O una habitación común?

—Queremos la suite, señorita —dijo Richard—. Aquí —Señaló su bolsillo—, hay bastante peculio para darle a esta bella dama —afirmó él y ella asintió.

—¡Claro, claro! Son unos dos mil quinientos dólares por día, pero como ustedes me han caído requeté bien, se los cobraré por tres días. ¿Les parece?

—Solo quiero complacer a esta mujer —dijo Richard—. A mí me gusta, ¿Y a ti Maia?

—A mí igual. Acepto.

—Ya oyó —dijo él sacando su billetera en donde habían unos veinte mil dólares aproximadamente en efectivo (por no hablar del de las tarjetas bancarias). Pagó y ella le entregó la llave de la habitación y mandó a un hombre a que llevara sus maletas con sumo cuidado. Llegaron a la suite y entraron. El señor dejó las maletas ahí y se fue dejando maravillados a los dos clientes.

—Vaya, vaya. Esto sí que es vida —aseguró Maia viendo la piscina que estaba adornada con una rosas que daban un perfecto aroma a la habitación. También ofrecía una excelente vista en donde se veía la mayor parte de la ciudad, y a unos trescientos metros al norte, estaba el Bar Español, esperándolos.

—Así es. Pero no creas que estamos de vacaciones. Tenemos una misión que cumplir.

—Lo sé, pero aún así, disfrutemos un poco, ¿sí?

Él la miró. ¿Javiera era una tentación acaso? Suponía que no. Tal vez, en lo más hondo de todo su ser, ella sabía tan bien como él que su hora de dejar este mundo estaba llegando. ¿Por qué no disfrutar un poco antes de morir? Asintió y le sonrió muy dulcemente, aunque no como lo hacía meses atrás. Se quitó su ropa y ella siguió su ejemplo, y se metieron a la piscina.

—Vi como te miraba esa mujer —comentó ella.

—Lo sé.

—¿No fuiste muy arrogante al decir todas esas cosas?

—Quizá. Pero pagué dos mil quinientos dólares por esto, es lo menos que nos podían dar.

—¿Cuál es el plan, Ross?

—Llamaremos al señor Brake. Le diremos que ya estamos aquí. Luego iremos al Bar Español. A esta hora debe estar vacío, la gente va más en la noche.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora