Capítulo 15. ¿Detectives?

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El cielo era azul, pero de noche era tan negro como la oscuridad, a decir verdad, ella era la oscuridad. Las estrellas fijas en el espacio se veían muy espectaculares. La luna tan blanca y resplandeciente se mostraba para los enamorados del mundo. Todo perfecto. El firmamento acogía una gran casa en donde vivía el rubio más deseado en la Universidad de Princeton. Ross Lynch miraba fijamente a la chica que su corazón quería y deseaba: Javiera Fernández, hija de los famosos empresarios Alejandro y Angélica Fernández.

El rubio estaba nervioso. Arriba en su cuarto, acostada en su cama, se encontraba Nataly Morfo, una chica que estaba tan loca por Ross como un fumador por un cigarrillo. Ross no quería que Javiera viera a Nataly, claro que no. El quería mantener su buena imagen ante ella. Los dos estaban enamorados y ya era tiempo de que aclararan las cosas, ¿no?

—Entonces, Ross, ¿Estás con alguien? Porque si es así puedo irme —dijo ella muy dulcemente.

—¿Yo? Claro que no —Sonrió nerviosamente—. Solo estaba durmiendo. Hoy fue mi último día de "detención" y no sé porque llegué cansado y quise dormir.

—¿Te desperté?

—Algo así. Pero ya no importa —dijo. Debo pensar en algo para sacarla de aquí, se aconsejó a sí mismo. Vamos, Ross, piensa, piensa... ¡Ya sé!—. ¿Quieres salir? —preguntó de repente.

—¿Salir?

—Sí, a ir a algún lugar. Ya sabes, a divertirnos.

Ella pensó un poco. Pueden ocurrir cosas, se dijo a sí misma. Aún así, quiero arriesgarme.

—Me parece buena idea —respondió.

Él sonrió.

—Me parece bien. Entonces pasa —Ella pasó y él cerró la puerta detrás de sí—. Iré a mi cuarto a ponerme una camisa y unas gomas. Ya vengo.

—Está bien, yo te espero.

Ross subió las escaleras y entró en su habitación. Hizo el más mínimo ruido y para su suerte Nataly seguía durmiendo. Fue a su armario y sacó una franelilla blanca y luego un saco negro. Se puso sus converse negras (las cuales siempre usaba porque eran sus favoritas) y le escribió una nota a Nataly excusándose por haberse ido. Bajó y vio de nuevo a Javiera. Su camisa roja con rallas blancas, su jeans ajustado y su rostro, ese hermoso rostro hacían que estuviera más que embobado por ella.

—Vaya, te pusiste ropa "elegante", ¿no, rubio?

—Algo así. Entonces qué, ¿nos vamos?

—Claro.

Salieron de la casa de los Lynch y Ross sacó su auto a la carretera. Javiera se montó y él empezó a conducir con destino... bueno, no tenía un destino, pero eso era lo de menos. Había logrado sacar a Javiera de ahí y llevársela a cualquier lado. Su corazón palpitaba mucho y estaba feliz, feliz de tener a su amor con él.

—¿A dónde vamos, rubio? —preguntó la chica.

—No lo sé —contestó con sinceridad—. No lo he pensado. Solo puedo decirte que a un lugar en donde nos divirtamos.

Ella lo miró y sonrió.

—¿Tienes algo en mente?

—Tengo algo en el estómago —respondió y ella lo miró confundida—. Tengo hambre —dijo y los dos rieron.

—También tengo hambre —admitió.

—Entonces ya sé a dónde iremos.

Condujo unas cuatro cuadras al frente. Cruzó a la izquierda y luego a la derecha. Recorrieron unas seis cuadras más y el auto se detuvo en el lugar favorito de Ross cuando era niño: McDonald's. Hace tantos años que no venía con sus padres a ese lugar. Tal vez tres o cuatro años, él no lo recordaba bien, pero eran unos seis años a ciencia cierta.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora