Capítulo 46. Londres.

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Maratón 5/6:

Era Londres. Ese Londres tan hermoso en donde estaba el castillo ocupado antes por la Reina Isabel. Ese Londres donde estaba la torre con el gran reloj. Ese Londres con el puente hermoso. Ese Londres en donde el rey Arturo, sacó la espada de la roca. Era, ese Londres de luz, y a la vez de oscuridad.

Era Londres.

Aquella ciudad en donde pronto caería una plaga de muerte para todos.

En donde todos, morirían.

Pero, ahorita eso no era tan importante, lo importante estaba en esa iglesia. Esa iglesia llamada St. Patrick, en donde estaba el detective Ross Lynch junto al que ahora era su mayor enemigo (además de los Fernández claro está), un ser que según él, era de otro mundo, una especie de Dios que veía el futuro y sabía el pasado porque ya lo había visto.

Era él.

Un tal Robert Modhy.

Llamado Lucifer en otros países.

Pero fuese quien fuese, era peligroso, y más para Ross quien ahora lo veía cara a cara, o intentaba hacerlo.

La luz había desaparecido casi por completo. El sacerdote que lo había recibido ahora era otro ser, y lo que podía ver eran sus ojos color rojo sangre con un punto negro.

Era espantoso. Sumamente espantoso, pero el detective aguantó eso.

La imagen que veían sus ojos, era simple oscuridad. Pero, ahora estaba cambiando. La luz estaba llegando otra vez y estaba apareciendo en...

No, no era en la iglesia.

Era en otro lugar. ¿Cuál? No lo sabía, pero si sabía que no era en la iglesia.

Era... era...

¿Un castillo?

Sí, eso era: un castillo.

Era el castillo del antiguo rey Arturo.

Ahí, ahí estaba ahora y junto a él, la figura de la muerte.

—Robert... —dijo en un sonido ronco y entrecortado.

—Sí, detective. Soy yo, tu buen amigo Robert. Hora de hablar.

No lo divisó bien, pero sí al castillo que estaba a su alrededor. Era extremadamente grande. Tenía paredes de piedras grises y varias columnas de un color parecido a la plata. Estaba en una zona central. Lo alumbraba un candelabro con luz blanca, y, a donde fuera que mirase, habían una serie de puertas.

«Búscame, detective», habló Robert en su cabeza.

—¿Y qué si no quiero? ¿Qué me harás? —preguntó en voz alta al lugar.

«Es mejor no averiguarlo», dijo y el detective sintió que le sonreía cínicamente.

—¿Estás en alguna de las puertas?

«Búscame», fue lo único que dijo y se fue de la cabeza del detective.

Eran nueve puertas.

Fue a la primera, a la de enfrente.

Al entrar ahí, vio algo que lo dejó helado.

Era él. Pero, había alguien más...

Javiera. Su difunta esposa.

Era un recuerdo. Era aquel en donde ella se iba a Alemania y lo dejaba. Él, gritó algo que ahora era muy lejano, y ella entró en el avión.

El momento se fue hacia ella. Su amor, estaba sentada hecha un mar de lágrimas en el avión. Pronunciaba una palabra que el entendió perfectamente: «Ross...». Esto, lo hizo derramar lágrimas mientras el ente se reía de él diciendo: «¿Te gusta lo que ves?». Era algo que esperaba no ver, pero debía hacerlo, debía escuchar.

Identidad Ross Lynch [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora